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El militar español que adiestró a Castro
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El militar español que adiestró a Castro

Podría definirse como “un tipo duro que sobrevivió a mucha mala leche”. O como “un militar por los cuatro costados, que creía firmemente que los medios

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El militar español que adiestró a Castro

Podría definirse como “un tipo duro que sobrevivió a mucha mala leche”. O como “un militar por los cuatro costados, que creía firmemente que los medios que la nación proporciona al Ejército son para que la defienda y garantice su seguridad, no para sojuzgarla ni tiranizarla”. En todo caso, Alberto Bayo y Giroud (1892-1967), nacido en Camagüey (Cuba) y cuyo padre fue un militar español destinado en Puerto del Príncipe, tuvo una vida poco conocida, llena de valentía y cuya influencia en acontecimientos posteriores es notable. Y eso es lo que cuenta el periodista Luis Díez en Bayo, el general que adiestró a la guerrilla de Castro y el Che (ed. Debate), un fascinante recorrido por las aventuras de un intrépido personaje.

Bayo llega a España en 1898, con seis años. Recibirá formación en la Academia de Infantería de Toledo, convirtiéndose después en piloto. Participó en la guerra de Marruecos, fundó el primer aeródromo español y fue condenado por escribir panfletos contra la monarquía borbónica. En la Guerra Civil estuvo del lado republicano, combatiendo con éxito la insurrección franquista en Ibiza. Su posterior intento de tomar la isla de Mallorca concluyó en un notable fracaso por el que fue juzgado y relevado del mando.

Para Luis Díez, la fortaleza interior de Bayo y su convicción de haber nacido para la acción, le hacen especial. “Como señaló José Ortega y Gasset, cada uno es fruto de las circunstancias que le ha tocado vivir y como dijo El Guerra, “cada cual es cada cual y tiene sus cadicualadas”. En todo caso, hablamos de un guerrero que estaba convencido de que, con apoyo social, la guerrilla es invencible. Asistimos en Iraq –y yo tuve la oportunidad de comprobarlo en persona como enviado especial- a la forma más tecnológica y sofisticada de guerrear y ocupar un país. Y en Iraq, como en Vietnam, la guerrilla, aunque le llamen terrorismo, sigue siendo invencible”.

Esa concepción de la guerra, sobre la que escribió un tratado, fue el hilo que tejió su relación con el entorno revolucionario americano. Cuando Bayo contaba 55 años y residía en México, le fue presentado un abogado cubano de 29 años que acababa de ser expulsado a México tras dos años de prisión por el intento de asalto al cuartel de Moncada. “Fidel Castro es consciente de que sus seguidores del M-29-J, aniversario de la muerte de José Martí y día del asalto a Moncada, necesitan instrucción militar para intentarlo de nuevo. Le pide ayuda, le recuerda que es de origen cubano y que Cuba también es su patria. Él le escucha y obtiene la impresión de que está ante un soñador. Le responde que cuando tenga hombres y dinero vuelva a verle”. En todo caso, según Díez, Bayo “era un exiliado para el que la guerra española no había terminado. Su odio hacia Franco era enorme, y lo difirió hacia el dictador cubano Fulgencio Batista”.

Fidel emprende una gira en busca de apoyo por Estados Unidos y, a su regreso, vuelve a visitar a Bayo, quien “se siente atrapado por su compromiso anterior y, mintiendo a su mujer, deja las clases en la Escuela de Mecánica de Aviación, en la Universidad, donde impartía francés e inglés, y entrega una pequeña fábrica de muebles que tenía a un encargado que nunca le pagó, para dedicarse a enseñar instrucción militar a los cuarenta guerrilleros que Fidel había logrado congregar en seis pisos en México D. F. Ahí es donde conoce a Ernesto Guevara, El Che. Le decían así porque era argentino”.

La admiración de Guevara

Una relación que se hará muy intensa, dado el afecto y la admiración mutuos que se profesarán. “Guevara cautiva a Bayo por su entusiasmo, capacidad intelectual y dotes de mando. Bayo dijo que era “su mejor alumno” y El Che le consideró “su maestro”. El Che dijo que cuando conoció a Bayo y escuchó sus enseñanzas, comenzó a creer en un triunfo que hasta entonces le había parecido remoto. Hay que darse cuenta de que aquellos tipos, los muchachos que unos meses después embarcaron en el Granma, eran 83 e iban a guerrear contra un ejército regular de 70.000 soldados. Tal era el Ejército cubano al mando de Batista. De modo que la influencia de Bayo sobre El Che debió ser enorme”.

