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Un lugar para morir como ser humano
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Un lugar para morir como ser humano

Nadie puede negar que la España del siglo XXI cuenta con una Sanidad universal y de una considerable calidad. Sin embargo, la saturación en las consultas,

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Un lugar para morir como ser humano

Nadie puede negar que la España del siglo XXI cuenta con una Sanidad universal y de una considerable calidad. Sin embargo, la saturación en las consultas, las largas listas de espera, las condiciones de trabajo en los facultativos y multitud de problemas más hacen que los pacientes pasen a ser ‘impacientes’ ante la aparente inoperancia de las administraciones. Y entre los contras de la atención médica sin resolver, aún hoy, en el año 2008, se encuentran dos momentos tan importantes de la vida como es el nacimiento y la muerte.

Las mujeres que eligen partos no medicalizados, intimidad y comodidad, sin renunciar a la seguridad de un hospital ya tienen donde acudir, aunque sean centros privados. El otro extremo de la vida, la muerte, seguía siendo una asignatura pendiente tanto en el ámbito privado como en el público.

En la Sanidad española, las distintas comunidades autónomas tienen protocolos de cuidados paliativos con mayor o menor éxito y eficacia y algún que otro escándalo –léase el caso Lamela- para los enfermos terminales. Pero los recursos no alcanzan para aplicar un cuidado personalizado tanto a paciente como a la familia, pilar básico en el que apoyarse en esos delicados momentos. Incluso la falta de camas aboca a estos enfermos a fallecer en sus casas. La Fundación Vianorte-Laguna ha querido poner solución este grave problema y el verano pasado inauguró en Madrid un hospital pionero en estas lides. Un centro en el que un equipo médico multidisciplinar ayuda a estas personas a pasar por este trance de la forma más natural posible, sin dolor y sin que sea prohibitivo para sus bolsillos.

Hasta 6.500 metros cuadrados, levantados con 10 millones de euros de presupuesto, el Hospital Centro de Cuidados Paliativos Laguna además de una capacidad para 38 ingresados, cuenta con un centro de día, psicogeriátrico, centro de día de cuidados paliativos y atención domiciliaria. La atención integral consiste en “tener en cuenta todas las dimensiones de la persona”, incluso se puede solicitar asistencia religiosa sea cual sea el credo que se profese. No obstante, quien trabaja permanentemente en el centro es el afable capellán católico José Ruiz Orta.

El coste de la cama es de 220 euros por día, sin embargo, según la dirección de centro, “la mayoría de los pacientes están bonificados”. Es decir, en función de las posibilidades económicas del enfermo y familia el coste es perfectamente asumible.

Asimismo, “constantemente se están buscando subvenciones y concertaciones con la sanidad privada”. Por otra parte, la Consejería de Sanidad de Madrid enviará pacientes “pagando 150 euros por día, cuando el coste de estos enfermos en un hospital de la Comunidad, en palabras del consejero Juan José Güemes, es de 600 euros por persona y día”, comentan miembros de la Fundación. “En este proyecto las cuentas nunca salen, ni tampoco se pretende ganar dinero”, pero con una buena gestión pretenden que, al menos, no existan pérdidas para seguir avanzando sin problemas en el proyecto.

¿Por qué un hospital para enfermos terminales?

La referencia de este hospital reside en la Unidades de Cuidados Paliativos de Londres, Nueva York, Praga, Estocolmo y París. La especialización de estas instalaciones consiste, junto a la atención integral paciente-familia y a la calidad de los facultativos que les atienden, en disponer de soluciones arquitectónicas adaptadas a las necesidades de los usuarios y acompañantes.

Las habitaciones son individuales, con un amplio sofá cama para el familiar, ventanales amplios y hasta el suelo, “para que desde una silla de ruedas también se pueda ver la calle”, explica la responsable de comunicación del centro Yolanda Fernández, señalando cada detalle que a primera vista puede pasar inadvertido, pero que facilitan enormemente la estancia al enfermo. Los baños están perfectamente adaptados y el perfecto sistema de higiene de los sanitarios acaba “hasta los olores más desagradables que en los hospitales no se pueden evitar”. En la paredes hay cortos, “para que pongan fotos, por ejemplo... la idea es que los pacientes se sientan casi como en su casa”.

Por su parte, la atención al familiar es tan efectiva, “que muchas de las personas que ya han perdido a su ser querido en el centro regresan como voluntarios para ayudar en el hospital. Eso es muy bonito”, recuerda Fernández. Y, desde luego, demuestra que las cosas se están haciendo bien.

Nadie puede negar que la España del siglo XXI cuenta con una Sanidad universal y de una considerable calidad. Sin embargo, la saturación en las consultas, las largas listas de espera, las condiciones de trabajo en los facultativos y multitud de problemas más hacen que los pacientes pasen a ser ‘impacientes’ ante la aparente inoperancia de las administraciones. Y entre los contras de la atención médica sin resolver, aún hoy, en el año 2008, se encuentran dos momentos tan importantes de la vida como es el nacimiento y la muerte.