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Coreógrafos sexuales: los que deciden cómo debe hacerse el amor
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planeado hasta el último beso

Coreógrafos sexuales: los que deciden cómo debe hacerse el amor

Desde el cine hasta el teatro, cada vez surgen más ejemplos en los que esta nueva figura de la industria del entretenimiento se vuelve imprescindible

Foto: Se trata de superar la vergüenza. (iStock)
Se trata de superar la vergüenza. (iStock)

Si hay algo más incómodo que ver una escena de sexo junto a un familiar, es protagonizarla. Una cosa es hacerlo de verdad y otra bien distinta, fingirlo sin que se note, rodeado de cámaras y ojos críticos. No nos referimos a estrellas del porno, sino a actores corrientes y molientes que se enfrentan a este particular reto erótico y cuya ejecución suele ser, por lo general, bastante irregular. Seguro que todos tenemos incrustada en la retina alguna escena de cama especialmente bochornosa. Y ahora, con el fin de evitar ese sentimiento de vergüenza ajena en el espectador, los productores de cine tienen claro a quien llamar: a los coreógrafos del sexo.

Una buena escena de sexo consigue que no seamos conscientes de la cantidad de esfuerzo que supone hacer que todo se vea y suene a la perfección. Mientras dura, se nos olvidan la cantidad de personal que debe haber alrededor del lecho, las infinitas tomas y repeticiones y, en definitiva, que son actores pagados para simular un frenesí de lujuria y pasión. Todo, desde el movimiento más nimio hasta la sonrisa picarona, debe ser cuidadosamente planeado de antemano. Ahí es donde entran a escena los citados coreógrafos.

Ayuda a los actores a establecer un ambiente íntimo de manera rápida y segura, y a encontrar la química durante los ensayos

Cada vez surgen más ejemplos en los que esta nueva figura de la industria del entretenimiento se vuelve imprescindible, aunque todavía no son muy comunes. La serie 'Westworld' o la película 'El Lobo de Wall Street' los han utilizado, pero también han demostrado su utilidad en el teatro. 'The New York Times' cita la historia de Jillian Keiley, directora de la representación de 'Las bacantes', una de las tragedias más conocidas de Eurípides. Ella temía que sus actores sintiesen reparo o vergüenza en alguna de las escenas, no tanto por la desnudez, sino por el contacto explícito entre ellos. Incluso ella se volvía tímida cuando hablaba de sexo y no quería transmitir esa sensación de incomodidad. Por eso, se hizo con los servicios de Tonia Sina.

Foto: Esto no es la vida de un actor erótico, esto es una fantasía que no tiene nada que ver con la realidad. (Corbis)

En vez de dejar que los actores improvisen, como suele suceder, la misión de la coreógrafa es diseñar y practicar la escena como si fuesen pasos de baile o incluso de lucha. Es cierto que las compañías de teatro o cine están acostumbradas a trabajar con expertos que enseñen a los actores nuevas técnicas creativas, pero el “coaching de la intimidad” es realmente una novedad. No cabe duda de que los buenos directores intentan mejorar la confianza de los actores antes de la representación, pero con periodos de ensayo cada vez más cortos, necesitan acudir a estos nuevos profesionales. “De verdad ayuda a los actores a establecer una situación íntima de manera rápida y segura, y a encontrar la química en todo este proceso”, asegura Sina. Según la descripción de Laura Collins-Hughes, la periodista que asistió a los ensayos, la coreógrafa buscaba un éxtasis de besos, manos, cuerpos y, por supuesto, orgasmos, todo bajo la atenta mirada de la directora.

El 'coaching' de la intimidad

En este sentido, Yehuda Duenyas señala en 'The New Yorker' que ella se propone crear un espacio seguro y de comprensión: “Yo me desnudé con ellos. Era como saltar al agua fría. Se trataba de superar las inhibiciones culturales, de eliminar la vergüenza. Todos tenemos un cuerpo y es hermoso”. Ya en faena, Duenyas asegura que sus apreciaciones pueden ser algo tan simple como: “Tienes que poner el pene en tu estómago cuando ella se mueva o te lo aplastará”. Hay que tener en cuenta que sí, son actores, pero puede que ninguno de ellos haya hecho una escena subida de tono en su vida.

placeholder Están leyendo el guión por primera vez y se les ve nerviosos. (iStock)
Están leyendo el guión por primera vez y se les ve nerviosos. (iStock)

“Si vas a pelearte en el escenario, necesitas gente que se asegure de que nadie saldrá herido. El mismo argumento sirve para la coreografía sexual. Hay tantas oportunidades de equivocarse, de tocar donde no debes, de traspasar los límites de tu compañero...”, cuenta Duenyas. Por su parte, Sina suele utilizar un esqueleto durante sus clases para que los actores se sientan más libres, con tal de evitar sorpresas y comentarios del estilo de “¿a dónde va esa mano?, ¿lo está haciendo a propósito?, ¿es él o es su personaje?”. El consentimiento es clave. Una vez todos tengan claro los pasos a seguir, se puede continuar sin temor a malentendidos o a situaciones de abuso sexual, no tan insólitas en estos ambientes. “En el escenario, todos lo tenemos claro. Nadie se pierde”, cuenta una de sus alumnas. “La coreógrafa incluso me grabó un orgasmo para saber en qué momento escalar, cómo usar la respiración y cuándo liberar toda la tensión”, relata otro.

Decálogo de la coreografía sexual

1. Ten clara cuál es tu misión: que el espectáculo sea increíble. Esto no tiene nada que ver con tu vida real.

2. Hablar sobre las escenas y tu personaje. Cuestiónate quién es, por qué hace lo que hace y cómo entiende su propia sexualidad.

3. Entender la estructura de la escena. Sin sentimientos y con ropa. No hay nada sexual.

4. Consentimiento. “Voy a tocarte los pechos ahora”. Os hacéis una idea.

5. Establecer unas palabras de seguridad. Rojo, por ejemplo, significa parar el ensayo, ya sea por incomodidad o porque el actor necesita una pausa.

6. Empieza la parte física. Buscar esa conexión e intimidad entre los intérpretes.

7. Fuera ropa (la estrictamente necesaria). Duenyas cuenta que estuvo cinco minutos en el escenario con los actores, totalmente desnudos: “Heredamos tanta vergüenza de nuestra sexualidad, de querer sentir amor, de dar y recibir placer…, así que creé un espacio donde todo eso no tenía cabida”.

8. Romper el hielo. Que los actores se abracen y se besen y analizar qué tal reaccionan. Lo importante, en esta etapa, es que se diviertan.

9. No hay penetración, esto no es porno, por lo que se necesitan almohadas y mantas para ocultar el engaño a los espectadores.

10 Por último, los detalles. Todo se vuelve muy técnico.   

Si hay algo más incómodo que ver una escena de sexo junto a un familiar, es protagonizarla. Una cosa es hacerlo de verdad y otra bien distinta, fingirlo sin que se note, rodeado de cámaras y ojos críticos. No nos referimos a estrellas del porno, sino a actores corrientes y molientes que se enfrentan a este particular reto erótico y cuya ejecución suele ser, por lo general, bastante irregular. Seguro que todos tenemos incrustada en la retina alguna escena de cama especialmente bochornosa. Y ahora, con el fin de evitar ese sentimiento de vergüenza ajena en el espectador, los productores de cine tienen claro a quien llamar: a los coreógrafos del sexo.

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