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El misterio del Hombre de Tollund y el descubrimiento de su última comida
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El misterio del Hombre de Tollund y el descubrimiento de su última comida

Un estudio reciente ha podido reconstruir la última comida del Hombre de Tollund con un grado de detalle tan alto como para reproducir la receta, lo que abre nuevos caminos para conocer el origen de este tipo de cadáveres

Foto: Fuente: Wikipedia
Fuente: Wikipedia

En 1950, Amil y Viggoo, dos hermanos daneses, hallaron una de las llamadas “momias de pantanos”, tan inciertas como comunes en el norte de Europa. Los pequeños se encontraban junto a su familia buscando turba por una zona pantanosa de la pequeña localidad de Silkeborg, en la península de Jutlandia, cuando excavando llegaron a algo duro y avisaron a sus padres. Concretamente fue su madre quien desenterró la cabeza de lo que rápidamente entendieron como un cuerpo humano. Por aquellos años había desaparecido un joven al que la familia de campesinos creyó que podría pertenecer el cadáver. Avisaron a la policía, y en el proceso del estudio forense acabó en las manos del arqueólogo y director eneral de museos y antigüedades y del Museo Nacional de Copenhague, Peter Vilheim Glob, quien examinó la momia y descubrió que aquella no era en absoluto reciente. En realidad, lo que aquella familia natural del pueblo de Tollund había encontrado era una gran oportunidad para el estudio de la Edad de Hierro.

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Se trata de cuerpos embalsamados de forma natural que constituyen una de las pocas fuentes para descifrar los usos, costumbres y creencias de la antigua Europa septentrional. Desde entonces, el ya denominado ‘Hombre de Tollund’ en honor a los niños que dieron con él ofrece datos constantemente sobre los antepasados humanos que habitaron las tierras que en la actualidad conforman Alemania, Irlanda, Reino Unido, Países Bajos y, sobre todo, Dinamarca. En los últimos siglos, cientos de momias de este tipo han salido a la luz de los fondos de multitud de lagos, perfectamente conservados gracias a la acidez de las aguas pantanosas en que han reposado durante milenios y a los componentes antimicrobianos del musgo que las cubría. Y aunque no se conoce a ciencia cierta por qué acabaron sumergidos, desde luego no parece que fuera por casualidad.

Aunque estos cadáveres milenarios han ido apareciendo desde hace siglos, no fue hasta finales del siglo XIX cuando empezó a sospecharse de que tal vez se remontaban a la prehistoria: el Hombre de Tollund habría sido así enterrado a finales del siglo IV a. C. Según los estudios que se le han realizado desde los años cincuenta, este hombre fue asesinado y sumergido en aguas pantanosas hace más de 2.400 años, cuando tenía entre 30 y 40 años. Pero no en aguas pantanosas cualquieras: la turba ácida que conforma el suelo del lugar donde fue encontrado realizó un trabajo de momificación tran preciso que el cuerpo preserva cabello, cerebro, piel, uñas e intestinos, incluso un lazo de cuero alrededor del cuello del hombre, lo que evidenciaría una muerte previa por asfixia.

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Fuente: Wikimedia

Una digestión milenaria

En concreto, los investigadores consideran que murió ahorcado víctima de un sacrificio ritual. Y aunque sobre esto aún no se ha podido llegar a una conclusión clara, el asombroso estado en que quedó conservado el cuerpo de la que se ha convertido en una de las más célebres momias de pantano van acercándose a lo que sucedió. Todo es importante, pero los intestinos resultan en la actualidad una pieza clave. A través de ellos se ha llegado a conocer lo que comieron justo antes de morir, datos que se cruzan para llegar a nuevas certezas. Esto es lo que ha descubierto una nueva investigación liderada por especialistas del Museo de Silkeborg (Dinamarca), publicado en la revista 'Antiquity'.

