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Por qué decir "no lo sé" puede ser bueno para tu carrera laboral
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Por qué decir "no lo sé" puede ser bueno para tu carrera laboral

Saberlo "todo" significa hoy cientos o miles de clicks, incluso un hueco en el mercado laboral, pero también estrés, ansiedad y la desconfianza de quienes creen saber aún más

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El mundo no es el mejor lugar para reconocer que no sabes algo, y ni siquiera hay que salir a la calle para comprobarlo. Las redes sociales, ese “otro lugar” desde el mundo mismo que en la actualidad son el reflejo más claro del paradigma en el que la sociedad se encuentra inmersa, basan sus algoritmos en la necesidad del mercado para producir opiniones: si no tienes una opinión sobre algo, si no hablas sobre ello, el algoritmo se encargará de mantenerte al margen. Esto no ha sido así de un día para otro, la llamada sociedad del conocimiento no ha surgido en un momento, aunque sí se acelera sin que apenas nos demos cuenta. Internet es ese amigo y también ese enemigo que ha llevado a desarrollar una ambición casi antinatural por saber, saberlo todo significa hoy cientos o miles de clicks, incluso un hueco en el mercado laboral, la gran recompensa por no ceder a la demonizada ignorancia. Pero decir “no sé” puede ser más importante de lo que crees.

“Ser muy incorrecto te lleva a la televisión con más frecuencia que ser silenciosamente curioso y, lamentablemente, parece un camino rápido hacia el éxito en los negocios. Existen todos los incentivos para fingir que lo sabes todo, y hacerlo puede volverse reflexivo fácilmente”, sostiene Justin Pot en un artículo para Fast Company.

Foto: 'American Psycho'.

Las alternativas al “no lo sé” en una entrevista de trabajo son la base de la lista de “cosas que debes saber sobre ese sistema laboral para no tenerle mucho miedo”. Como apunta Pot, “decirle a alguien que no sabes algo es difícil, especialmente cuando intentas convencer a esa persona de que te dé dinero”.

El "no sé" como amenaza

Sobre todo, cuando las crisis económicas se supeditan, los empleos precarios se multiplican exponencialmente y las colas del paro se vuelven identitarias. “No es fácil romper un vínculo que puede ser necesario cuando desaparecen los contratos estables”, señala al respecto Remedios Zafra en su libro ‘Frágiles: Cartas sobre la ansiedad y la desesperanza en la nueva cultura’. El “no sé” se vuelve así una amenaza no solo para la industria laboral sino también para las propias personas empleadas. Es lo que Zafra reconoce como la autoexplotación, para lo que es necesario “hacer mucho y llegar a muchos”. Hoy en día esa imposición desde la necesidad describe los modos de vida como lo hace la ansiedad y otras enfermedades mentales fruto a veces del colapso que supone una inconsciente búsqueda del efecto Dunning-Kruger: cuando alguien acaba asumiendo que sabe más de lo que realmente sabe.

Sobre ello estudian Justin Kruger y David Dunning, dos investigadores de la universidad de Cornell que dieron nombre a dicho efecto a partir de una serie de estudios que verifican por qué la ignorancia genera más confianza que el conocimiento. Krugen y Dunning estudiaron la competencia real y percibida de un grupo de estudiantes en áreas como la gramática, el razonamiento lógico y el humor. Para empezar, preguntaron a los estudiantes qué grado de competencia se otorgarían en cada una de las aptitudes, y posteriormente se les pasó una prueba para ver el grado real de competencia en las mismas. Al analizar los resultados obtenidos, Kruger y Dunning se dieron cuenta de que cuanto mayor era la incompetencia del sujeto menos consciente era de ella y más positivamente sesgada era su valoración. Por contra los sujetos que presentaban mayor competencia real tendían a infravalorar su capacidad y a subestimar su propia competencia, según recoge un artículo publicado en PsicoGlobal.

Los beneficios de no saberlo todo

Desde esa línea, Pot reconoce que ha sido capaz de construir “múltiples relaciones usando las palabras ‘no sé’ porque la gente sabía que no estaba tratando de ocultar nada. Eso genera confianza”. En su experiencia como creador de sitios web de WordPress para empresas locales en Boulder, Colorado, Pot asegura que nunca impresionó más a los clientes potenciales “que las veces que admití que no sabía la respuesta a una pregunta. Pillaba a la gente de imprevisto, en el mejor sentido, porque estaban tan acostumbrados a que la gente fingiera saberlo todo…”. Su lema entonces fue claro: “Si no estuviera seguro de cómo configurar algo, experimentaría mientras el cliente podría mirar. Si fuera algo que requiriera más investigación, me comprometería a averiguarlo. Pero primero, y siempre, admitiría que no lo sabía”.

De esta forma, considera que de aquella iniciativa personal nació una convicción saludable: Los clientes impresionados eran, con diferencia, las mejores personas con las que trabajar. En general, eran más curiosos, amables y, en definitiva, el tipo de persona con la que uno desea formar un proyecto”. Zafra escribe que “todas las formas de la duda son formas que me interesan”, una manera de entender que la mayor catástrofe es pretender saber cualquier cosa como si el cuerpo estuviera, como un ordenador, programado para ello. Así que: “Admitir que no sabe algo es lo más humano que puede hacer”.

El mundo no es el mejor lugar para reconocer que no sabes algo, y ni siquiera hay que salir a la calle para comprobarlo. Las redes sociales, ese “otro lugar” desde el mundo mismo que en la actualidad son el reflejo más claro del paradigma en el que la sociedad se encuentra inmersa, basan sus algoritmos en la necesidad del mercado para producir opiniones: si no tienes una opinión sobre algo, si no hablas sobre ello, el algoritmo se encargará de mantenerte al margen. Esto no ha sido así de un día para otro, la llamada sociedad del conocimiento no ha surgido en un momento, aunque sí se acelera sin que apenas nos demos cuenta. Internet es ese amigo y también ese enemigo que ha llevado a desarrollar una ambición casi antinatural por saber, saberlo todo significa hoy cientos o miles de clicks, incluso un hueco en el mercado laboral, la gran recompensa por no ceder a la demonizada ignorancia. Pero decir “no sé” puede ser más importante de lo que crees.

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