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Por qué ser invisible es uno de los deseos más antiguos de la humanidad
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DE PLATÓN A LOVECRAFT

Por qué ser invisible es uno de los deseos más antiguos de la humanidad

Tanto en las narraciones clásicas como en las más actuales, aparece el deseo de no ser visto como atributo de gran poder. ¿A qué se debe que estemos los humanos tan obsesionados con esta cualidad?

Foto: Foto: iStock.
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Si hiciésemos una encuesta sobre cuáles son los deseos mayoritarios de personas de cualquier edad, sexo o cultura, posiblemente una de las respuestas más comunes sería ser invisible. La cualidad de estar, pero no ser vistos, nos permitiría escuchar qué dicen de nosotros los demás a nuestras espaldas o acceder a los espacios más prohibidos sin que nuestra presencia nos delate. Por ello, el poder de la invisibilidad nutre las más variadas películas y ficciones, y a su vez, aparece en las teorías más experimentales de la física con el objetivo de hallar una fórmula matemática que permita a los objetos visibles escapar de la refracción de la luz.

Dos de las grandes sagas de fantasía nuestra época, El Señor de los Anillos y Harry Potter, otorgan suma importancia al hecho de ser invisibles. En la primera, el poderoso anillo de Sauron vuelve invisible a todo el que se lo pone. Y aunque podría parecernos original, este recurso argumental ya aparece en una de las obras clásicas más antiguas de nuestra cultura occidental: en La República, del filósofo Platón, un personaje llamado Glaucón tiene una conversación con Sócrates en la que comparte una historia sobre un poderoso anillo que fue encontrado por un pastor llamado Giges. Este se encuentra con un caballo de bronce con un cadáver en su interior, el cual posee un anillo de oro reluciente. Al ponérselo, se vuelve invisible y usa este poder para seducir a la esposa del rey y después asesinar a su marido.

placeholder Representación anónima de la leyenda de Giges encontrando el anillo mágico. (Wikipedia)
Representación anónima de la leyenda de Giges encontrando el anillo mágico. (Wikipedia)

Platón quería demostrar con este relato que un hombre es malo solo cuando tiene el poder de cometer la maldad. Y, en el caso de Glaucón, el poder era el de la invisibilidad otorgada por el anillo. "Todo hombre cree que resulta mucho más ventajosa personalmente la injusticia que la justicia", reflexiona el filósofo. Por tanto, podríamos deducir que lo que llena el mundo de injusticias no es la maldad humana en sí misma, sino una gran capacidad para hacer el mal, es decir, un gran poder. Muchos se acordarán, llegados a este punto, de otra de las frases más míticas del cine, aquella que le suelta el tío de Spiderman a su sobrino, Peter Parker, antes de morir: "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Y, en el relato clásico de Platón, ese gran poder no es tener unas capacidades físicas sobrehumanas y poder volar por los aires gracias a una tela de araña superresistente, sino la invisibilidad. Algo mucho más discreto, pero mucho más poderoso.

La 'perspectiva-refugio'

Como vemos, la capacidad de no ser vistos se antoja como una de las más increíbles y poderosas desde la antigüedad hasta el presente. ¿A qué se debe esto? ¿Por qué llevamos este deseo en nuestro inconsciente desde hace siglos? Una de las explicaciones más apropiadas para explicar este deseo inmortal de ser invisibles es la que esgrime el geógrafo británico Jay Appleton, quien acuñó la teoría de la perspectiva-refugio. Desde tiempos inmemoriales, la adaptación del ser humano a la naturaleza pasaba por saber esconderse. Debido a su condición de animal débil, propenso a ser presa de otros seres vivos más fieros y temibles, su misión para conservar la vida se basaba en poder detectar las amenazas (conseguir perspectiva) y al mismo tiempo estar prevenido contra estas mismas (lo que vendría ser construir refugio).

"La emoción más antigua y fuerte de la humanidad es el miedo, y el tipo de miedo más antiguo y fuerte es el miedo a lo desconocido"

Por otro lado, nada más miedo que aquello que no se ve. Lo comprobamos en grandes cuentos de terror, sobre todo en las fábulas de H. P. Lovecraft, como en "El horror de Dunwich", un relato corto escrito en 1928 que habla de un ser gigantesco, más grande que un elefante adulto, que asola a un pequeño pueblo. "La emoción más antigua y fuerte de la humanidad es el miedo, y el tipo de miedo más antiguo y fuerte es el miedo a lo desconocido", escribe el narrador en su ensayo El horror sobrenatural en la literatura, publicado en 1925. De todos los seres paranormales y monstruosos, son los fantasmas aquellos que mejor representan el atributo de ser invisibles. Y, precisamente, de fantasmas está nutrida toda la literatura de terror desde el pasado hasta ahora.

