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La lista de Brayard: la Solución Final no la conocía ni Goebbels
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La lista de Brayard: la Solución Final no la conocía ni Goebbels

Lo que van a leer a continuación es la disección del qué, cuándo y cómo de la mayor atrocidad de la historia de la Humanidad; y atentos, hay novedades

Foto: Los nombres del círculo secreto del Tercer Reich manuscritos por el historiador francés. Foto: Julio Martín Alarcón
Los nombres del círculo secreto del Tercer Reich manuscritos por el historiador francés. Foto: Julio Martín Alarcón

Después de dos horas de interrogatorio le doy mi cuaderno a Florent Brayard. Le pido que escriba en rojo la lista del pequeño círculo del Tercer Reich que estaba al tanto de la Solución Final y hago señas al camarero del Hotel Palace para que traiga la cuenta. Piensa que hemos terminado, pero no sabe que aún nos queda el epílogo. Cuando me lo devuelve le explico que a la vuelta de la página está mi propia lista en negro. Su lista es más valiosa porque él ha escrito un exhaustivo y arriesgado ensayo y yo en cambio, solo he publicado un libro sobre el Holocausto en Hungría cuyo foco era el diplomático español Ángel Sanz Briz. Brayard anota ocho nombres, yo siete. Cuando le da la vuelta comprobamos que hay cinco que no coinciden.

Lo que van a leer a continuación es la disección del qué, cuándo y cómo de la mayor atrocidad de la historia de la Humanidad, bajo una perspectiva que aporta novedades. Si creen que saben cómo fue la Solución Final y Auschwitz, aún sin gran detalle, les aconsejo que dejen de leer ahora mismo. Si piensan que tienen una vaga noción, les aseguro que llegarán hasta el último párrafo. Lo más destacable, de momento, es que los dos hemos omitido a uno de los hombres más destacados del Tercer Reich, Joseph Goebbels, icono del nazismo y de la adhesión sin límites a Adolf Hitler. Sin embargo, la mitad de la conversación ha girado en torno a él. No es una coincidencia, encierra parte del enigma, como descubrirán en breve.

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El código del lenguaje

El historiador francés es el que más tarde sitúa la verdadera decisión del exterminio en las cámaras de gas, el que lo reduce a un círculo muy concreto que lo mantuvo en secreto -nada menos que un año- y el que revisa más críticamente las etapas de la eliminación de los judíos, que había empezado antes de la Solución Final. ¿De dónde infiere su interpretación? Básicamente del lenguaje de los documentos que dejaron los nazis. Para Brayard, las palabras son la clave. En este artículo también: 'eliminación', 'extinción' y 'exterminio', adquieren matices que desvelan diferentes fases de la atrocidad del Holocausto.

El punto de inflexión fue entre abril y junio de 1942. Se abandonó la distinción entre judíos del este y del oeste: todos serían asesinados

En un apartado del salón central del Palace que ha elegido él mismo despliego algunos libros, mi cuaderno, la grabadora y las anotaciones de su obra. Voy directo a lo más obvio, la fecha, luego vendrán los matices: “Creo que el punto de inflexión se produjo entre abril y junio de 1942. En ese periodo se tomaron dos decisiones. La primera en abril cuando se abandonó la distinción entre los judíos del este y los del oeste: todos serían asesinados excepto los que aún pudieran trabajar. En junio de 1942, deciden que en un año todos serán asesinados, un periodo de tiempo increíblemente corto. Lo más chocante es que en octubre de 1943 han matado ya a casi al 95%, lo que es terrible”.

Lo más impactante, sin embargo, es lo siguiente. Brayard coincide con otros historiadores en fijar esa fecha, pero se propone a partir de ese mismo instante, comprobar que información realmente se proporciona. "En abril-mayo del 42, es el momento en que se decide el exterminio. Me propuse comprobar cuando se le comunicó al aparato y resulta que sorprendentemente no se hace hasta octubre de 1943. Lo que presenta entonces Adolf Eichmann como responsable de la RHSA fue que deportarían a los judíos al este y que claro que morirían, pero no que fueran a ser asesinados".