Gracias a un análisis anterior ya se conocía que entre 12 y 24 horas antes de que este fuera colgado y enterrado en aquel pantano, comió papilla hecha con cebada, lino y semillas de plantas y malezas, pero en la actualización reciente del estudio se han encontrado algunos ingredientes nuevos como proteínas grasas procedentes de pescado, así como restos de desechos de la trilla, que provienen de la separación del grano. “Hemos podido reconstruir la última comida del Hombre de Tollund con un grado de detalle tan alto que casi podemos reproducir la receta”, ha afirmado la directora de la investigación, Nina H. Nielsen.

Se trata de un descubrimiento que mantiene intrigada a toda la comunidad de investigadores, por si no lo hicieran ya los hallazgos de los cuerpos en sí mismos, ya que otro análisis reciente del cuerpo de una momia similar, conocida como Hombre de Grauballe, también ha revelado una cantidad sorprendentemente alta de desechos de trilla que no se habían percibido hasta ahora. "La inclusión de desechos de la trilla en la dieta podría relacionarse posiblemente con prácticas rituales", escriben al respecto los autores del estudio en la publicación de los resultados.

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Portales a otros mundos bajo el agua

Los rituales de pueblos de la Edad de Hierro que se han podido estudiar hasta la fecha evidencian que algunos consideraban que las ciénagas portales a otros mundos habitados por almas en vilo, como una especie de pasillo entre la vida y la muerte eterna. Es por ello que buscaban estas zonas para sus enterramientos. Los expertos creen así que las momias como las de Tollund o Grauballe podrían haber formado parte de aquella cultura, pero con peor suerte que otros acabaron como entrega en prácticas para pedir a los dioses la llegada del buen tiempo o en agradecimiento por la presencia en la zona de recursos naturales como la misma turba. Porque si algo está claro en este sentido es que no cayeron a los pantanos por accidente. Con los ojos y la boca cerrados y su cuerpo en posición fetal, cerca de un lugar donde la gente de la Edad de Hierro ya solía cavar en busca de dicho material orgánico que se emplea como combustible fósil, como aquella familia que lo encontró en 1950, los restos del Hombre de Tollund hacen cada vez más evidente la idea de que su cuerpo representó una ofrenda sagrada.

En la comida parece estar ahora el siguiente peldaño de una escalera de conocimiento en descenso. Aunque los investigadores no han podido probar si el pescado que pudieron ingerir se cocinó por separado del resto de alimentos, han encontrado costra alimentaria carbonizada en estos, lo que indica que parte de aquella última cena era una papilla cocinada en un recipiente de arcilla. Los restos hallados son tan precisos que se conocen los porcentajes exactos de semillas: un 85% de cebada, un 9% persicadia pálida y un 5% de lino, pero entre ellos ningún ingrediente con propiedades intoxicantes o considerados mágicos entonces. No obstante, como mala hierba, la persicaria pálida ha aparecido en la comida de otras momias junto a residuos de la trilla, por lo que sospechan que podrían haber sido ingredientes utilizados para ocasiones especiales, incluido por supuesto un sacrificio humano.

En 1950, Amil y Viggoo, dos hermanos daneses, hallaron una de las llamadas “momias de pantanos”, tan inciertas como comunes en el norte de Europa. Los pequeños se encontraban junto a su familia buscando turba por una zona pantanosa de la pequeña localidad de Silkeborg, en la península de Jutlandia, cuando excavando llegaron a algo duro y avisaron a sus padres. Concretamente fue su madre quien desenterró la cabeza de lo que rápidamente entendieron como un cuerpo humano. Por aquellos años había desaparecido un joven al que la familia de campesinos creyó que podría pertenecer el cadáver. Avisaron a la policía, y en el proceso del estudio forense acabó en las manos del arqueólogo y director eneral de museos y antigüedades y del Museo Nacional de Copenhague, Peter Vilheim Glob, quien examinó la momia y descubrió que aquella no era en absoluto reciente. En realidad, lo que aquella familia natural del pueblo de Tollund había encontrado era una gran oportunidad para el estudio de la Edad de Hierro.

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