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el conflicto catalán visto a escala global

Vuelve el azote del 'procés': "Si Cataluña tuviera ejército sería igual que Turquía"

Un ensayo del jurista Alfons López Tena concluye que Cataluña vive la misma situación que Hungría, Polonia o Serbia, donde la mayoría étnica reprime y silencia al verse amenazada

Manifestación del independentismo en Barcelona bajo el lema 'Tumbemos el régimen'. (EFE)

Sentencia uno: "Tantos años de gobierno han permitido centralizar el poder, monopolizar los medios de comunicación y levantar una red clientelar. También ha creado una nueva burguesía caracterizada por la docilidad y la predilección por los favores políticos en lugar de las habilidades comerciales". Sentencia dos: "Una mafia política trata de enriquecerse gobernando un país. Tal gobierno debe ocultar lo que está haciendo realmente. Para conseguirlo, sepulta al populacho en mentiras, y eso solo se logra socavando las instituciones, intimidando a los medios y teniendo gente a sueldo". Sentencia tres: "Su autoestima parece esencial para sobrevivir a lo que de otra manera los asaltaría como una oleada tras otra de disonancia cognitiva: declaraciones en un sentido sabiendo que la realidad es todo lo contrario. Seguramente la disonancia los volvería locos, de modo que la única solución es creerse lo que dicen".

¿Cuántas de esas sentencias corresponden a Cataluña? Respuesta: ninguna. La primera la formuló Zselyke Csaky, directora de investigación de Freedom House, sobre Hungría. La segunda es de Vesna Pešić, socióloga y exlíder opositora en Serbia. La tercera es de Zia Haider Rahman, escritor e investigador en Harvard, y hace referencia a Reino Unido. ¿Por qué entonces suena esa música a cosas que se denuncian en Cataluña? "Porque son síntomas del mismo fenómeno. Sociedades gobernadas por un populismo autoritario". Así lo expresa la persona que ha trazado esos paralelismos, el jurista y exdiputado del Parlament, Alfons López Tena. En el último año, distintos analistas políticos han trazado similitudes entre el auge del independentismo catalán, el 'trumpismo' en Estados Unidos y el aislacionismo del Brexit. López Tena profundiza en esa teoría mediante un ensayo que dinamita las bases morales del independentismo.

El populismo autoritario no es algo nuevo. La Argentina del general Perón es posiblemente su mayor exponente histórico. "Empecé a detectar su auge tras la victoria de Narendra Modi en las elecciones de India en 2014", explica López Tena. "Luego hemos visto cómo se extendía en países como Polonia, Turquía, Hungría o recientemente Gran Bretaña y Estados Unidos. Cataluña es solo una más de esas expresiones".

El Govern beneficia a la 'buena gente', a los acólitos del nacionalismo catalán, y trata al resto como ciudadanos de segunda

El jurista publicará próximamente su ensayo en el libro 'La democracia constitucional en el siglo XXI' (editorial Almuzara). "Cataluña tiene una particularidad: no dispone de Estado propio. Si el actual Govern tuviera capacidad coercitiva [control total de la policía y las fuerzas armadas] estaría reprimiendo a la disidencia y aferrándose al poder del mismo modo que hace Erdogan en Turquía. Ahora manipula a su antojo las instituciones, los medios de comunicación y reparte los fondos públicos. Beneficia a la 'buena gente', a los acólitos del nacionalismo catalán, y trata al resto como ciudadanos de segunda que amenazan la pureza de la nación. Al Govern solo le falta la fuerza para convertirse en un régimen autoritario", considera quien fuera uno de los líderes del independentismo en el Parlament hace nueve años, hoy repudiado por sus ácidas críticas al 'procés', algo intolerable proviniendo de uno de los suyos.

El auge del sentimiento nacionalista en Cataluña es, según el autor, una reacción de sus élites a la globalización. Ante un nuevo escenario en el que cualquiera puede acceder por méritos propios a puestos de influencia empresarial y política, la vieja burguesía responde apretando filas y lanzando un discurso agresivo hacia esos extraños, que en Cataluña sería todo aquel que no comulga con el nacionalismo identitario de raíz católica.

El 'president' Quim Torra visita el monasterio de Poblet (Tarragona). (EFE)

En ese juego de espejos, López Tena cita al destacado historiador Mukul Kesavan, quien ha detectado el mismo fenómeno en India. Así habla Kesavan de su país: "Reclaman que el destino político de la nación ha de ser manejado por su mayoría étnica o religiosa. [Por eso] los miembros de esa fe o cultura mayoritaria son vistos como los verdaderos ciudadanos de la nación. Lo demás son ciudadanos de cortesía, invitados de la mayoría, de quienes se espera que se comporten bien y con deferencia. Ser tolerados por la mayoría no es sinónimo de ser ciudadano completo. Es una especie de limbo, una condición inestable crónica. Denegar la ciudadanía completa a las minorías tarde o temprano les acabará privando de sus derechos o hará que, a pesar de ser residentes, no sean ciudadanos y no pertenezcan a ese lugar". Esto es precisamente lo que los opositores al Govern y a su amplia red clientelar, que conforman entidades educativas y culturales pasando por el tejido empresarial vinculado a la antigua Convergència, denuncian sistemáticamente desde hace años.