Este es uno de los ejemplos: para adentrarse en el retorcido laberinto nazi hay que escoger el mismo uso sibilino de las palabras: dejar morir no es lo mismo que asesinar. Parece delirante, pero marca una gran diferencia. Más aún, si realmente durante un año completo apenas una decena de miembros del Tercer Reich pudieron orquestarlo todo con eufemismos: una de las mayores aportaciones de la obra.

placeholder El historiador Florent Brayard en el Hotel Palace de Madrid. Foto: Julio Martín
El historiador Florent Brayard en el Hotel Palace de Madrid. Foto: Julio Martín

Antes de sacar los nombres de lo que él denomina el complot y de debatir los puntos clave de una tesis que derriba muchas creencias populares, como que el exterminio en masa se decidió durante la Conferencia de Wansee, el 20 de enero de 1942 -tal y como afirma el memorial del Holocausto de EEEU-, o que la población alemana supo relativamente pronto lo que ocurría, conviene explicar por qué decidí quedar con Brayard un sábado de febrero después de comer.

En la redacción nos quedamos los tres mirando la portada en silencio un tanto aturdidos: "Todavía es posible arrojar luz sobre el Holocausto"

Tres semanas antes, en la redacción de El Confidencial, llegó a nombre de Daniel Arjona, el jefe de Cultura, un libro titulado ‘Auschwitz, investigación de un complot nazi’. Yo estoy sentado justo detrás, en Alimente, y Carlos Prieto, también de Cultura, a su lado. Nos quedamos los tres mirándolo en silencio un tanto aturdidos. En la portada hay un entrecomillado: “Todavía es posible arrojar luz sobre el Holocausto” ¿Una nueva luz sobre el Holocausto? Me preguntaron qué podía ser y no supe qué contestarles: se supone que yo soy uno de los más informados de la redacción en estos temas.

El diario delator

"¿Una nueva visión…como por ejemplo que no existió?", soltó Prieto. Nos reímos de los negacionistas, de David Irving por supuesto, que a estas alturas aún debe estar temblando después de haber pasado por una cárcel en Austria en 2006 tras soltar, veinte años antes, sus habituales paridas sobre la inexistencia de las cámaras de gas. Lo que tenemos entre manos no puede ser negacionista, decimos casi al unísono.

"Los diarios de Goebbels no se habían analizado en profundidad: son miles de páginas, pasó de escribrlos a dictarlos"

¿Un complot nazi como enuncia el título? Es tan intrigante que me lo adueño. Dos días después, cuando todavía no he podido meterle mano, bajo a fumar y recibo una llamada de Cristina Portela de la editorial Arpa. Me explica que le han dado mi contacto los responsables de la exposición sobre Auschwitz 'No hace mucho. No muy lejos' que estuvo en Madrid -ahora ya camino de Nueva York- y que hay un libro de un historiador francés, Florent…le corto antes de terminar la frase:

- Cristina, lo tengo encima de mi mesa. De hecho, estábamos en ello.

-¿En serio? Es estupendo, Brayard viene a Madrid en unos días…

Esa tarde comienzo la lectura. Si viene de parte de Musealia, los responsables de la exposición cuyo gran trabajo, exhaustivo y comisionado por el historiador Robert Van Pelt, máxima autoridad sobre el campo de exterminio, merece la pena. En la primera ojeada rápidamente veo el peso de las anotaciones del diario de Goebbels. Me viene a la cabeza la semana que pasé hace ya diez años encerrado en mi entonces piso de la Latina con las más de 800 páginas de las galeradas de la biografía de Ralph Georg Reuth. Las hojas estaban desparramadas por todas partes. Costó plasmar el retrato. Lo hice en ‘Joseph Goebbels, el profeta de Hitler’ en el núm 133 de La Aventura de la Historia, de 2009 y republicado en versión web en 2015.

placeholder Joseph Goebbels
Joseph Goebbels

Es relevante porque gran parte del sustrato del ‘Complot nazi’ de Brayard se basa en sus diarios. Ambos sabemos que si Hitler tuvo veleidades de pintor, Goebbels, desde muy joven, quiso ser escritor: lo intentó con obras de teatro, y ensayos. Cuando ascendió en el NSDAP pensó sus diarios como un proyecto editorial con fecha de publicación y pago mediante. El dato es crucial, porque me plantea algunas dudas sobre su veracidad. Hay muchos extravíos de Goebbels en los que se refiere expresamente a la eliminación de los judíos. La semántica, de nuevo, es la clave. Lo curioso es que Irving y su obra ‘La guerra de Hitler’, tal y como habíamos anotado al principio, sale en la de Brayard, precisamente como ejemplo de la confusa interpretación que se ha dado en ocasiones a los diarios. El inglés usó las partes escogidas más ambiguas para defender que Hitler no ordenó nada.

