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“Deberían avergonzarse”: la ómicron sumerge el planeta en un 'dilema del prisionero' en bucle
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“Deberían avergonzarse”: la ómicron sumerge el planeta en un 'dilema del prisionero' en bucle

La gestión de la pandemia deja dos opciones a la comunidad internacional: cooperar o intentar salvarse cada uno por su cuenta. Ómicron revela qué ha elegido cada cual

Foto: Un vial con la bandera sudafricana de fondo. (Reuters/Dado Ruvic)
Un vial con la bandera sudafricana de fondo. (Reuters/Dado Ruvic)

El viernes 26 de noviembre, una ‘task force’ de la Organización Mundial de la Salud se reunía de urgencia a petición de Sudáfrica. Debían decidir sobre el nivel de amenaza que suponía la nueva variante del SARS-CoV-2 secuenciada hace pocos días por las autoridades sanitarias del país. En ese momento, tan solo sabían que tenía 34 mutaciones en algunos genes clave y que parecía transmitirse a mayor velocidad. En apenas una semana, los casos por esta variante se habían disparado un 200% en la nación africana. Nada se sabía, sin embargo, sobre su letalidad o su capacidad para sortear la protección de las vacunas.

Lo que sucedió a continuación resume bien cómo la pandemia ha sumergido el planeta en un dilema del prisionero en bucle, un escenario estratégico donde los países siguen sus intereses egoístas a corto plazo con un resultado indeseable para todos los involucrados. Episodios recurrentes donde vemos a la comunidad internacional fracasar en sus intentos de colaborar para atajar el coronavirus pese a todo lo que está todavía en juego. Sudáfrica no ha sido el primero, ni será el último, en sufrir las consecuencias.

El equipo técnico de la OMS discutía sobre qué grado de riesgo asignar a la nueva variante de los cuatro que componen su escala: monitoreo, interés, preocupación o alto impacto. La variante se había detectado poco antes en Botsuana y ya había alarmado a los científicos por su potencial para expandirse rápidamente y su elevado riesgo de reinfección. Al final, en un movimiento inesperado, la declararon directamente 'variante de preocupación', porque en anteriores momentos de la pandemia la lentitud de los gobiernos en reaccionar había resultado desastrosa, según recoge el diario 'Financial Times' citando a fuentes conocedoras de la negociación.

Los mercados, que ya venían cayendo desde el inicio de la jornada, terminaron de desplomarse con el anuncio de ómicron, generando una reacción en cadena en la que, en apenas unas horas, más de una veintena de países —incluida la Unión Europea— suspendieron sin previo aviso los vueltos desde y hacia África del Sur y otros países vecinos. El anuncio dejó a los afectados estupefactos.

“Deberíamos ser aplaudidos por haber alertado al mundo de esta variante que empieza a extenderse por el mundo. Lo que menos esperábamos era que fuéramos castigados por varios países por haber sido transparentes con lo que sabíamos”, insistía esta semana el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa.

Prisionero B.1.1.529

La variante, entonces conocida como B.1.1.529, fue secuenciada a las 14:00 del martes 23 de noviembre en los laboratorios el NICD sudafricano (Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas, por sus siglas en inglés). Se sorprendieron por la gran cantidad de mutaciones encontradas: hasta 55 en todo el genoma, incluyendo un récord de 32 en la proteína S, la llave de entrada del virus a las células humanas. Menos de 36 horas después, las autoridades sanitarias del país ya habían dado el aviso a la OMS, que acabaría convocando la mencionada reunión de emergencia.

Sudáfrica había representado a la perfección el papel de alumno aventajado en cooperación por la pandemia: vigilancia genética, secuenciación rápida del genoma del virus, alerta temprana y publicación internacional de los datos para poder desarrollar, si es necesario, modificaciones a las vacunas. La reacción de la comunidad internacional con un confinamiento aéreo involuntario del país ha sido un golpe a la moral y la economía de un país muy castigado por el virus, justo durante el verano austral y, con él, su vital temporada turística.

Foto:  Varias personas esperan la llegada de un ser querido en el aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas. (EFE/Naranjo)

Esto muestra que la pandemia no es un juego de suma cero, sino que estamos inmersos en un experimento social a escala planetaria en el que representamos periódicamente a los prisioneros que se juegan su condena a dos cartas: confiar y cooperar por el bienestar común, aunque implique aceptar un riesgo; o ser egoísta y asumir que todo el mundo también está apostando al sálvese quien pueda.

