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Gustav Fechner, el científico que tuvo una crisis y después descubrió el alma escondida de las plantas
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HISTORIA Y FILOSOFÍA

Gustav Fechner, el científico que tuvo una crisis y después descubrió el alma escondida de las plantas

Recuperamos la historia de este físico olvidado que fue pionero en una ciencia tan actual hoy en día como es la psicología, y que también se afanó en demostrar que otros seres vivos distintos a nosotros tienen consciencia

Foto: Gustav Fechner. (Getty Images/Hulton Archive)
Gustav Fechner. (Getty Images/Hulton Archive)

"Además de las almas que corren, lloran y se deleitan, ¿no debería haber almas que florezcan en mitad de la quietud, que sacien su sed bebiendo rocío, que exhalen aromas y que satisfagan sus anhelos más elevados brotando y expandiéndose a la luz?". Esta es una de las preguntas que mejor sirven para adentrarse en el pensamiento de Gustav Theodor Fechner, uno de los primeros psicofísicos de la historia, nacido en 1801 en Polonia, quien ha pasado muy desapercibido por la historia de las ciencias al tener un punto de vista rupturista, pero que luego años más tarde sirvió para asentar las bases de disciplinas que a día de hoy nos resultan tan útiles y familiares, como la psicología.

Su aportación más famosa fue la elaboración de la ley de Weber, la cual halló cómo calcular de manera precisa algo tan subjetivo como vienen a ser las percepciones físicas, pero más allá de esta, su obra más importante y querida para él fue Nanna, publicada por primera vez en 1948, en la que postula argumentos a favor de una vida consciente de las plantas y vegetales, lo que contradecía muchos de los postulados científicos y filosóficos que se consideraban inamovibles. Al fin y al cabo, nació en la época dorada de la filosofía continental: nació tras el auge de figuras intelectuales tan importantes como Immanuel Kant, quien separó definitivamente sujeto de objeto en la investigación científica.

La propia biografía de Fechner hace presagiar su pensamiento animista, llegando a considerar que todas las formas de materia, en especial las plantas, tenían alma, lo que en aquel entonces se traducía en ser poseedoras de conciencia. Cuando tan solo tenía 16 años, comenzó la carrera de Medicina en Dresde, apasionándose por la observación de los fenómenos biológicos, lo que más tarde le llevó a ser profesor de física en la Universidad de Leipzig. Como no recibía remuneración ninguna, se puso a trabajar de traductor, en concreto se desempeñó los ocho volúmenes del Das Hauslexikon, los cuales contenían varios miles de páginas. Esta tarea, junto con varios estudios sobre el color que implicaban exponerse demasiado a los rayos solares, dañó tanto su vista que empezó a quedarse ciego.

Fechner sostiene que las plantas son seres "llenos de deseos y sentimientos", a los que "les deleita el Sol como a nosotros la comida sana"

La ceguera le obligó a dejar de dar clases en la Universidad, lo que a su vez le produjo una intensa depresión de tres años que, según él mismo, consiguió superar gracias a los cuidados de su esposa, Clara Volkmann. Al estar desprovisto del arma más eficaz para leer y comprender el mundo físico, como son los ojos, empezó a interesarse por lo que subyace a la realidad, por la metafísica. Así, tras mucho pensar y razonar, llegó a la conclusión de que lo físico y espiritual o psíquico eran una sola misma cosa, y por ello los seres vivos que hasta entonces habían sido clasificados en el menor rango del ser (como las plantas), poseían conciencia.

Unos nuevos ojos

"En 1846, Fechner declaró en su primera conferencia en años que su enfermedad le había conferido una 'vocación superior' de contemplar 'el interior de la naturaleza'", asegura Rachel Petersen, escritora y profesora del Centro para el Estudio de las Religiones del Mundo de la Universidad de Harvard, en un reciente artículo publicado en Aeon. "Había cruzado el puente entre el interior y el exterior, hacia un lugar donde la frontera entre lo visible e invisible perdía significado. Las almas vegetales echaron raíces en Fechner, y este pasaría su vida invitando a los lectores a cruzar y ver la naturaleza con nuevos ojos".

Foto: Los acumuladores de orgón que inventó para extraer las energías negativas. (FDA)

Hay que tener en cuenta que Fechner va a contracorriente de toda la tradición filosófica dominante, que siempre habían visto el reino vegetal como seres vivos en un nivel mucho más inferior a los humanos o los animales. En la clasificación que hace Aristóteles en su De Anima otorga a las plantas el rango más bajo en la cadena de la vida y otros más próximos, como René Descartes, despreció a las plantas considerándolas puros objetos, separando la relación entre materia y mente. El único filósofo que pudo ser un apoyo para Fechner fue Baruch Spinoza, quien aplanó estas categorías del ser, sospechando que incluso los seres inorgánicos podían estar cargados de cierta espiritualidad.