Hay cinco nombres que no coinciden: Albert Speer, Joachim Von Ribbentropp, Alfred Rosenberg, Herbert Backbe y Heinrich Müller

Con algo menos de un tercio leído, la misma mañana siguiente llamo a Cristina y le cuento sin rodeos que sólo lo escribo si Brayard me dedica toda una tarde, no una entrevista de 30 minutos: lo que expone no se puede despachar así como así. Ni siquiera garantiza nada: es un trabajo ágil, pero repleto de matices e interpretaciones del lenguaje empleado por los nazis y de las extensísimas anotaciones de Goebbels entre otros documentos. Uno de los detalles atractivos es que el propio autor reconoce que no desvela ningún documento nuevo: reexamina todo lo anterior como si lo fuera. Una revisión crítica desde la base sin dar por supuesto nada me parece encomiable. Cristina accede y le digo que sólo puedo el sábado, lo que le costará al historiador su visita al Thyssen. Espero que merezca la pena para todos.

Volvamos al principio. En mi cuaderno, Brayard había escrito en rojo:

  1. Adolf Hitler
  2. Heinrich Himmler
  3. Hermann Goering
  4. Reinhard Heydrich
  5. Ernst Kaltenbrunner
  6. Herbert Backbe
  7. Albert Speer
  8. Heinrich Müller
  9. Adolf Eichmann
placeholder El grupo del complot de Brayard
El grupo del complot de Brayard

Le da la vuelta. Está mi lista en negro, asumiendo que existe un complot y escrita cuando sólo había leído las primeras páginas:

  1. Heinrich Himmler
  2. Hermann Goering
  3. Reinhard Heydrich
  4. Alfred Rosenberg
  5. Ernst Kaltenbrunner
  6. Adolf Eichmann
  7. Joachim Von Ribbentropp
  8. Martin Bormann

placeholder La lista en negro.
La lista en negro.

Me sorprende que tenga casi la misma extensión, aunque un complot se define por un número reducido, es pura coincidencia. He omitido a Hitler por sencillo error y he metido a Bormann porque quiero que me saque de dudas. No es capaz de asegurarlo. Hay cinco nombres que no coinciden: Speer, Ribbentropp, Rosenberg, Backbe y Müller. Rápidamente me compra a Rosenberg: lo consideraba obvio. A mí en cambio se me ha pasado Müller, que también lo era. Cuando sale Von Ribbentropp esboza una sonrisa mientras decide cómo responder a mi órdago. ¿Un complot que atañe a los territorios ocupados sin Ribbentrop, ministro de Exteriores? Brayard reconoce que es muy posible que pudiera estar al tanto, pero no lo puede inferir de su investigación.

Respecto a Speer es rotundo en la entrevista, pero más precabido en el libro, el ministro de Armamento fuel el que mejor salió parado en Nüremberg

El otro detalle de relevancia son los tres hombres de la RHSA: Heydrich, Kaltenbrunner y Eichmann, que coinciden. La RHSA fue el organismo que ejecutó todo. No hace falta detenerse con Göring ni Himmler. En cuanto al ministro de Agricultura, Backbe, ni lo hubiera imaginado. Por último, está la anécdota macabra, Albert Speer. Durante la entrevista es rotundo acerca del ministro de Armamento. En el libro es más precavido. Lo increíble es que Albert Speer se libró en los juicios de Nüremberg del cargo de Crímenes contra la Humanidad, es decir, cualquier responsabilidad en el Holocausto. Brayard no sólo cree que como consejero íntimo y confidente del mismo Adolf Hitler fuera informado, sino que por sus manos pasaron los planos de la ampliación de Auschwitz: las cámaras de gas y los hornos crematorios. No hay orden escrita.