Este clásico de la teoría de juegos suele servir para ilustrar cómo conductas que parecen irracionales son coherente a nivel individual, aunque no sean óptimas para el colectivo. En términos pandémicos, el caso sudafricano es una nueva muestra de este permanente desequilibrio: un país que dedicó recursos a secuenciar el virus para descubrir las nuevas variantes y compartir los avances con los países desarrollados, es castigado por esos mismos países desarrollados que acaparan las vacunas (un 75% de las dosis globales administradas) que reducirían la posibilidad de que se generen esas mismas variantes en África (un 6% de las dosis). ¿Qué incentivo tendrá ahora Sudáfrica para colaborar?

“Es extremadamente injusto castigar a Sudáfrica y sus vecinos. Sería muy malo si los países empezaran a retrasar la publicación de ese tipo de información [sobre variantes] por miedo a que pudieran ser castigados por su transparencia”, critica la epidemióloga Catherine Kyobutungi, directora ejecutiva del Centro de Investigación de Población y Salud Africana (APHRC, por sus siglas en inglés), en una entrevista con El Confidencial.

Deberían estar avergonzados

Nadie ejemplifica mejor la impotencia y la rabia del continente que Tshifhiwa Tshivhengwa, jefe del Consejo Empresarial de Turismo de Sudáfrica (TBCSA, por sus siglas en inglés). El consorcio, que agrupa a todas las asociaciones relacionadas con el sector, desde los hoteles hasta las aerolíneas, ha recibido la cancelación de vuelos como un torpedo a su línea de flotación económica. Cuando parecía que iban a comenzar a recuperarse después de casi dos años de restricciones por la pandemia, la variante ha reventado sus previsiones.

PREGUNTA. ¿Cómo valora la reacción de los países occidentales?

RESPUESTA. Creo que es injusto y que se trata de una reacción visceral e impulsiva que no tiene justificación. Este tipo de cosas sucede sobre todo cuando es un país africano el afectado. Muchos todavía nos ven un continente que no ha avanzado, pero hemos detectado esta variante, y ahora descubrimos que ya circulaba en países europeos antes de que la detectáramos. Que los científicos hayan hecho un brillante trabajo de secuenciación y hayan descubierto las mutaciones, lo hayan anunciado al mundo y esta haya sido la reacción... Los países que han prohibido viajes desde Sudáfrica y a sus ciudadanos viajar aquí deberían estar avergonzados, porque es injustificado, no es necesario. Han querido cerrar el sur de África y tirar las llaves. Las prohibiciones de viaje no funcionan. Se ha visto que siempre llegamos tarde, cuando las variantes ya circulan. Tenemos que enfrentarnos al covid-19 en solidaridad para asegurarnos de que la pandemia terminará en algún momento.

P. ¿Cree que los científicos y las autoridades sudafricanas deberían seguir actualizando a la OMS tan rápido como lo han hecho si se encuentran nuevas variantes del virus?

R. Es inevitable que a uno le surjan dudas y diga, si vamos a compartir lo que descubrimos en nuestros laboratorios y nos castigan económicamente... Lo que ha sucedido es muy grave y no anima a nadie a colaborar, no hay incentivos. ¿Deberíamos informar si nos van a golpear de la forma en que nos han golpeado? Esa pregunta se queda en nuestras mentes, pero nuestros doctores tienen un deber ético y seguirán actualizando sus descubrimientos.

Foto: Una mujer recibe la vacuna del covid en Sudáfrica. (Reuters/Sumaya Hisham)

P. ¿Cuáles serán las consecuencias económicas del bloqueo de vuelos y el cierre de fronteras?

R. Lo pongo como una hipótesis, pero si esta variante no es tan mortal, ¿entonces qué? Las consecuencias económicas para nosotros son mucho mayores, se perderán puestos de trabajo en Sudáfrica, hemos perdido miles de millones de ‘rands’ [divisa local] y de reservas. El turismo es muy importante, sobre todo el internacional. Una vez que se pierde la temporada alta, toca esperar al próximo septiembre. Los hogares y empresarios van a sufrir, los comerciantes van a sufrir, los hoteles... La lista continúa, la gente está encerrada en casa con ansiedad porque han pulsado el botón del pánico. Debemos hacer las cosas con más responsabilidad. Pero somos resistentes, nos recuperaremos.

