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La influencia árabe en nuestra cultura: desmontando milongas
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La influencia árabe en nuestra cultura: desmontando milongas

Lo que hoy es territorio configurado por España y Portugal estuvo sometido durante casi ocho siglos a una cultura oriental prolija

Foto: La rendición de Granada, por Francisco Pradilla y Ortiz
La rendición de Granada, por Francisco Pradilla y Ortiz

Ser autodidacta es, estoy convencido, el único tipo de educación que existe.

Isaac Asimov.

Quizás de forma sesgada o tal vez por la lenta labor de siembra en una historia llena, ya sea de mentiras o medias verdades, se ha manipulado el inconsciente colectivo con milongas tremebundas. La influencia árabe en nuestra cultura como nación tiene más recorrido y peso de lo que queremos aceptar.

Si bien el latín con el decurso del tiempo se convertiría en la madre de un gran número de lenguas centroeuropeas y mediterráneas, estas, posteriormente, vendrían a llamarse lenguas romances como derivadas de la matriz original. El sin número de variantes que pudo originar el latín es bastante amplio, pero si debemos de reducirlo o simplificarlo, se podrían nuclear en torno al castellano, comúnmente llamado español, al galaico - portugués – brasileiro, al italiano, occitano, rumano y, al todavía vivo, ladino, muy vinculados al pueblo judío sefardita.

Foto: Las Hurdes (Fuente: iStock)

Pero este idioma universal (el español), que hoy hablan como primera y segunda lengua más de 1.200.000.000 de humanos, o lo que quiera que seamos, es una amalgama en la que, además de la preeminencia del latín, el árabe y sus más de 4000 de sus voces ocupan un lugar determinante (mientras que el griego en menor medida), integran una de las lenguas más ricas de la historia de la humanidad, habida cuenta de que somos probablemente el pueblo más mestizo del mundo. No hay que olvidar que el griego tuvo una influencia potente en el latín y este, por extensión, en el actual castellano llamado universalmente español.

Pero la cosa no va de helenismos, latinajos, galicismos, anglicismos, ni fruslerías lingüísticas, no. El léxico del español está constituido por alrededor de un 10% de palabras derivadas del griego, otro 10-12% del árabe (más dominante en Andalucía que en el resto de la península) y un resto amplio del latín (cerca de un 70%).

El castúo, el aranés y el bable tienen su público, sin duda, pero, sin embargo, el milenario euskera, un lujo para España y Europa a pesar de su austeridad y simpleza lingüística, estuvo a punto de desaparecer durante la dictadura franquista a raíz del Decreto-Ley de 23 de junio de 1937, al ser declaradas provincias traidoras Guipúzcoa y Vizcaya y prohibirse todo tipo de manifestación cultural a este antiquísimo pueblo, de orígenes todavía hoy desconocidos. Hay que señalar que, por primera vez en la historia, tras cerca de mil años de juramentos por los reyes leoneses, castellanos y posteriormente españoles ante el árbol de Guernica, la misteriosa lengua vasca estuvo en trance de desaparecer.

placeholder Patio de las Doncellas en el Real Alcázar de Sevilla (Fuente: iStock)
Patio de las Doncellas en el Real Alcázar de Sevilla (Fuente: iStock)

Pues bien, con toda esa herencia cultural y lingüística, lo que hoy es territorio configurado por España y Portugal, estuvo, como todos sabemos, sometido durante casi ocho siglos con diferente intensidad a una cultura oriental prolija en creatividad y cuya herencia, ingeniería civil, arquitectura y arte con mayúsculas, ha marcado indeleblemente nuestro país; no en vano en el 2022 fuimos la segunda potencia mundial por turismo entre 195 países si incluimos el Vaticano y Palestina.

Sin ir más lejos, siempre se ha tildado a los árabes de estar enfadados con el agua, verdad absolutamente asimétrica, pues si la higiene tiene una firma, esta es la suya.

La Córdoba de Abderramán III (con una población de 1.000.0000 de habitantes), más que Constantinopla o Tenochtitlan en la misma banda del tiempo, ya destilaba formas y fama. Instituida como califato independiente de Damasco, tenía arriba o abajo cerca de un millar de baños públicos que atendían diariamente un promedio de 700 usuarios cada uno. El agua corriente, la red de saneamiento y el alcantarillado, junto con la inapreciable contribución de más de 200.000 stajanovistas mininos mantenían a raya a invitados no deseados. En lo tocante a jabón y perfumes eran los números uno, hábito heredado de las tradiciones egipcias. A muchos de sus críticos deberíamos de ponerlos enfrente de un espejo o a ejercer de espantapájaros. Los avances de la fenecida Roma Imperial, si bien tenían vigencia todavía, ya se veían por el retrovisor.