Las pruebas

Volvamos al ausente Joseph Goebbels, el pilar central del libro junto a la relectura de la Conferencia de Wanssee, un discurso de Himmler en Polsen en 1943 y los diarios de Rudolf Hoss, comandante del campo de Auschwitz, después ampliado con Birkenau. Son los puntos cardinales de lo que denomina el complot: el plan secreto de la aniquilación sistemática en las cámaras de gas de los campos de exterminio como Auschwitz, Treblinka y Sobibor. La única razón de que Goebbels no esté en mi lista es porque lo había leído en la introducción de su libro, de otra forma lo habría incluído.

La gran cuestión es la siguiente: ¿Por qué es tan importante Goebbels en su libro si no sabía nada? No es porque fuera probablemente el hombre más identificado con los valores del Reich de los mil años y las teorías de Hitler, el dios al que adoraba, más allá del fanatismo. La relectura de Brayard de los diarios de Goebbels son los que abren la mayor vía a su tesis de que sólo un reducido grupo lo supo. Le recuerdo las veleidades literarias del ministro de la propaganda nazi y su intención de publicarlo. Él mismo escribe que había vendido los derechos a la imprenta del partido. La pregunta es si podemos fiarnos de su veracidad:

"Los diarios de Goebbels son valiosísimos porque están sin editar, en bruto, sin ningún flitro posterior cómo él hubiera deseado"

Florent se revuelve y se nota la emoción cuando explica la cuestión: "Lo mejor es que efectivamente tenía la intención de editarlos, como ya había hecho con una parte de ellos anterior. En esa obra se nota claramente que ha reescrito y adornado partes, pero todo cambia en 1941. Cuando Hitler invade la URSS decide que la obra en bruto sea conservada en las cajas del Reichsbank, por lo que cuando termina la guerra, tenemos un diario puro, sin retocar. No solo eso: Goebbels está tan ocupado que pasa de escribirlos a dictarlos a un ayudante, por lo que se multiplican los detalles y la información sin filtro. Son una fuente de un gran valor y son miles de páginas". A partir de ellos el historiador francés infiere una gran cantidad de datos. Junto a otros documentos, como los diarios de Rudolf Höss apunta quién lo supo y cuándo: el momento en que se decidió la aniquilación total de todos los judíos de Europa.

"Es importante distinguir entre la eliminación con la esclavitud y el exterminio sistemático de los judíos de todos los territorios ocupados"

Este el aspecto más relevante del titánico esfuerzo del historiador por adentrarse en los detalles. Mucha atención con la última frase del párrafo anterior: “la aniquilación de todos los judíos de Europa”. Es absolutamente esencial. Tanto, que Brayard me advierte en repetidas ocasiones sobre sus citas. “Se refiere a la Solución Final tal y como la conocemos ahora, con la máquina de exterminio de Auschwitz-Birkenau asesinando en masa a los judíos de todos los territorios incluyendo los ocupados como Francia, Italia y los mismos ciudadanos alemanes, no a las matanzas de los judíos del Este”. De hecho, Goebbels conoce perfectamente y así lo anota, las masacres generalizadas de los Einsatzgruppen, un motivo más por el cual Brayard deduce que si en cambio no escribe nada similar en términos tan claros sobre el plan de exterminio iniciado en verano es, sencillamente, porque lo desconoce.

Aquí está otra de las grandes claves: no se discute el destino de los judíos del este, que van a morir de una forma u otra, sino la de TODOS los judíos de Europa. El asesinato ya es masivo, pero el plan de exterminio sólo comienza entonces. Existe la tentación de pensar que el resultado es el mismo, pero no lo es: ni por la escala, ni por el objetivo, ni por su implementación, que teminará con los judíos húngaros en 1944.

La maquinaria del mal

Ningún escuadrón de los Einsatzgruppen habría podido aniquilar a casi 400.000 seres humanos en un mes y medio, como ocurrió en Hungría, cuando la maquinaria del mal funcionaba a pleno pulmón. La brutalidad de horrores como el de Babi Yar, era conocido aunque de forma vaga por los aliados. Gran Bretaña tuvo noticias de que los Einsatzgruppen asesinaban a los judíos en el este. La inteligencia británica interceptó en varias ocasiones gracias a la máquina Enigma y el código descifrado por Alan Turing en Bletchley Park, las órdenes y ejecución de algunas de ellas.

