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La malvada filoxera, una discreta invasión norteamericana
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"la peste invisible"

La malvada filoxera, una discreta invasión norteamericana

La plaga que se introdujo en Europa en 1863 y atacó los viñedos fue, en realidad, una ventaja para España, pues cambió la actividad, industrializándola de manera eficaz

Foto: Foto: iStock.
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"El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar".

-Sun Tzu.

Antes que nada, se hace necesario explicar qué es la filoxera. El bicho en cuestión es un insecto parecido en tamaño y “estética” al feo pulgón y algo más pequeño que él, siendo su color amarillo intenso. Su objetivo, básicamente, más allá de los intereses que le puedan impulsar a hacerlo –quizás tenga un amor platónico por la planta o le gusten los sabores exudados bajo tierra– radica en que ataca hojas y filamentos de las raíces de la vid además de multiplicarse con una gran rapidez, pues prolifera como si de una plaga de langostas se tratara. Su potente sociabilidad gregaria hace que puedan destruir en un tiempo muy breve grandes zonas de viñedos. Este término -filoxera- también hace alusión a la enfermedad de la vid causada por estos voraces elementos de la naturaleza. Procede de América del Norte, como no podía ser de otra manera.

Este bichejo se dedicó a comer las raíces de las débiles plantas europeas autóctonas, matándolas en poco tiempo. Pero en América muerden en piedra. Allí las vides son más resistentes al mequetrefe porque son de madera más dura. Se hace necesario explicar que la vid americana es diferente de la europea en fondo y forma, de hecho, en aquel entonces no servía ni para decoración, todo lo más para hacer una fogata y punto. No sirve para hacer vino, así de sencillo. Sus frutos no tienen capacidad para ser vinificados. En el caso europeo, la vid pertenece a la especie Vitis Vinifera en tanto que las vides americanas son de otra especie, la Vitis Labrusca.

Una plaga histórica

Esta plaga aparece en la historia de las cosas que hacen pupa discretamente allá hacia 1860 y su origen geográfico primero data de su actividad en el agro del este de los Estados Unidos introduciéndose en Europa hacia 1863 con una inocente remesa de plantas importadas desde ese país. Nada más tocar tierra firme –aquello parecía el desembarco de Normandía– dejó a los antiquísimos y orgullosos viñedos Franceses en estado catatónico.

La aparición de la plaga de la filoxera cambió de manera brutal la viticultura mundial. Para Europa fue una hecatombe ver cómo en 10 años sus ancianos viñedos quedaban devastados y las zonas vitivinícolas, arruinadas con el consiguiente desastre social sin paliativos. Fue literalmente un Armagedón para el sector, para los empresarios y las vidas de los agricultores que bregaban con ello.

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Las consecuencias de la enfermedad derivan en una infección de la vid por la filoxera y provocan su muerte en poco menos de tres años. Por si fuera poco, genera gravísimos daños –tuberosidades– en raíces y follaje actuando literalmente como si de una bomba atómica se tratara por sus efectos devastadores, y esto, sin exagerar un ápice. Gracias a portar injertos de origen asimismo norteamericanos que eran obviamente resistentes a la filoxera, se realizaron injertos de las cepas europeas en pies de vid trasatlánticos. En consecuencia, la parte de la planta que se encuentra bajo tierra es norteamericana y sobre ella, sólidamente, reside el injerto.

Para Europa fue una hecatombe ver cómo en 10 años sus ancianos viñedos quedaban devastados por culpa de la enfermedad

La ruina del viñedo francés, iniciada en la década de 1860, tuvo como carambola el crecimiento exponencial de las exportaciones de los vinos españoles y el importante incremento de la superficie del viñedo español. Pero a nosotros también nos llegó esta plaga bíblica. Aunque tardamos bastante tiempo en recuperarnos no nos libramos de los efectos de la filoxera, que irrumpió en nuestro país hacia el año 1878. Por frontera portuguesa del Duero nuestros hermanos lusos nos rebotaron al mal bicho y por el norte, por Gerona, vino una oleada de aburridos insectos hartos hasta el límite de las tragaderas de comerse todo lo que pillaron en el país galo.

En España

La difusión de la enfermedad y de sus progenitores homónimos fue avanzando lentamente, siendo afectadas severamente Jumilla, La Mancha, La Rioja y Cariñena. Esta invasión comenzaría a remitir hacia el final de 1930 habiendo causado durante cerca de 50 años unos destrozos que convierten la palabra "importante" en un concepto minimalista. La superficie del viñedo español y su forma de elaborar el vino cambiaron radicalmente para siempre, pasando de ser una actividad casi primaria y manual a un proceso de industrialización emergente y eficaz. Lo que implica que al bicho en cuestión habría que darle, primero un buen correctivo, y luego, la medalla al trabajo.