Cataluña no ha hecho nada a nivel empresarial en 40 años debido a ese estado de ensimismamiento y rechazo a la modernidad

López Tena pone un ejemplo práctico en forma de pregunta para demostrar que este rechazo a aceptar la globalización, entendida esta como el imperio de la meritocracia por encima de las redes clientelares, ha condenado a Cataluña "a la irrelevancia", un concepto que según el autor "es tabú" en Cataluña: "Si uno mira el tejido empresarial catalán, no verá ninguna gran empresa catalana nacida en los últimos 30 o 40 años. Grifols puede ser la única excepción. El resto de buques empresariales catalanes, aquello por lo que Cataluña siempre se ha sentido más moderna y superior a España, se crearon durante la autarquía y el tardofranquismo. Desde entonces, con la llegada del nacionalismo 'pujolista', Cataluña no ha hecho nada a nivel empresarial debido a ese estado de ensimismamiento y rechazo a la modernidad: se ha seguido privilegiando a los miembros de la red clientelar por encima de criterios meritocráticos". La razón, dice el autor, es que "ese campo de juego abierto promocionaría el tipo equivocado de personas, que escalan socialmente y no son sumisas. Gente que no es de los nuestros".

Disonancia cognitiva

El apiñamiento en su colmena del nacionalismo catalán ante las amenazas de la globalización ha generado, siempre según el jurista, dos mecanismos de defensa: un complejo de superioridad para sobrecompensar "la siniestra realidad" de los nuevos tiempos, y un comunitarismo sofocante para mantener a la gente bien unida. "Ambos mecanismos impiden a los catalanes actuar con claridad y avanzar o mejorar en nada, lo que ha sumido al 'establishment' político y mediático, tal vez incluso al país entero, en un atolladero de narcisismo clínico colectivo y disonancia cognitiva. Un sentido de identidad amenazado y, por lo tanto, inestable que se ve sobrecompensado por una noción narcisista de grandiosidad". De ahí expresiones tan habituales en estos últimos tiempos procedentes de Cataluña, en las que el 'pueblo catalán' se siente "más democrático" y "moralmente superior" a los del resto de España.

El 'establishment' catalán, tal vez el país entero, se ha sumido en un atolladero de narcisismo clínico colectivo

"El argumento es que los malvados españoles y su quinta columna en Cataluña, que envenena a los buenos catalanes, tienen la culpa de todos los males. Una mezcla de bravuconadas, desprecio y absoluta falta de pensamiento y mucho menos de crítica, alimenta a un pueblo convencido de su misión de ofrecerle al mundo el modelo definitivo de bondad y superioridad moral: ellos mismos. No hay interés alguno en los demás, y mucho menos signos de empatía", explica López Tena en su ensayo. ¿Y cuál es el ejemplo por excelencia de esa grandiosidad narcisista? En efecto, la independencia. Una amenaza que, como ya explicó el jurista en sendas entrevistas en El Confidencial, no se lanza con el objeto de hacerla efectiva, sino de "chantejear al Estado para que otorgue a los dirigentes catalanes más concesiones. Un mero instrumento de extorsión".

Ese placebo comunitarista, argumenta el ensayo, ayuda a los creyentes a reducir la "disonancia cognitiva", es decir la contradicción, entre la lo que oyen decir a sus políticos en televisión (España es una dictadura que reprime las libertades de los catalanes) y lo que realmente hacen sus políticos (acatar el ordenamiento judicial español y no dar ningún paso hacia la independencia). Es decir, la masa social cree que lucha por un fin cuasi místico, la independencia, pero vive en el más insulso autonomismo. "En base a ese comunitarismo, la gente rechaza la información conflictiva, busca apoyo en compañeros de ideas afines y confía ciegamente en sus 'pastores', convertidos en sabios 'brahmanes' [divinidad absoluta del hinduismo]. A la vez, se desacredita y silencia a cualquier disidente, señalándolo como enemigo del pueblo, un traidor loco conducido por el resentimiento. La represión, la exclusión y la mediocridad se convierten en el único modo de vida posible para asegurar la supervivencia de la nación".

Y concluye, de forma fatalista: "El resultado probable de esos tropismos paralizantes en las próximas décadas es este: un desfile de aburridos y maniáticos catalanes frente a otro desfile de españoles molestos; estos últimos contrarios a dejar marchar a los catalanes, los primeros contrarios a marcharse por su cuenta, como el relato de una trastornada Blanche DuBois ['Un tranvía llamado Deseo'], lleno de mucho ruido y pocas nueces y que en realidad no significa nada".

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