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Europa debe ‘ponerse las pilas’ en políticas estatales que frenen el avance de la obesidad
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Europa debe ‘ponerse las pilas’ en políticas estatales que frenen el avance de la obesidad

El problema de la obesidad requiere medidas urgentes y los poderes públicos tienen que tomar parte. Así lo defiende un reciente estudio de la Fundación de

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Europa debe ‘ponerse las pilas’ en políticas estatales que frenen el avance de la obesidad

El problema de la obesidad requiere medidas urgentes y los poderes públicos tienen que tomar parte. Así lo defiende un reciente estudio de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA) sobre la perspectiva económica del crecimiento de los índices de obesidad en Estados Unidos y Europa. Una investigación que trasciende la mera descripción del problema para recomendar a las distintas Administraciones políticas concretas para frenar y/o prevenir grandes costes desde el punto de vista de la salud y desde el económico. Entre las propuestas se encuentran la regulación de los anuncios de los alimentos poco saludables o incluso cargarlos con impuestos, como en el caso del tabaco o el alcohol.

Los economistas Giorgio Brunello, Pierre-Carl Michaud y Anna Sanz de Galdeano consideran que existen motivos razonables desde el punto de vista económico para la intervención pública en el control de la obesidad. Pero también partiendo de la premisa de que la Sanidad pública debe promover la salud entre la población. “La obesidad afecta a la productividad, a través de varios canales como la educación y la salud, y la magnitud de sus efectos aún no está clara”, explican los autores.

Los tres investigadores creen que los anuncios de comida rápida podrían estar regulados, así como la localización y acceso de las máquinas expendedoras y establecimientos de alimentos industriales. Por otra parte, una alternativa sería poner impuestos severos para este tipo de alimentación como en el caso del tabaco: “Aunque esto crearía controversia porque fumar no es necesario, pero comer sí”. Por ello, la propuesta de los autores del estudio es que dichas tasas estuvieran vinculadas a aquellos productos que contribuyen claramente a la obesidad, bien por sus ingredientes, bien mediante una clasificación (snacks, refrescos, comida precocinada...).

Lo que está claro es que algo hay que hacer. Los norteamericanos se han atrevido con algunas medidas pese a generar polémica. En 1994, el Gobierno aprobó la ley de Educación y Etiquetado Nacional que requería a los fabricantes que informaran del contenido de sus productos en el etiquetado. Sin embargo, esto no se aplicaba en los restaurantes de comida rápida donde acuden la mayoría de los estadounidenses para comer.

En 1998, se creó un programa nacional de nutrición y actividades físicas y debido a la impopularidad de crear impuestos en Estados Unidos, las ciudades de Nueva York y Philadelphia han optado prohibir taxativamente en los restaurantes el uso de grasas saturadas relacionadas con las enfermedades coronarias. Mientras tanto, los gobiernos de los países europeos apenas han pasado de las meras recomendaciones o el frustrado intento español de la autorregulación por parte de los establecimientos de comida rápida.

Causas y consecuencias de la obesidad

La Organización Mundial de la Salud estima que más de 1.600 millones de adultos en el mundo tienen sobrepeso y hasta 400 millones son obesos. En Estados Unidos la prevalencia de la obesidad ha doblado en los últimos años la tasa de 15% registrada entre 1970 y 1975. En Europa, los ratios de obesidad son generalmente más bajos pero es una tendencia al alza hasta haberse convertido en una amenaza para la salud pública con graves costes económicos. La obesidad conlleva pérdidas derivadas del absentismo laboral, una tasa mayor de desempleo y bajas laborales, bajos salarios y tempranas jubilaciones.

En Estados Unidos, la obesidad es un mal generalizado, sin embargo, no existe un modelo claro entre los países europeos. Así, en los países de sur, España y Portugal tienen un índice de obesos alto, lo que no sucede en Italia. En el norte de Europa, Dinamarca y Finlandia cuentan con un índice alto mientras Irlanda, Bélgica y Austria se desmarcan a la baja. Para explicar estas diferencias, los investigadores han buscado las razones por las que el número de obesos creció antes en EEUU y Reino Unido (décadas de los 80 y 90) que en el resto de Europa.

Partiendo de la base de que el peso aumenta cuando no se queman todas las calorías ingeridas, un estudio realizado en Estados Unidos en 2003 comparó el tiempo que empleaban norteamericanos e italianos en actividades deportivas con el empleado en ver la televisión o escuchar la radio. El resultado fue que los norteamericanos hacían más deporte que los italianos y, aún así, los índices de obesidad eran claramente más altos en el caso de los primeros. Posteriormente, se comprobó que la diferencia radicaba en la calidad de la comida de unos y otros. Los estadounidenses pasaban como medi 34 minutos al día en preparar comidas caseras, mientras que en Italia se empleaba 86,1 minutos. Así las cosas, los norteamericanos consumen más calorías diarias que en ningún otro país.

Cómo afecta a la productividad

Investigaciones como ésta, junto a las que analizan los costes económicos derivados de la epidemia de la obesidad, han destapado un problema complejo puesto que afecta a la productividad a través de la salud y de la educación. En cuanto a la salud, cabe recordar las mencionadas consecuencias de absentismo laboral, jubilaciones anticipadas, coste de la seguridad social por enfermedades derivadas de la obesidad (diabetes, hipertensión, enfermedades coronarias).

Pero la productividad también puede verse afectada por una población obesa menos preparada porque finaliza sus estudios antes de tiempo. Este extremo ha sido demostrado en una investigación realizada en 2006, la cual concluía que las chicas adolescentes estadounidenses (entre 16 y 23 años) con sobrepeso recibían 0,3 años menos de educación que las que se mantenían en un peso adecuado, debido a la presión psicológica y a que faltan con mayor frecuencia a clase por enfermedad.

No hay falta de información, sino de percepción

De acuerdo en el Eurobarómetro, el porcentaje de europeos que son conscientes del peligro de la obesidad para la salud asciende a un 70%. Sin embargo, cuando tienen que autocalificarse no reconocen que puedan ser obesos. El porcentaje de autodescripciones que no coincidió con el resultado de su índice de masa corporal era del 34,34% en el caso del sobrepeso y del 14% en el caso de los obesos.

Los investigadores de FEDEA defienden que la detallada información nutricional de los alimentos de producción industrial que se consumen en EEUU y Europa no son suficiente para luchar contra la obesidad, puesto que la existencia de exhaustiva información no ha paliado en absoluto el problema, es más, continúa aumentando. Por tanto, no hay falta de información sino falta de percepción del problema.

El problema de la obesidad requiere medidas urgentes y los poderes públicos tienen que tomar parte. Así lo defiende un reciente estudio de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA) sobre la perspectiva económica del crecimiento de los índices de obesidad en Estados Unidos y Europa. Una investigación que trasciende la mera descripción del problema para recomendar a las distintas Administraciones políticas concretas para frenar y/o prevenir grandes costes desde el punto de vista de la salud y desde el económico. Entre las propuestas se encuentran la regulación de los anuncios de los alimentos poco saludables o incluso cargarlos con impuestos, como en el caso del tabaco o el alcohol.

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