Foto: Un militar sanitario de la ‘Armada Roja’ soviética examina a uno de los supervivientes de Auschwitz tras su liberación el 27 de enero de 1945

Para los británicos, eran parte de la guerra. Así de simple. Incluso ahora es difícil inferir que en poco tiempo los nazis organizarían el plan de aniquilación más sistemático, eficiente y de mayor escala de toda la historia para borrar del mapa a toda la comunidad judía de Europa. Era impensable porque no lo sabían ni siquiera la mayoría de los miembros del propio gobierno del Tercer Reich, si seguimos a Brayard. Aún hoy sigue resultando en cierto modo impensable, por mucho que ocurriera. En este punto ruego a los lectores que se abstengan de escribir comentarios sobre Pol Pot en Camboya, Stalin o el rey Leopoldo de Bélgica. No existe nada en la historia como lo que comenzó denominándose “la solución al problema judío”.

La evolución del mal

Aunque parezca gratuito es necesario conocer las fases, para poder entender algo del plan de Hitler. Brayard lo resume de la siguiente forma con una primera aclaración sobre Wannsee: "Había planes desde el principio de eliminar de alguna forma a los judíos, como los planes de esterilización, un experimento que llevó a cabo Himmler, así que el resultado final habría sido la aniquilación en unos 40 años, no habría más judíos en Europa o Rusia, pero no por el método del asesinato. Lo que yo creo que estaba presente en Wannsee era ya este tipo de solución final, que es una mezcla entre las deportaciones, la esclavitud y los trabajos forzados: la extinción. Lo que dijo Heydrich en 1942 en Wannsee: “Al final del proceso por la brutalidad de las condiciones habrán desaparecido”, la extinción por los trabajos forzados, la hambruna, las enfermedades. Lo que expone en esencia Heydrich es que los judíos estarán en situación de mortalidad. Esto es lo que se plantea en mi opinión en Wannsee. Esto no es exactamente lo que entendemos por la Solución Final, la que se implementó".

Descubrí que en mis subrayados de una obra del historiador Ian Kersaw, había una alusión a la argumentación de Brayard: él ni siquiera lo sabía

Cuando ya llevaba medio libro, antes de nuestro encuentro me vino a la cabeza una obra del gran historiador Ian Kersaw. No su biografía canónica sobre Hitler, sino una obra menos conocida titulada ‘Hitler y la Solución Final’ publicado en 2008 por La Esfera de los Libros. Resulta que en mis subrayados de hacía más de cuatro años había uno muy concreto que entonces utilicé para delimitar fechas. Se refería a Wannsee. Unas líneas después se encontraba la alusión: “Florent Brayard sitúa la fecha de la orden de Hitler para iniciar la Solución Final como un programa exhaustivo, en un momento posterior a la propuesta por cualquier otro historiador: junio de 1942”. Kersaw había citado a Brayard. Veamos por qué.

El nudo de la madeja

Obviamente yo no lo recordaba por el francés, pero sí por el fondo de la cuestión. Le pregunto en el Palace sobre ello, si había ya una traducción al inglés. No la hay. Es más, desconocía que Kersaw le había citado. Se lo enseño porque he llevado el libro. El historiador británico tuvo que leer su obra anterior 'La Solution finale de la question juive' en francés. Kersaw lidiaba con aspectos tan peliagudos como el nivel de conocimiento, no ya sólo de los dirigentes, sino del mismo pueblo alemán. La cuestión es que el historiador británico aparece también en la obra de Brayard: "En ningún caso creo que podamos imaginar teniendo en cuenta el estado de las fuentes, que Hitler, como sostiene Kersaw, se abstuviese de entrar en detalles del exterminio de los judíos con Himmler".

Lo que él no sabía es que en la obra posterior, Kersaw había rectificado…con su propia argumentación: "Durante la primavera y verano de 1942, la deportación a los campos de la muerte polacos se extendió (...) Tal y como Florent Brayard ha argumentado, es muy probable que todo eso tuviera lugar durante las discusiones [de Hitler] con Himmler mantenidas bajo el impacto del asesinato de Heydrich". Una muestra del consenso al que se refería. La conversación comienza a elevarse. Después de una de mis preguntas hace un inciso y se sale del guión. “Por lo que estamos hablando entiendo que tú crees que Himmler sabía ya en 1941 que iban a aniquilar a todos los judíos de Europa”. Le respondo que sí.

