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Cuando nuestra mente nos la juega
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Cuando nuestra mente nos la juega

Hay mucha gente preocupada por lo que pasará con Grecia, Portugal y, en algún momento, nosotros. Tantas preocupaciones y dudas inquietantes llenan los medios e irrumpen

Hay mucha gente preocupada por lo que pasará con Grecia, Portugal y, en algún momento, nosotros. Tantas preocupaciones y dudas inquietantes llenan los medios e irrumpen en conversaciones, demostrando que nuestra mente colectiva está atrapada en un bucle repetitivo.

La creciente deuda Europea depende de tantos países, autonomías, bancos e intermediarios que nadie parece tener autoridad como para ponerle remedio. Es una tupida red de favores prestados y privilegios asumidos entre unos y otros que da para miles de artículos, opiniones, análisis y alarmas.

La nube de pensamientos y escritos que representa nuestra mente colectiva está que echa chispas desde hace meses – ¡y ya van años! – amargándonos el día y la noche a muchos. Este es el problema de la mente humana, que mata la alegría mucho antes de que la alegría se acabe.

Aunque a muchos ya se nos haya estropeado bastante el plan de vida en España, lo cierto es que el alabado ‘aquí y ahora’ sigue dándonos de comer y de beber. En realidad nuestro cuerpo no experimenta ningún tipo de amenaza vital y podría estar tranquilamente pasando las horas con mayor o menor entretenimiento. Feliz y exultante no. Tranquilo y relajado sí.

Pero la mente no para. Proyecta escenarios alarmistas al futuro, especula sobre lo que podría haber hecho de modo distinto en el pasado, y termina por quitar el hambre, matar el sueño, y bajar los ánimos masculinos (en todos los sentidos). ¡Así están las revistas económicas llenas de anuncios sobre disfunciones no económicas!

Llevamos temiendo un rescate a nuestra economía mucho tiempo. Entre los que dicen que ni hablar, que no nos llegará, y los que afirman que nos quedan dos telediarios, habría que contar las páginas de periódico y horas de radio y televisión dedicadas al impacto en España de las crisis de nuestros vecinos. ¡Aquí ya no le quedan ánimos a nadie!

Y sin embargo, tal vez nos queden por delante meses o años de especulación agotadora.Tanto ir y venir no deja de ser una enorme pérdida de tiempo cuando finalmente llega aquello que tanto tememos. No podemos controlar cuando ni como llegará, tan solo podemos decidir cómo pasamos el tiempo que tarde: tranquilos o histéricos.

Es como el que tiene tanto miedo de que le duela un pinchazo en el hospital, que se contrae de dolor anticipado varias veces antes de que la aguja toque su piel. Luego el pinchazo real resulta ser una mínima parte del dolor total sufrido.

Por algo recomiendan tantas disciplinas orientales el control de la mente. Desde las artes marciales hasta las técnicas de yoga o meditación, todas recomiendan detener al monstruo mental que nos separa de la realidad presente.

No hay recetas mágicas. El control de la mente es una disciplina larga y dura que pasa por practicar sesiones de concentración mental con regularidad. Según aprendemos a separarnos del tren de nuestras ideas, nos damos cuenta de lo caótico que es. Empezamos a sentir un efecto tranquilizador inmediato al desconectar las ideas. Aunque sólo sea por unos segundos.

De modo que cada vez que empieces a pensar en ochenta cosas horribles que te van a pasar dentro de poco, salte de tus propios pensamientos. Conecta con gente y actividades que te obliguen a dejar de pensar.

Y en cuanto a nuestra mente colectiva de analistas histéricos, apaga radios, televisiones y ordenadores. Verás cómo cuando vuelvas a conectarte parecerá que no te has perdido nada de nada.

 

 

Hay mucha gente preocupada por lo que pasará con Grecia, Portugal y, en algún momento, nosotros. Tantas preocupaciones y dudas inquietantes llenan los medios e irrumpen en conversaciones, demostrando que nuestra mente colectiva está atrapada en un bucle repetitivo.