Una guerrilla que, sin el entrenamiento y el consejo de Bayo, difícilmente hubiera logrado la victoria. A pesar de que el militar español no estuvo con ellos en Sierra Maestra (“Me dejaron en tierra por viejo, no por cobarde”, decía) a Luis Díez no le cabe duda de que “sin las terribles marchas de hasta doce horas a las que sometía a los guerrilleros en un rancho en Chalco, cerca de la capital mexicana, y sin los consejos y ardides que les inculcó –el "pica y corre” y el “muerde y huye” que luego adoptaron todas las compañías de operaciones especiales del mundo, las famosas COES o boinas verdes españolas y, desde luego, los estadounidenses- la lucha contra el ejército batistiano hubiera sido más difícil. Si quitamos el enfrentamiento de Santa Clara, no hay una sola batalla de los guerrilleros contra las tropas regulares. La habilidad de la guerrilla fue obtener el apoyo social y no dar la cara jamás. Hostilizar y guarecerse, el pica y corre, el muerde y huye que les enseñó aquel militar español”.

Así, Bayo ganó fuera la guerra que no pudo ganar en España. Y quizá fuera una buena metáfora de su época, cuando los revolucionarios emigraron a América Latina y abandonaron Europa, trasladando a otros países conflictos impensables en el viejo continente.

Para Luis Díez, “el triunfo de los barbudos de Sierra Maestra, en enero de 1961, fue visto en toda Europa como una gesta deslumbrante, extraordinaria, e irradió su ejemplo a todos los movimientos de liberación”. Pero hoy esos movimientos deben encontrar otras expresiones, ya que “estaban inspirados en las gestas revolucionarias más sinceras del siglo pasado, cuando el hambre de justicia frente a la tiranía y la miseria bien valía una revolución. Pero hoy han comprendido que la democracia permite obtener unas mejoras sociales más estables y duraderas sin derramar sangre. De algún modo, la izquierda se ha hecho gradual y va obteniendo conquistas para mejorar la vida de la gente. Lo importante es que el capitalismo y su brazo inmoderado, el imperialismo, no insistan en imperar. Y parece que esas fuerzas van evolucionado de un modo inteligente y van entendiendo que la indignación y la desesperación no son gobernables. Por tanto, aunque sea mucho decir, evitan tensar la cuerda y valoran la convivencia”.

Pero los cambios parecen más profundos, como prueba el hecho de que figuras como El Che ya no son alabadas por aquellos que siempre les habían tenido en estima, como subraya el editorial tan negativo publicado recientemente en el diario El País. “El Che seguirá siendo un icono como Santa Teresa de Jesús, aunque sin brazo incorrupto que venerar. Por tanto, no creo que pierda pie porque habita en estado místico en el imaginario de millones de jóvenes que en todo el mundo admiran su ejemplo de lucha contra la injusticia. Luego ya, los editoriales de determinada prensa son la pequeña expresión de quien nunca ha conjugado los verbos compartir y repartir ni ha entendido la globalización esencial, es decir, la creciente globalización de la solidaridad”.

Podría definirse como “un tipo duro que sobrevivió a mucha mala leche”. O como “un militar por los cuatro costados, que creía firmemente que los medios que la nación proporciona al Ejército son para que la defienda y garantice su seguridad, no para sojuzgarla ni tiranizarla”. En todo caso, Alberto Bayo y Giroud (1892-1967), nacido en Camagüey (Cuba) y cuyo padre fue un militar español destinado en Puerto del Príncipe, tuvo una vida poco conocida, llena de valentía y cuya influencia en acontecimientos posteriores es notable. Y eso es lo que cuenta el periodista Luis Díez en Bayo, el general que adiestró a la guerrilla de Castro y el Che (ed. Debate), un fascinante recorrido por las aventuras de un intrépido personaje.