- Yo creo que no

La fecha se debe al momento en el que Hitler, a través de Himmler decide ejecutar los planes masivos de deportación a los campos del este: lo que se comunica en Wanssee. La conferencia que orquestan Heydrich y Eichmann, el segundón de toda la lista y que acabaría siendo en cambio el director efectivo de la Solución Final desde la sección IV de la RHSA. Surge la diferencia: puede que no lo comunicaran oficialmente, pero la existencia de unas fases no implica que Hitler e incluso su círculo más exclusivo hubieran decido ya el exterminio, de hecho, podría apoyarlo, incluso en la vertiente secreta que esgrime él mismo.

Se hace muy difícil pensar en un simple 'clic', como se podría desprender de su argumentación: como si una fase empujara a la siguiente

Brayard se defiende a toda velocidad porque tiene en la cabeza todo el compendio de acontecimientos y órdenes: "Pero no tenemos constancia de ello, no se comunica a nadie. Es más, en lo que atañe a los judíos del oeste tenemos pruebas de lo contrario, como cuando Himmler se entera de que ha habido una matanza de judíos en el oeste a finales de 1941 y reprende a los responsables". Se podría interpretar, claro está, de otro modo: el máximo dirigente de las SS no quería desvelar los verdaderos planes de exterminio: aún era pronto. Se me hace muy difícil pensar en un simple 'clic', como se podría desprender de su argumentación: como si una fase empujara a la siguiente por concatenación.

Crece el ritmo. Me encaja el Plan Madagascar, como introducción al proceso de decisión nazi, pero hago ademanes para disuadirle. Si existió ese plan como algo real en algún momento, acabó convirtiéndose en un teatrillo de cara al exterior: no le quiero dedicar tiempo. Advierte mi impaciencia y decide abandonar esa línea. Avanza un poco más. Noto que le ha contrariado mi desdén por la supuesta relocalizacion de los judíos: él lo ha estudiado con detalle para su reinterpretación, sin prejuicios, desde la base. Quizás no le esté comprendiendo: es cierto que explica el proceso, pero yo no tengo tanta paciencia, porque no deja de ser relleno: ningún judío iba a ir a Madagascar, sino a los guetos y después a los campos de trabajo. Es decir, a la esclavitud y a la muerte, aunque no hubiera cámaras de gas entonces.

El engranaje perfecto

La brutalidad de los trabajos forzados y la alienación total de los judíos es concebible, por horroroso que resulte: al menos tenía un objetivo tangible como era el esfuerzo de guerra. La Solución Final, el exterminio sistemático y perfectamente planificado se forjó en secreto y con un reducido grupo. La gran desolación ¿Cómo es posible que apenas diez personas pusieran en marcha el mayor de los horrores?

"Porque aunque fuera muy complejo en cuanto a logística y planificación, era al mismo tiempo increíblemente sencillo. La estructura que se había creado en el Reich, tan ordenada como jerárquicamente compartimentada lo facilitaba todo. Además no hubo órdenes escritas directas, todo se resolvió con eufemismos y comunicaciones orales". Esto es precisamente uno de los problemas que plantea Wannsee: es justo el lenguaje que se usa en la conferencia el que dictamina la forma de informar sobre el plan de exterminio que se pone en marcha en el verano de 1942: deportaciones al este.

El engaño sobre el exterminio se montó evitando cualquier orden escrita que se saliera del puro eufemismo sacado directamente de Wannsee

También es un reflejo de lo que ocurrió después: cuando se comunicó oficialmente, según Brayard en un discurso de Himmler en Polsen en 1943, se aceptó con toda naturalidad, y antes, los que lo ejecutaron, incluso los eslabones más alejados del mando, sólo tenían que hacer una pequeña parte, que además era incuestionable.

Tal y como deja claro Brayard, en la famosa Conferencia de Wansee organizada por Heydrich, no se decidió, ni se comunicó la implementación de la Solución Final con las cámaras de gas de Birkenau, Treblinka o Sobibor, aunque haya quedado así de alguna forma en el imaginario popular. Fue algunos meses más tarde, en junio de 1942 y salvo Reinhard Heydrich y Adolf Eichmann, los organizadores de la RHSA, el resto de los presentes no fueron informados entonces.

