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La percepción de profundidad y cómo se ve afectada por nuestra postura
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La percepción de profundidad y cómo se ve afectada por nuestra postura

Los estudios al respecto suelen mostrar gente sentada o erguida, pero si nos tumbamos la cosa puede cambiar y mucho

Foto: Fuente: iStock.
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Una casa a lo lejos puede resultar enana, y un bebé enorme si lo tenemos muy cerca, igual que esas fotografías en las que somos igual de grandes que la Torre de Pisa. Nuestra percepción de las cosas que nos rodean está irremediablemente influenciada por cómo percibimos la distancia y la profundidad. Esto se muestra mediante la ilusión de Ponzo, descubierta por Mario Ponzo en 1911.

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Un nuevo estudio de realidad virtual realizado por Kim, McManus y Harris (2021) examinó si la orientación del que observa podría influir en estos juicios de mayor o menor tamaño. La mayoría de los estudios que examinan la percepción de la profundidad y el tamaño se han basado en datos de observadores erguidos, normalmente sentados en una silla y observando estímulos en una pantalla también erguida (como el de arriba).

La mayoría de los estudios que examinan la percepción de la profundidad y el tamaño se basan en datos de observadores sentados en una silla y observando estímulos en una pantalla

Sin embargo, existe una creciente evidencia de que nuestra percepción cambia cuando nuestros cuerpos no están en posiciones verticales. Según un estudio publicado en 'Psychology Today', llevado a cabo por Nicolás Davidenko, cuando las personas se acuestan de lado, perciben las señales de orientación de manera diferente cuando juzgan rostros, miran la hora en relojes y leen palabras.

En una nueva investigación los participantes se sentaron erguidos o se acostaron boca arriba o boca abajo mientras completaban una tarea en la que tenían que estimar el tamaño en un entorno de realidad virtual. Así se descubrió que los participantes tendían a sobreestimar el tamaño de dicha varilla virtual en todas las condiciones. Esto probablemente se puede deber al hecho de que las señales de distancia en la realidad virtual no son tan convincentes como las señales de distancia en la realidad. Si la barra virtual parece estar más cerca de lo que realmente está, los participantes deben ajustarla para que hacerla más grande y que coincida con la barra de referencia.

Lo más probable es que los objetos parezcan más cercanos cuando estamos acostados (lo que hace que los juzguemos como más pequeños)

Con respecto al papel de la orientación del cuerpo, la sobreestimación de la longitud de la varilla virtual por parte de los participantes fue sistemáticamente mayor cuando estaban acostados en comparación con sentados erguidos, independientemente de la dirección particular de sus cuerpos. Cuando los participantes se acostaron boca arriba, ajustaron la barra virtual para que fuera un 18.9% más grande que la barra de referencia; cuando estaban boca abajo, ajustaron la barra virtual para que fuera aproximadamente un 23.6% más grande que la barra de referencia. Este sesgo fue mucho mayor comparándolo con el momento en que se sentaban erguidos (solo la ajustaban un 13,5%).

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Los autores argumentan que podría ser que los objetos parezcan más pequeños cuando estamos acostados o que parezcan más cercanos en esa posición (lo que hace que los juzguemos como más pequeños). Ellos consideran la segunda explicación como más probable puesto que nuestros juicios de distancia y profundidad se basan en señales multisensoriales, incluidas señales vestibulares que nos informan sobre nuestro propio movimiento y aceleración. Es probable que las señales vestibulares asociadas con la posición en la que nos encontremos confundan nuestros juicios de movimiento propio y, a su vez, recalibren nuestros juicios de distancia de modo que los objetos parezcan más cercanos y, por lo tanto, más pequeños de lo que realmente son.

Esto puede tener implicaciones en el futuro en la percepción tanto de nuestra realidad como de la realidad virtual. Y, por supuesto, investigaciones de este tipo contribuyen a la idea de que la percepción visual no está determinada simplemente por la información que ingresa a nuestros ojos, sino que también incorpora señales corporales relacionadas con la orientación, el movimiento y la aceleración. Incluso los procesos más básicos de la percepción visual, como determinar el tamaño y la distancia de los objetos en nuestro entorno, se ven afectados por la orientación de nuestro cuerpo.

Una casa a lo lejos puede resultar enana, y un bebé enorme si lo tenemos muy cerca, igual que esas fotografías en las que somos igual de grandes que la Torre de Pisa. Nuestra percepción de las cosas que nos rodean está irremediablemente influenciada por cómo percibimos la distancia y la profundidad. Esto se muestra mediante la ilusión de Ponzo, descubierta por Mario Ponzo en 1911.

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