P. ¿Qué tiene que decir a los países occidentales que han cerrado sus puertas a Sudáfrica y decidido impulsar la tercera dosis de la vacunación en casa?

R. Basta, detengan estas prohibiciones de viaje injustificables y detengan estas prohibiciones de viaje sin base científica. Simplemente, basta. Por favor, no nos traten como lo han hecho. Aunque vivamos al otro lado del mundo, somos seres humanos y nuestras economías importan. Si de verdad quieren hacer frente a la pandemia, donen vacunas, háganlas más accesibles para que los países del continente africano puedan comprarlas y vacunar a su población. Simplemente, basta. Creo que es importante que en cualquier decisión que se tome, tengamos en cuenta las consecuencias económicas para otros países. No pueden encerrarnos. Eso es todo.

Goteo de ómicron

Efectivamente, el cierre de las rutas aéreas no impidió que un goteo de casos de la variante ómicron fuera apareciendo en algunos de los países que más se apresuraron en tratar de aislarse. Bélgica, Hong Kong, Israel, Reino Unido, Portugal, Países Bajos, Alemania, República Checa, Austria, Dinamarca, Australia, Italia, Filipinas, Indonesia, Canadá, Francia. A media tarde del lunes, España, y el miércoles, Estados Unidos. Al menos 25 países ya la han detectado en sus territorios hasta la fecha. Holanda incluso reconoció que la variante podría estar en el país hasta una semana antes de que el anuncio sudafricano causara conmoción global.

“El hecho de que la variante fuera descubierta aquí no significa que se originase en Sudáfrica, solo pasa que tenemos un buen sistema de vigilancia genómica y hemos sido transparentes en informar al resto del mundo de manera oportuna”, se lamenta Charles Wiysonge, miembro del grupo de respuesta al covid-19 en el Consejo de Investigación Médica sudafricano, en declaraciones a El Confidencial.

La comunidad científica mundial ha detectado cientos de mutaciones del coronavirus, pero solo las consideradas de mayor “preocupación” reciben nombres de letra griega. En Sudáfrica se han identificado ya al menos tres variantes, dos “de preocupación” (beta y ómicron) y una “de interés” (otras han aparecido en Colombia, Reino Unido, EEUU o India). A veces una variante “de preocupación” acaba quedando en nada, como la variante mu, predecesora de la ómicron secuenciada en Colombia. Pese a que en su momento varios científicos advirtieron de su potencial, a los pocos meses quedó relegada por el avance de la Delta, y devaluada por la propia OMS a “variante de interés”.

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De hecho, Trevor Bedford, virólogo del Fred Hutchinson Cancer Research Center de Seattle (EEUU), identificó el origen genético de la ómicron en una desviación del SARS-CoV-2 de principios de 2020, mucho antes que la variante delta. Desde entonces, había pasado desapercibida o no se había logrado expandir. Esto puede ser porque estuviera contenida en una población aislada que volvió recientemente a tener contacto con el mundo; porque se haya trasladado en un animal o, quizá más probable, porque pasara mucho tiempo en el cuerpo de un huésped inmunodeprimido donde tuvo tiempo de mutar hasta hacerse más contagiosa.

Tres posibles explicaciones a este fenómeno que ponen en perspectiva la dificultad de lidiar con el virus, cuya tendencia endémica hace que esta situación probablemente vaya a repetirse en el futuro. Y nada hace pensar que la respuesta no vaya a ser la misma.

“Cuando llega a la política es cuando los mensajes [de la OMS] se retuercen", apunta en esta línea la epidemióloga Ngozi Erondu, investigadora sénior del Instittuto O'Neill en la Universidad de Georgetown. "Muchos líderes de gobiernos actúan de modo que parece como que están 'haciendo algo' en lugar de adherirse a una estrategia nacional coherente que realmente proteja a su gente”, concluye.

El viernes 26 de noviembre, una ‘task force’ de la Organización Mundial de la Salud se reunía de urgencia a petición de Sudáfrica. Debían decidir sobre el nivel de amenaza que suponía la nueva variante del SARS-CoV-2 secuenciada hace pocos días por las autoridades sanitarias del país. En ese momento, tan solo sabían que tenía 34 mutaciones en algunos genes clave y que parecía transmitirse a mayor velocidad. En apenas una semana, los casos por esta variante se habían disparado un 200% en la nación africana. Nada se sabía, sin embargo, sobre su letalidad o su capacidad para sortear la protección de las vacunas.

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