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El marino español que reventó la bolsa de Londres
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El marino español que reventó la bolsa de Londres

El mayor desastre logístico de la historia naval de Inglaterra fue asestado por un enjuto almirante español de 73 años en el año 1780

Foto: Luis de Córdova (Fuente: Wikimedia)
Luis de Córdova (Fuente: Wikimedia)

Aquel que abre las puertas de una escuela, cierra las de una prisión.

Víctor Hugo.

El mayor desastre logístico de la historia naval de Inglaterra fue asestado por un enjuto almirante español de 73 años en el año 1780. De rostro cetrino y nariz aguileña, poblado de arrugas curtidas en sal, este lobo de mar, no solo era probablemente el marino más cualificado de la Real Armada Española, sino quizás; el artífice de que hoy existan los EEUU de América.

En la madrugada del 9 de agosto de 1780, se estaba orquestando una carambola de acontecimientos que acabaría con la quiebra de la Bolsa de Londres. Un tiempo antes, una tupida red de espionaje española, informaba puntualmente, a través de goletas portuguesas o bretonas e informantes irlandeses adscritos a los astilleros de Portsmouth y Southampton, de cualquier detalle que permitiera hacerles un roto a los rubicundos isleños. Sus mensajes iban o hacia los puertos de la Bretaña francesa y de ahí, con ágiles correos, hasta la frontera española. Otras veces se dirigían directamente a Pasajes, San Sebastián o Santander.

Foto: Pedro III el Grande en el collado de las Panizas, por Mariano Barbasán. 1891. (Diputación Provincial de Zaragoza)
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Tanto el conde de Floridablanca como el almirante Luis de Córdova recibían reportes de manera regular sobre las intenciones y movimientos de tropas hacia India o la guerra de independencia que llevaban los ingleses contra los sublevados de las colonias americanas. En este caso, el soplo, vino a través del embajador de España en Francia, que había sido informado por vía alternativa y duplicada.

Durante la noche del día 9 de agosto, en un perfecto trabajo coral, las fragatas españolas, alejadas de sus propios navíos de línea, exploraban prudentemente adelantadas la superficie donde se sospechaba se movía la flota adversaria. Una goleta inglesa de avanzadilla fue detectada a barlovento y esta, advertida de la que se venía encima, alertó a los suyos con unas salvas de aviso. Calculando la velocidad de las corrientes y el viento dominante, Luis de Córdova trazaría con precisión matemática el lugar donde plantearía la batalla al amanecer y con el sol a sus espaldas, algo que sin duda perjudicaría a los ingleses y mucho. Pero no solo eso; había ideado una celebrada trampa que surtiría un efecto demoledor sobre la flota inglesa; la astuta idea fue la clave de la victoria. Ordenó poner en lo alto del trinquete un fanal en la zona de proa, simulando que se alejaban cuando la realidad era otra bien distinta.

La entera flota enemiga, muy mermada en su cobertura defensiva, se acercaba temerariamente hacia aquella luz que actuaba como un cebo, con la idea de que obedecían órdenes por parte de su propio comandante, John Montray, que no dio la talla en ningún momento. El año anterior, aprovechando las duras circunstancias por las que atravesaban los ingleses con los frentes abiertos en India y las colonias, el almirantazgo había dado órdenes estrictas de que la Royal Navy no se alejara del Canal de la Mancha, pues un intento de invasión hispano-francés el año anterior, había declinado fatídicamente a causa de dos factores de comorbilidad solapados. Uno, el tifus y el otro un feroz ataque de escorbuto; ambos habían hecho mella entre las tripulaciones obligando a los mandos a aplazar la invasión programada.

placeholder Luis XVI (Fuente: Wikimedia)
Luis XVI (Fuente: Wikimedia)

Cuando la entera flota inglesa cayó en la astuta trampa, cincuenta y cinco embarcaciones de transporte, entre ellas un navío de línea y una fragata, habían “picado” en el imaginativo cebo propuesto por el almirante español. Más de 80.000 mosquetes, pólvora en cantidades asombrosas, artillería de campo y embarcada, equipamiento para doce regimientos, una cifra aproximada de 3000 prisioneros y poco más de un millón de libras en oro fraccionado en monedas y lingotes, destinadas a pagas del ejército en ambas latitudes de destino; se volatilizaron en un abrir y cerrar de ojos.

El comodoro, que debía de prestar protección a la flota de barcos de transporte ligeramente artillados, se dio a la fuga sin más y acabó sembrando coles en una granja de su propiedad en Escocia; eso sí, sin el uniforme del que había sido desposeído en un consejo de guerra previo. Al engolado Jorge III, le dio un “parraque “que necesitó de la asistencia de lo más granado de los galenos de la corte; acababa de perder la quinta parte de su colosal fortuna en valores de bolsa e inversiones en la Compañía de las Indias Orientales.

Foto: Retrato en óleo sobre lienzo del vicealmirante de la Armada Pascual Cervera y Topete. Obra del Federico Godoy Castro (1923). Ministerio Naval, Madrid (MNM 1078).

Pero nuestro bienamado almirante Luis de Córdova, se había venido “parriba”. En 1781, capturó otro convoy inglés, esta vez de 24 naves, cerca de las islas Sorlingas (Scilly) al sudoeste de la costa de Cornwall. El almirante se veía en forma; pero el mar tiene sus propias patologías y una de ellas es el reuma.

El rey de Francia, Luis XVI, último monarca galo antes de la Revolución Francesa, pues años después hubo otros cuatro monarcas en menos de cuatro meses de un agitado verano; ya había agasajado a nuestro consumido almirante anteriormente con 12 lingotes de oro puro, con la elocuente dedicatoria, “de Luis a Luis”.

Carlos III, le concedería la gran cruz homónima. Nonagenario ya el viejo almirante, antes de emprender el Gran Viaje, se hizo un espacio a su medida en el Panteón de Marinos Ilustres en San Fernando, Cádiz. Es más que probable que esté en petit comité con otros tertulianos de la talla de Jorge Juan y Santacilia, Pascual Cervera y Topete, Antonio de Escaño, Álvaro de Bazán y otros grandes; hablando de tácticas y estrategia. Sería interesante mirarlos por el ojo de una cerradura rodeados del inmenso mar en el que labraron su prestigio.

Aquel que abre las puertas de una escuela, cierra las de una prisión.

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