"La 'España' de los Abderramanes se convirtió en la huerta de Europa y, con los correspondientes peajes, las naranjas rodaban hasta Inglaterra"

Hay que reconocer que los moritos adoptaron los sistemas de riego de los romanos, mejorándolos de manera sustancial. En consecuencia, el impulso económico que se generó en el agro fue determinante para mejorar la calidad de la alimentación no solo por excedentaria, sino además por calidad y variedad. Dátiles, naranjas y limones crecían profusamente en las riberas del Guadalquivir y formaban parte del trueque con los productos venidos del norte cristiano. La “España” de los Abderramanes se convirtió en la huerta de Europa y con los correspondientes peajes las naranjas rodaban incluso hasta la mismísima Inglaterra, protegidas en sal marina. Lujo asiático.

Pero suma y sigue. Lo de los cultivos hidropónicos, muy tan de moda en Almería, Holanda e Israel, no son invenciones de ayer sino de siglos atrás y que conste que ya las usaban los sumerios y acadios in illo tempore. Los cordobeses de antaño hacían un uso prolífico de ellos. Muchas de las frutas, nutrientes y especias que hoy ponemos en nuestras mesas; arroz, albaricoques, melocotones, caña de azúcar, higos, granadas y otros tales como el carísimo azafrán y el popular algodón, no venían de Marte, crecían en Córdoba.

Y ya puestos a sumar, aclarar que aquellos fanáticos de su dios que tenían la horma de su zapato, en otros que con un crucifijo se les parecían bastante, eran una avanzada civilización famosa por sus matemáticos, astrónomos, literatos y poetas, poseedores de una arquitectura incomparable, gentes que exploraban todas las latitudes con una convicción arrasadora. Canteros y tallistas excepcionales crearon uno de los monumentos más hermosos para alegría de esta atribulada humanidad (o de una privilegiada parte de ella) llamada la Alhambra, un palacio fortificado casi de ciencia ficción donde otra vez el agua, llenaba de fantasía los sentidos del observador.

placeholder Mezquita de Córdoba (Fuente: iStock)
Mezquita de Córdoba (Fuente: iStock)

Y si hablamos de educación formal podríamos disertar durante horas. Al menos durante el tiempo Omeya en la península, esta era de obligada asistencia y disponibilidad dentro del reino, todo hay que decirlo, aunque las madrasas lo impregnaban todo de una radical teología (también las había laicas para los estudiosos extranjeros de la cultura árabe sin tintes religiosos), al menos la gente sabía leer y escribir.

Como contrapunto a ello, se podría decir con estimaciones prudentes que en el resto de Europa el analfabetismo era una plaga, el personal se las veía canutas para sumar y restar y pagarle el diezmo al señor feudal. Hubo, en los márgenes de la actual Andalucía, un momento en el que una docena de universidades al alimón estuvieron funcionando a pleno rendimiento. Y no solo eso, nos trajeron una joya del pensamiento de antecedentes milenarios, el ajedrez. Según el reputado periodista especializado en este arte ciencia, Leontxo García, con la perspectiva de hoy, la existencia de esta disciplina tiene una existencia de cerca de 1.500 años, pero ya el autor del libro de referencia escrito por David Shenk, en el original, The Immortal Game: A History of Chess, habla de la fusión entre la Peteia griega que jugaban los soldados de Alejandro Magno en combinación con la Chaturanga practicada por los derrotados súbditos del rey Poros tras la Batalla de los Elefantes. Otros especialistas, como el erudito doctor y profesor Don Joaquín Pérez de Arriaga, lo remonta a la época faraónica, en la que hace 3000 años en el tiempo de la Vigésimo primera dinastía ya se intuía en algunos altorrelieves algo que tenía visos de sugerir que el misterioso ajedrez estaba implantado entre aquella adelantada cultura.

Foto: El Beato Juan de Ribera, por Francisco Domingo Marqués. La obra representa al prelado español San Juan de Ribera (1532-1611), interviniendo en la expulsión de los moriscos
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El caso es que en la Baja Edad Media y ya cercanos al amanecer del Renacimiento, los moros ya habían dejado su mensaje, mensaje que Alfonso X el Sabio difundió profusamente en su famosa obra El libro del ajedrez, juegos y dados, aunque ya había ciertas menciones previas de ello en el Testamento Catalán.

Vamos, que el aporte de estas gentes con turbante no fue peccata minuta. No podemos ni debemos de renegar de la increíble influencia que ha dejado en nuestra cultura actual aquella pléyade de cultivadas mentes. Lamentablemente, la decadencia del islam por su cada vez más radical teologización, ora con tintes mesiánicos o en ocasiones deliberadamente inducida por oscuros intereses de terceros, especialistas en mover cunas ajenas, a día de hoy no genera mucha empatía. Cuando la religión funciona como una mega estructura ideológica que traduce la realidad como patrimonio excluyente, alienando a los que no comparten sus postulados, estamos ante una forma de barbarie aberrante.

En cualquier caso, Salam Aleikum a todos.

Ser autodidacta es, estoy convencido, el único tipo de educación que existe.

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