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La verdadera historia del fin de semana
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'SAINT MONDAY'

La verdadera historia del fin de semana

Esta conquista laboral, acordada en Inglaterra durante el siglo XIX, supuso el inicio de la que es actualmente una de las grandes industrias del capitalismo global: el ocio

Foto: Sábado por la tarde. (iStock)
Sábado por la tarde. (iStock)

"Hermanos obreros, cesen de sus puestos / depositen sus cinceles y martillos / escuchen el decir de un hermano y vecino / que canta el destino de un cuchillero: / "¿Qué les parece un buen Saint Monday?" / Sentado junto al fuego de la herrería / nos contamos lo que hicimos el domingo / y en alegre júbilo conspiramos". Se trata de una canción anónima que se remonta al siglo XVIII titulada "El jovial cuchillero". Propia de la Inglaterra decimonómica, plasma a la perfección esa conquista laboral que hoy en día disfrutamos y que esperamos su llegada como agua de Mayo: el fin de semana.

Nos debemos remontar, como decimos, a la Inglaterra del siglo XVIII, a lo que se conoce como "Saint Monday". En un principio, los fines de semana no fueron el sábado y el domingo, sino domingo y lunes. Varias razones dieron lugar a que se estableciese así. Por un lado, la presión de los sindicatos, que ya enarbolaban lemas de legítimo derecho al descanso, influidos y envalentonados por las ideas de Marx y la Primera Internacional (celebrada precisamente en Londres en 1864). En segundo lugar, el afán de cultivar a la clase trabajadora por parte de los organismos religiosos e institucionales, ya que la mayoría de ellos por aquel entonces dedicaban su tiempo libre al vicio y al placer. Las tabernas estaban llenas, al igual que los prostíbulos; pero al día siguiente, las iglesias, museos y centros públicos quedaban vacíos.

Empresarios, grupos religiosos, compañías de ocio y sindicatos acordaron que todos salían ganando al instaurar la tarde libre del sábado

Fue en 1842 cuando se formó la Early Closing Association (algo así como "Asociación de Cierre Temprano"), un grupo de presión para que el gobierno dejase la tarde libre del sábado con la contrapartida de trabajar el lunes por partida doble, como cuenta el periodista Brad Beaven en un artículo de la 'BBC'. Como vemos, los obreros comenzaron a movilizarse por una regulación laboral más digna y que amparase sus derechos. Las cabezas altas de estos primeros sindicatos vieron la necesidad de cultivar al grueso de los trabajadores para ganar respeto y conciencia de clase de cara a la patronal. Estos activistas proletarios pretendieron que el lunes fuera considerado día de "recreación racional", en la que el obrero invertía su tiempo no solamente en beber o no hacer nada, sino en instruirse.

La llegada del fútbol y del espectáculo

Al poco tiempo, estas medidas trajeron consigo la aparición de la primera industria del ocio. Así es como las programaciones culturales estrella de la semana, como funciones de teatro y conciertos, cambiaron del lunes al sábado por la tarde. Otro de los aspectos que favorecieron que el fin de semana se instaurase de forma generalizada en las ciudades industrializadas fue la llegada del fútbol. Y más en un país como Inglaterra, padres fundadores de este deporte de devoción casi religiosa que perdura hasta nuestros días.

Aristóteles: "La felicidad depende del ocio porque nos ocupamos para tener tiempo libre, así como hacemos la guerra para poder vivir en paz"

"La moda del fútbol despegó en la década de 1890", explica Beaven. "A finales del siglo XIX, hubo un gran movimiento que impulsó el sábado por la tarde libre y el domingo. Empresarios, grupos religiosos, compañías de ocio y sindicatos acordaron que todos salían ganando al instaurar la tarde del sábado como un descanso de grandes ventajas para la economía. Así se sentaron las bases para que el fin de semana durase 48 horas tal y como lo conocemos ahora. Los jefes descubrieron que estas libranzas reducían el absentismo laboral y mejoraban la eficiencia de sus empresas".

El trabajo frente al ocio

Es por ello que podemos decir que la ociosidad, entendida como "tiempo libre o fuera de ocupación", posee una historia relativamente corta. Esta división del tiempo laboral es pues, cien por cien contemporánea, ya que nace a partir del siglo XIX y llega hasta nuestros días. Witold Rybczynski, profesor emérito de la Universidad de Pennsilvannia, publicó un artículo en 'The Atlantic' en el que recogía las que para él eran las dos escuelas de pensamiento enfrentadas en torno al ocio.