El engaño más increíble

Si la transcripción de la Conferencia de Wannsee, el documento más completo que ha sobrevivido en el que se hace alusión directa a los planes de deportación masivos y a la estructura de la Solución Final no revelan el verdadero momento ¿Cómo se sabe que fue en verano? Por otras fuentes menos directas. Aquí comienza otra operación de derribo, era un plan tan secreto que no existen apenas órdenes: las pocas que dieron fueron destruidas de inmediato. Se basa en testimonios de conversaciones, en las confesiones de Hoss, Eichmann y otros y en los diarios de Goebbels, por ejemplo. La intención siempre fue ocultarlo, hasta que se comenzara a ejecutar, incluso dentro del propio gobierno y del partido, según defiende Brayard.

El punto de ironía más macabro es que cuando Himmler comunica en 1943 al aparato la Solución Final del problema judío, es el mismo año en que los aliados tuvieron las pruebas más que indiciarias de lo que ocurría en realidad en los campos de concentración del este. Un informe sobre el uso del gas Zycklon B usado en los campos de exterminio llegó a Berna, Suiza, desde donde fue transmitido al Congreso Judío Mundial de Nueva York, el denominado telegrama Riegner. El gobierno de EEUU pidió a Stpehen Wise, su presidente, prudencia, por no haber sido corroborado. Aún así dio una rueda de prensa para comunicarlo. Brayard asiente cuando le presento el caso: "Es cierto, prácticamente el aparato nazi al completo tuvo la información al mismo tiempo que el resto del mundo".

Creemos que sabemos como se ejecutó la Solución Final, si se rebusca en los detalles, como ha hecho Brayard se corre el riesgo de enloquecer

Por supuesto, cuando perdieron la guerra trataron de borrar los campos de exterminio a toda velocidad. Es la prueba más convicente junto al detalle de que Adolf Hitler jamás emitiera ninguna orden por escrito y utilzase en todos sus discursos incendiarios palabras escogidas, ambigüas dentro de su brutalidad, las frases que registraba y adornaba luego Goebbels, su más fervoroso ministro, el único de los máximos dirigentes del partido al que no informaron del verdadero plan de exterminio hasta que este ya se había puesto en marcha.

-¿Por qué Goebbels si era el más servil y leal de todos sus ministros? le pregunto hacia el final.

-¿Por qué no? me responde impávido Florent y lo explica con una sencillez aplastante: "A fin de cuentas era el ministro de Propaganda, quizás simplemente era obvio que el encargado de vender dentro y fuera del Reich las mentiras y los macabros eufemismos nazis no debía saberlo hasta que no fuera una realidad". Además, lo registraba todo en sus diarios. No sé si hubiera dado lo mismo, porque de no haberse suicidado junto a su mujer Mahda y tras haber asesinado a sus seis hijos en la debacle final del búnker de la cancillería en Berlín, los habría editado, pero desmorona cualquier imagen de un Adolf Hitler fuera de sus cabales.

El plan de exterminio no fue obra de un demente. Creemos que sabemos cómo se planificó y ejecutó la Solución Final. Si se rebusca en los detalles, como ha hecho Florent Brayard en su magnífica obra, se corre el riesgo de enloquecer. Fui a entrevistarle intrigado por su reinterpretación de los detalles, obviados o pasados por alto según se avanzaba en otros campos. No todas sus conclusiones son igual de sólidas. Varias semanas después sigo digeriéndolo lentamente. El complot y la sencillez de su ocultación, es un ovillo difícil de desmadejar. Lo peor es que tal y como lo expone, más que una nueva luz sobre el Holocausto, arroja un nuevo abismo.

Después de dos horas de interrogatorio le doy mi cuaderno a Florent Brayard. Le pido que escriba en rojo la lista del pequeño círculo del Tercer Reich que estaba al tanto de la Solución Final y hago señas al camarero del Hotel Palace para que traiga la cuenta. Piensa que hemos terminado, pero no sabe que aún nos queda el epílogo. Cuando me lo devuelve le explico que a la vuelta de la página está mi propia lista en negro. Su lista es más valiosa porque él ha escrito un exhaustivo y arriesgado ensayo y yo en cambio, solo he publicado un libro sobre el Holocausto en Hungría cuyo foco era el diplomático español Ángel Sanz Briz. Brayard anota ocho nombres, yo siete. Cuando le da la vuelta comprobamos que hay cinco que no coinciden.

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