El efecto más beneficioso de la plaga fue tal vez el que se derivó de proveer de vino al mercado francés. Por ello, se firmó un tratado comercial con el país galo, hecho que disparó las exportaciones autóctonas. Sin ir más lejos, en La Rioja los comerciantes franceses construyeron una estación de tren en Haro para transportar el morapio a Francia con mayor fluidez y reducir costes.

La forma de elaborar el vino cambió radicalmente para siempre, pasando de ser una actividad manual a un proceso de industrialización eficaz

En un decenio varias bodegas se instalaron en las dos Riojas, la Baja y la Alta. En la actualidad, se ubican en un área de unos 400 km cuadrados una concentración de prestigiosas bodegas de un historial brillante en sus vinos de alta gama. Por ejemplo, están radicadas en ese espacio de riqueza infinita para los amantes del buen vino bodegas del nivel de Cvne, López Heredia, Gómez Cruzado, Muga, Bodegas Bilbaínas, y un etc. insuperable por calidad y prestigio y tradición.

Decía el filósofo rumano Emil Cioran que “quien ama la mística, la música y la poesía pertenece a una naturaleza exótica, a la vez que es un ser voluptuosamente exquisito, que al no hallar plena satisfacción en el amor, recurre a delicias que rebasan la vida..." Lo habría pulido si hubiera mencionado también al vino.

Lo cierto es que no se libró ni el tato de aquella plaga bíblica. Bueno, sí, los canarios por si estricta condición insular podrían ser calificados de tenencia de un vino “mucho” español. En cuanto a los catalanes, se les apareció literalmente la virgen. En 1887 la plaga de la filoxera arrasó al Penedés devastando los cultivos de uva locales sin compasión. Ello provocó la sustitución de las variedades tintas usadas y la renovación de los viñedos con opciones blancas autóctonas. En este cambio les tocó la lotería, pues fue el germen del florecimiento de los afamados cavas que tanto prestigio han dado a Cataluña y alguna “agarrada” con los galos.

¿La solución?

La prácticamente entera renovación de los viñedos aportó variedades como la garnacha y el palomino, los métodos de elaboración sufrieron modificaciones para mejor. Se invirtió y diseñó tecnología y se creó una estructura comercial sólida en toda la cadena de valor proyectando los vinos españoles al mercado internacional con presencia y solvencia y conquistando mercados antes copados por los franceses y su glamuroso marketing. Esto nos lleva a concluir que aquella pavorosa destrucción trajo consigo el progreso y un relanzamiento internacional imprevisto. Que funcionó como una ventana de oxigenación ante el anquilosamiento secular del gremio.

El gobierno francés ofreció hasta 300.000 francos a quien descubriera una solución, pero no se encontró un desinfectante que actuara con contundencia

Las vides americanas tienen unas raíces extraordinariamente duras y resisten la filoxera sin hacer concesiones. Para hacer el vino necesitamos uvas que salgan del tronco de las vides europeas, lo que nos lleva a darle cuerda a la estructura neuronal. La solución vendría de injertos de pie americano y de su contraparte aérea europea, lo que en conjunto nos da unas uvas correctas y sólidas para hacer vino. Es desde aquella ingrata experiencia que todas nuestras vides se aguantan sobre pies americanos o porta injertos y esa madera es injertada a nuestros albariños, tempranillos, garnachas, etc. Imperialismo a tope…

Excepcionalmente, en Toro (Zamora), algunos viticultores plantan sus viñas sin injertar ya que el suelo es tan arenoso que el insecto no tiene arrestos para avanzar en esas complejas condiciones. En Canarias es más de lo mismo. Al ser un territorio tan aislado geográficamente y en buena parte con sustratos volcánicos, nada que tenga malas intenciones puede prosperar. Hay que destacar que de los cientos de variedades de vides americanas, triunfan las que mejor vegeten en el suelo elegido, pues suelo y clima determinan y mucho la variedad que se va a injertar, cosa esta que hay que realizar con muy buen tino ya que solo se hace una vez antes de plantar.

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En fin, que el Alien en cuestión fue desmovilizado tras una ardua lucha que adquirió carácter de emergencia nacional en España y Francia, hoy en día tras estos avatares ambos países, estamos ahí. Italia es hoy por hoy el primer productor del mundo aunque la calidad de sus vinos, aun siendo buenos tiene un amplio margen de mejora, pero ya sabemos desde siempre que han sido unos fenomenales vendedores de apariencias. España es el segundo productor por centésimas y el que copa el 25% de los vinos más premiados por detrás de Francia. A su vez, somos el mayor exportador de vino mundial básicamente por nuestra competitiva relación calidad precio. ¿Pero quién se cepilla el morapio en cantidades industriales? Por habitante, los sospechosos, discretos y bien amados vecinitos lusos, se cepillan más de 50 litros al año (el doble que nosotros). Por hectolitros totales, los norteamericanos, quien lo iba a decir, ¿no? Después de enviarnos el “agente patógeno” se ponen hasta las trancas. Cosas veredes, amigo Sancho

"El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar".

Desembarco en Normandía Decoración Alien Canarias
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