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Por qué deberías ignorar al menos un mensaje de WhatsApp al día
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Por qué deberías ignorar al menos un mensaje de WhatsApp al día

Algunos se pasan el día conectados y requieren respuestas inmediatas, otros no tanto. Esa diferencia de opiniones puede acabar generando estrés en un mundo hiperconectado

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Los tiempos han cambiado, en general para mejor. La esperanza de vida ha aumentado (al menos en Occidente), tenemos medicamentos y, en general, vivimos bien. Pero hay algo que sigue sorprendiéndonos cuando, por ejemplo, nos sentamos en el metro y echamos un rápido vistazo alrededor: todo el mundo está permanentemente conectado a la red. Enfrascados en sus teléfonos móviles, ven la vida pasar. Miran las noticias, observan alguna foto en Instagram y contestan un WhatsApp. Parece un mal menor en comparación con no tener penicilina, pero ese mal menor ha cambiado por completo la perspectiva mundial.

Estamos obligatoriamente conectados durante todo el día, siempre disponibles. De hecho, con la llegada del teletrabajo muchas personas advirtieron de los problemas de no desconectar del todo nunca y de tener que estar siempre pendientes de algún mensaje de su jefe. Y la vida laboral no es lo único que se ha alterado. Estamos acostumbrados a tener respuestas continuas e instantáneas de familiares, parejas y amigos, lo cual tiene doble lectura. Por un lado, nunca habíamos estado mejor y más conectados, pudiendo saber lo que otra persona está haciendo incluso a miles de kilómetros de distancia. Por otro, si alguien tarda un poco en contestar puede generarnos ansiedad (¿le habrá pasado algo?).

En este mundo hiperconectado, si alguien tarda en contestar puede generarnos ansiedad y llevarnos a pensar si le habrá sucedido algo

En otra ocasión hablamos de las mentiras de mayordomo: en un pasado remoto, aquellos con la suerte de contar con un mayordomo en casa le utilizaban como excusa cuando no querían atender a alguien. "El señor no está en casa", decía él entonces. Ahora, en un mundo hiperconectado, las mentiras de mayordomo se han transladado a la red. "La hiperconectividad crea presión para responder de inmediato a los mensajes de texto. Eso, a su vez, crea presión para mentir en aquellas ocasiones en las que no deseamos responder de inmediato. Ahora, llamar se ve como algo intrusivo y no tienes por qué contestar si no quieres, sin embargo, parece que siempre tenemos que estar disponibles para responder a un discreto mensaje", decía la psiquiatra Gwendolyn Seidman en un artículo publicado en 'Psychology Today'.

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El auge de la tecnología de comunicación rápida ha generado la expectativa de que las personas estén siempre conectadas y disponibles constantemente. Y lo estamos mucho: los datos de una encuesta de 2021 mostraron que el 30 % de los estadounidenses dicen que están 'casi constantemente' en línea, especialmente ahora durante la pandemia, informa 'BBC'. El problema que puede llevar a malentendidos o enfados es que no hay reglas suficientes para señalar el tiempo estipulado que se debe tardar en contestar un mensaje. Algunas personas pasan todo el día conectadas, otras prefieren tomarse descansos.

No hay normas sociales claras y la proyección de cuándo es educado contestar varía mucho de unas personas a otras

Hay muchas razones por las que los que envían el mensaje podrían molestarse cuando no reciben una respuesta rápida. Nuestros teléfonos nos dan una ilusión de proximidad; un amigo en otro continente se siente a solo un mensaje de texto de distancia. Sin embargo, no saben qué está pasando con la persona al otro lado de su WhatsApp. A veces, pequeños detalles (como enviar un meme o un enlace) pueden considerarse trivialidades para el que los recibe, pero no para el que los envía, generando ansiedad al no recibir una respuesta. De nuevo, puede parecer una tontería, pero es cada vez más común en el mundo en el que vivimos.

El problema está en la proyección. Antes de la llegada de un internet accesible a todos, también había diferencias a la hora de contestar llamadas: algunos las devolvían de inmediato y otros se tomaban su tiempo. Ahora, estas diferencias han aumentado debido a que no hay normas sociales claras y que la proyección de cuándo es educado contestar varía mucho de unas personas a otras.

Sin embargo, desconectar de vez en cuando es fundamental para nuestra salud mental.

Los estándares que has establecido para lo que es un tiempo de respuesta "aceptable" son tuyos, no un edicto universal

Si eres de los que se enoja por una respuesta lenta, puede ser útil interiorizar por qué estás empezando a preocuparte y recordar que estás proyectando tu propia situación y las ansiedades subsiguientes en el destinatario, cuando en realidad no tienes información concreta sobre él. En última instancia, si realmente te pone de los nervios que una persona en concreto tarde mucho en contestar, lo ideal es decírselo honestamente, sin olvidar que los estándares que has establecido para lo que es un tiempo de respuesta "aceptable" son tuyos, no un edicto universal.

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En general, tardar en contestar y acostumbrar a nuestros interlocutores a esperar un poco puede ser beneficioso para nuestra propia salud, teniendo en cuenta que en muchos trabajos ya tenemos que estar permanentemente conectados por obligación. Si sientes que te hierve la sangre la próxima vez que alguien deja tu mensaje sin responder, la mejor solución puede ser dejar el teléfono por un tiempo; estar conectado las 24 horas del día, los 7 días de la semana, ya es lo suficientemente estresante.

Los tiempos han cambiado, en general para mejor. La esperanza de vida ha aumentado (al menos en Occidente), tenemos medicamentos y, en general, vivimos bien. Pero hay algo que sigue sorprendiéndonos cuando, por ejemplo, nos sentamos en el metro y echamos un rápido vistazo alrededor: todo el mundo está permanentemente conectado a la red. Enfrascados en sus teléfonos móviles, ven la vida pasar. Miran las noticias, observan alguna foto en Instagram y contestan un WhatsApp. Parece un mal menor en comparación con no tener penicilina, pero ese mal menor ha cambiado por completo la perspectiva mundial.

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