De nuevo, nada da más miedo que lo desconocido, de ahí que una de las aversiones más comunes cuando somos niños sea la oscuridad, precisamente porque somos incapaces de ver, porque sea lo que sea que se esconde ahí al refugio de las sombras, observándonos en silencio, es invisible. "Los niños siempre tendrán miedo a la oscuridad, y los hombres con mentes sensibles al legado hereditario siempre temblarán ante la idea de mundos ocultos e insondables de vida extraña que pueden latir en los abismos más allá de las estrellas", escribió más adelante Lovecraft.

Un Dios invisible

Obviamente, no todo lo invisible tiene que ser maligno. El Dios cristiano, a pesar de tener una figura antropomórfica en las representaciones bíblicas, también es invisible e invoca la idea más alta del Bien que evolucionaría desde Platón, pasando por Santo Tomás de Aquino hasta Descartes. Si el mundo está bien hecho es porque fue creado por ese padre invisible de la humanidad, quien a su vez nos hizo a su imagen y semejanza, pero no en lo relativo al físico, sino a lo espiritual. La creencia en el alma o en las ideas, el hecho de que poseamos racionalidad, parte de la idea religiosa de Dios, la cual es del todo invisible al carecer de forma física.

"Las diversas representaciones de la invisibilidad sugieren que el concepto sirve como un espejo en el que vernos reflejados a nosotros mismos"

"La invisibilidad, entonces, se ve a veces como una bendición, y otras como una maldición", escribe Greg Gbur, profesor de física y óptica en la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte, quien ha escrito un artículo en la revista Aeon donde repasa todos estos mitos de lo invisible. Este también cita los esfuerzos de la ciencia por enmascarar lo visible, enmarcados en una oleada de estudios publicados en 2006 en la revista Nature en la que un conjunto de científicos intentaron demostrar cómo fabricar una capa de invisibilidad, como la que aparece en la ya citada película de Harry Potter. "Aunque todavía no se ha creado nada que pueda describirse como invisible en el sentido literal, y puede que nunca lo haya, la atención que los físicos han prestado a este poder muestra cuán profundamente intrigante puede ser el concepto".

placeholder Harry Potter, portando la capa de invisibilidad. (Fotograma de la película)
Harry Potter, portando la capa de invisibilidad. (Fotograma de la película)

"Las diversas representaciones de la invisibilidad en la literatura y la cultura popular sugieren que el concepto sirve, irónicamente, como un espejo en el que nos vemos reflejados a nosotros mismos", concluye Gbur en su artículo. Cuando no vemos nada, nuestra mente tiende a llenar de sentido y significado ese vacío a partir de la imaginación, al igual que un niño teme a la oscuridad porque intuye que pueda haber monstruos escondidos en ella. Entonces, proyectamos una parte de nosotros que se pierde en ese conjunto no visible. Y esto, según el pensamiento mágico, nos lleva a la idea de que con nosotros van muchos más fantasmas de los que pensamos. "Todas las historias de amor son historias de fantasmas", es la frase que da título a la biografía de uno de los más grandes escritores recientes, y aunque no lo sepamos, nosotros también somos fantasmas para alguien a quien dejamos de ver hace mucho tiempo.

Esa invisibilidad, traducida en el plano más sociológicamente actual, puede verse como un privilegio en un mundo en el que todo se hace visible. Si sucede algo noticioso o relevante en la otra parte del mundo, alguien estará allí para grabarlo y podremos verlo en tiempo real en nuestro teléfono móvil. Si conocemos a alguien a través de internet, posiblemente tengamos a nuestra disposición un reguero de fotos y contenidos que nos hablan de su personalidad sin haber conocido a la persona en cuestión todavía. Y decíamos privilegio, porque ser invisibles en el mundo de hoy en día no deja de resultar sospechoso, como si efectivamente tuviéramos un gran poder que otros no pueden permitirse. ¿A dónde va ese que no plasma lo que hace y piensa en redes sociales?

Si hiciésemos una encuesta sobre cuáles son los deseos mayoritarios de personas de cualquier edad, sexo o cultura, posiblemente una de las respuestas más comunes sería ser invisible. La cualidad de estar, pero no ser vistos, nos permitiría escuchar qué dicen de nosotros los demás a nuestras espaldas o acceder a los espacios más prohibidos sin que nuestra presencia nos delate. Por ello, el poder de la invisibilidad nutre las más variadas películas y ficciones, y a su vez, aparece en las teorías más experimentales de la física con el objetivo de hallar una fórmula matemática que permita a los objetos visibles escapar de la refracción de la luz.

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