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Juego de Tronos, todo por el poder
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Juego de Tronos, todo por el poder

Ha sido una de las series de la temporada en curso. Juego de Tronos es por méritos propios uno de los referentes de la pequeña pantalla,

Foto: Juego de Tronos, todo por el poder
Juego de Tronos, todo por el poder

Ha sido una de las series de la temporada en curso. Juego de Tronos es por méritos propios uno de los referentes de la pequeña pantalla, con audiencias millonarias en canales de pago internacionales y con una buena legión de seguidores incluso en la España generalista de la Esteban. El secreto de su atractivo es sencillo: buenas interpretaciones (reparto coral), mejor ambientación (a medio camino entre lo medieval y lo fantástico) y una historia cargada de mensajes universales.

El principal de todos, el motor del juego por el trono es la lucha por el poder, una constante vital e histórica. Esta aspiración tan primitiva y básica como el propio instinto de supervivencia, por la que el hombre está condenado a repetir las vilezas más oportunas para saciar su necesidad final de gloria y hegemonía, forma el hilo argumental. Inspirada en la popular y galardonada obra literaria de George R. Martin recogida bajo el título de Canción de Hielo y Fuego, la serie retrata con todos sus matices lo que el hombre es y en lo que se convierte en su carrera por reinar.

Igual que en El Señor de los Anillos, donde el poder representado por la alianza con la que carga el hobbit pone a prueba a todos cuanto se cruzan en su camino, en el caso de Juego de Tronos el conflicto tiene el mismo denominador común, pero mucho más coral y con más aristas. Con giros argumentales sobresalientes, la serie entrelaza personajes con luces y sombras, donde adquieren igual de importancia aquellos que actúan movidos por la venganza, como los que lo hacen por el honor, la ambición o la amistad.

Hay quien ha resumido Juego de Tronos como el equivalente a Los Soprano de la Edad Media. Todo sea porque mientras una muestra la complejidad en el día a día de una familia mafiosa que también se rige por normas y principios, la otra muestra los distintos valores que los aspirantes al trono desempeñan para gestionar el conflicto de alcanzar el poder. Y en ese camino, cómo el poder puede corromper y modificar algunos espíritus y hacer mutar a otros que deambulan indefinidos entre el bien y el mal.

Con todos estos ingredientes, más los propios del género de dragones y mazmorras, es decir, parafernalia medieval y toques fantásticos o de magia, el discurso de Juego de Tronos es escalable a cualquier tiempo y situación. La lucha por el poder y su trascendencia a la hora de condicionar las relaciones sociales, casi siempre de manera violenta. Así ocurre en el territorio de los Siete Reinos y entre las cuatro dinastías que aspiran al trono. Sólo así puede entenderse la guerra como un juego y el trono como el único y verdadero poder.