Por un lado, Karl Marx, el cual instauró las ideas para avanzar hacia una sociedad cada vez más emancipada del trabajo. "Esta noción se hace eco de la visión aristotélica de que el objetivo de la vida es ser feliz, y que el ocio, a diferencia de la diversión y la recreación, es el estado necesario para su logro", razona. En este sentido, cita una frase del Aristóteles que sintetiza a la perfección estas dos esferas, recogida en su 'Ética': "Se cree comúnmente que la felicidad depende del ocio porque nos ocupamos para tener tiempo libre, así como hacemos la guerra para poder vivir en paz". Por otro lado, destaca la concepción de pensadores como Lewis Mumford, historiador y filósofo estadounidense, para quien la ética del trabajo (emanada del protestantismo) "valora el trabajo por sí mismo y ve su reducción, o peor aún, su eliminación, como una degradación impensable para la vida humana".

La semana, ese "intervalo artificial"

¿Quién fue el responsable de establecer la división de siete días? Puede que fuera el mismo tiempo de ocio. "El fin de semana es el producto directo de la práctica mecánica de medir el tiempo", asegura Rybczynski. "Contar siete días es tan natural que es fácil olvidar por qué se mide así el paso del tiempo. El día abarca el intervalo entre la salida del sol y la puesta, es decir, la cantidad de horas que hay desde un amanecer hasta el siguiente. El mes es el tiempo requerido para que la luna crezca, se haga llena y luego deje de verse en el cielo. Y el año cuenta un ciclo estacional completo. ¿Qué es lo que mide la semana? Nada, al menos, nada visible. Ningún fenómeno natural ocurre cada siete días, no hay nada que le suceda a la luna, el sol o las estrellas. La semana es un intervalo artificial hecho por el hombre".

La división hoy en día

En la actualidad, hay un encarnizado debate sobre la idea de reducir la semana laboral de cinco días a cuatro entre las altas esferas ideológicas y económicas. ¿Quién sabe? Quizás dentro de unos años o unas décadas lo que todos entendemos por "fin de semana" cambie y dispongamos de tres días libres enteros para dedicar al descanso y al tiempo libre. Muchos se congratulan ante esta idea, pero lo cierto es que con un mercado laboral en el que la precariedad sigue siendo la tónica general, muchas personas en nuestro país y en nuestros barrios apenas cuentan con días de descanso por semana. Más si su empleo está dentro de la 'gig economy', por la cual son ellos mismos los que, diligentemente, se emplean para salir a trabajar día tras día en aras de poder sostenerse económicamente.

Foto: Un ejército de peones atendiendo los caprichos de los esclavos de la oficina. (Reuters/Yves Herman) Opinión

¿Qué ocurriría si en España se patentase esta medida de los tres días de fin de semana? Un efecto podría ser que las horas extra se disparasen, ya que habría que mantener el ritmo productivo con un día menos, lo que resultaría catastrófico para el empleado, al tener en muchos casos que llevarse el trabajo a casa, sobre todo en un país como el nuestro en el que se hacen 6,4 millones de horas extra a la semana según datos de la Encuesta de Población Activa. Precisamente, una de las últimas medidas para establecer un mayor control del tiempo trabajado fue la de tener que fichar, puesta en marcha el año pasado. Vivimos pues, tiempos extraños en todo lo referente al trabajo. A decir verdad, estamos sumidos en una época que va tan deprisa que, al igual que en el siglo XIX, pasarán muchas cosas dentro del mercado laboral en los próximos años que a día de hoy ni siquiera podemos imaginar.

"Hermanos obreros, cesen de sus puestos / depositen sus cinceles y martillos / escuchen el decir de un hermano y vecino / que canta el destino de un cuchillero: / "¿Qué les parece un buen Saint Monday?" / Sentado junto al fuego de la herrería / nos contamos lo que hicimos el domingo / y en alegre júbilo conspiramos". Se trata de una canción anónima que se remonta al siglo XVIII titulada "El jovial cuchillero". Propia de la Inglaterra decimonómica, plasma a la perfección esa conquista laboral que hoy en día disfrutamos y que esperamos su llegada como agua de Mayo: el fin de semana.

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