Los 'papeles' del almirante o el bulo como deporte nacional

"La victoria tiene muchos padres, pero la derrota es huérfana".

Napoleón.

Después del excelente tratamiento dado al almirante Cervera en la Academia naval de Annapolis por la oficialidad norteamericana, tratamiento, todo hay que decirlo, extensible al resto de la marinería española tras la derrota infligida por su joven escuadra en Santiago de Cuba; le quedaba todavía al ilustre marino, pasar otro mal trago.

Quien se había opuesto frontalmente a exponer las exiguas capacidades de la flota española en las Antillas frente a la abrumadora superioridad adversaria; quien había pronosticado una dolorosa derrota como si de una admonición se tratara, a quien sin los recursos necesarios se envió a una muerte segura; le quedaba por defender, ante un país asombrado por la "inesperada" derrota de la flota española, su honor ante un tribunal.

El último día de agosto del año 1899, don Pascual Cervera y Topete salía rehabilitado en su honor tras pasar por un consejo de guerra poco dado a las concesiones. Su autodefensa fue brillante y cuando concluyó el oneroso trámite, la sala en su conjunto guardó un largo silencio hasta que finalmente prorrumpió en un aplauso cerrado.

Absuelto unánimemente por el tribunal, publicó su durísimo alegato contra la irracionalidad de los que tomaron decisiones manifiestamente controvertidas desde sus cómodas poltronas, datos que quedaban reflejados en la 'Colección de documentos referentes a la Escuadra de Operaciones de las Antillas', un compendio detallado de cómo se podía haber evitado el desastre y su postura previa y presencial ante los sucesos acaecidos en la batalla.

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En un relato impecable, tanto por su redacción como por el alma de la exposición, se van desgranando los hechos por orden cronológico, las instrucciones recibidas, respuestas enviadas y, como añadido, la correspondencia enviada a sus amigos sobre el trance en cuestión. De todo ello, se deduce que por oficio e información adquirida sobre los movimientos y opciones de los norteamericanos, ya barruntaba el almirante un desastre irremediable. La insustanciada euforia nacional, promovida por una prensa irresponsable, fue en gran medida la autora del estado de shock en el que quedó la población tras la tragedia.

Gracias a la providencial previsión del almirante al conservar tan valiosa documentación, su contenido afectó rotundamente la decisión de la justicia, pues desclasificada y al perder su carácter secreto, causaría un hondo impacto en la opinión pública; habida cuenta el desconocimiento de los hechos objetivos. Tanto la prensa como la radio nacional e internacional, habían seguido el proceso con enorme interés y ello, derivó en un clamor popular, lo que tradujo la sentencia anterior por parte de un pueblo desinformado, convirtiendo en muestras de admiración su figura y el proceso.

De todas partes del mundo (incluida una carta de apoyo confeccionada por la alta oficialidad de la Academia naval de Annapolis) llegaron muestras sinceras de respeto por la defensa hecha de sí mismo en un ambiente a priori hostil. El relato de los acontecimientos es en puridad, luminoso y habla de un hombre íntegro frente a un dilema diabólico; de una épica dramática, pero épica, al fin y al cabo.

Los 'papeles' del almirante

La publicación de los “papeles” del almirante puso en su sitio a cada uno. La Guerra Hispano-norteamericana no fue otra cosa que la culminación de una serie de despropósitos políticos adheridos al mediocre tejido social patrio y que a la postre, generaría o pondría en evidencia una honda crisis de conciencia nacional y revelaría las costuras de una nación empobrecida y mal gestionada por unos y otros en un enfrentamiento permanente en la que España quedaría simbolizada en la piedra del mito de Sísifo. Nada nuevo bajo el sol.

La abundancia de errores estratégicos en el planteamiento de una guerra naval se paga con un alto precio. Cervera en su amplia documentación presentada al tribunal militar que lo juzgó, intuía meridianamente el desenlace por venir. ¿Cómo un conglomerado de fuerzas sin cohesión, de razas variopintas y sin una aparente preparación, podían domeñar el valor indómito español? Vana ilusión.

"Sentenciado irremisiblemente por la locura o el falso orgullo nacional que se manifestaba en forma de presión política, sorda a todo juicio profesional y experiencia militar, así, de esa suerte, se hizo a la mar el almirante"

El capitán de navío J. Mahan de la Armada norteamericana, al referirse a la suicida o heroica salida a la mar del almirante, no vaciló en escribir estas hermosas frases: "Sentenciado irremisiblemente por la locura o el falso orgullo nacional que se manifestaba en forma de presión política, sorda a todo juicio profesional y experiencia militar, así, de esa suerte, se hizo a la mar el almirante". Estas palabras no necesitan demasiadas explicaciones. Los documentos manejados ante la corte marcial eran implacables.

El almirante, con una sutileza extrema, venía a resaltar la incapacidad de los hombres de Estado, la ignorancia de los gobiernos y del desajuste de una opinión pública mal orientada por la fuerza irresistible de un malentendido patriotismo, y la inconsciencia de gran parte de la prensa nacional que no supo o no quiso expresarse con claridad en torno al conflicto convencida de la supuesta superioridad de nuestros barcos. 'Si vis pacem, para bellum'.

España, un enigma permanente.

P.D. Mi agradecimiento al capitán de navío don Eduardo Bernal por sus amables sugerencias.