Foto: David M. Peña-Guzmán, en una foto cedida.

Fechner postuló que no es que las plantas dispusieran de códigos similares a los de los seres humanos para comunicarse entre ellas, o de conciencia del mundo en el que habitan, sino que poseían un tipo de alma diferente a la nuestra, basada en una sensibilidad especial que nosotros solo podemos intuir a través de los sentidos físicos. "A quienes dicen que las plantas no se mueven, Fechner les respondería que solo les falta paciencia para apreciar su lentitud de movimiento; aquellos que dicen que las plantas no pueden hablar, Fechner les ofrecería un léxico basado en las fragancias que desprenden", explica Petersen. En lugar de cerebro, "las plantas poseen algo análogo al sistema nervioso de los animales, constituido por fibras y filamentos vegetales". En su libro, "Fechner sostiene que las plantas son seres conscientes llenos de deseos y sentimientos", que "les deleita el Sol como a nosotros una buena comida sana".

El retorno del pamsiquismo

A pesar de lo arriesgada que era su propuesta científica, en la actualidad hay un sinfín de autores que conforman un nuevo renacer del pampsiquismo, una corriente filosófica muy amplia que parte de la premisa de que el mundo entero es un gran cerebro hiperconectado, habiendo una especie de conciencia común entre todos los seres que lo habitan. Lo cierto es que hay estudios que refrendan que los árboles pueden comunicarse entre ellos para convivir y sobrevivir a partir de redes subterráneas de hongos que les mantienen conectados. O que las hojas de las plantas tienen memoria táctil. Esto no quiere decir que puedan hablar o pensar, pero sí que tienen una conciencia de su entorno, interpretan estímulos del ambiente que les empuja a responder, de la misma forma en que nosotros hacemos guiados por la razón o la inteligencia.

"El universo empezó a ser visto no como algo orgánico y animado, sino como una máquina sin mente"

La visión más radical del pensamiento pampsiquista la puede asumir Lynn Townsend White Jr. un historiador medievalista que culpa al cristianismo de haber colocado a Dios como creador de la naturaleza, y, por tanto, en una posición externa a ella, en lugar de seguir los predicados de la tradición animista. "Antes de cortar un árbol, excavar una montaña o poner una presa, era importante aplacar y mantener a raya el espíritu que emergía de esa situación en particular", escribió White, en un fragmento recogido de un artículo de Joe Zadeh en Noema Magazine. "El cristianismo sentó las bases para una relación abusiva del hombre con la naturaleza. Esta ideología religiosa influyó la Revolución Científica y marcó el comienzo de la era de la tecnología, el capitalismo y el colonialismo. El universo empezó a ser visto no como algo orgánico y animado, sino como una máquina sin mente, como un reloj, cuyos engranajes están gobernados por leyes científicas".

Foto: Interior de la biblioteca del Trinity College en Dublín. (Unsplash/@gianmarco)

Sin duda, Fechner hubiera ido más allá en sus planteamientos de haber vivido la época de crisis ecológica que hoy en día atravesamos. Nada más arrancar el libro de Nanna emite una disculpa a sus colegas científicos por la locura que iba a proponer, como repasa Petersen en su artículo. Aunque todavía tenían que pasar varias décadas para que su influencia en otros filósofos y psicólogos quedara ratificada (Bertrand Russell, William James o el propio Sigmund Freud), la realidad es que su vida y su punto de vista no obtuvieron el respaldo que se merecía, y por esto mismo los principios de la razón siguieron igual de rígidos y antropocéntricos, convenciéndonos de que solo hay un tipo de conciencia (la humana), y ver al resto de seres vivos que pueblan el planeta Tierra desde un punto de vista instrumental o utilitario, sean estos plantas o animales.

"Además de las almas que corren, lloran y se deleitan, ¿no debería haber almas que florezcan en mitad de la quietud, que sacien su sed bebiendo rocío, que exhalen aromas y que satisfagan sus anhelos más elevados brotando y expandiéndose a la luz?". Esta es una de las preguntas que mejor sirven para adentrarse en el pensamiento de Gustav Theodor Fechner, uno de los primeros psicofísicos de la historia, nacido en 1801 en Polonia, quien ha pasado muy desapercibido por la historia de las ciencias al tener un punto de vista rupturista, pero que luego años más tarde sirvió para asentar las bases de disciplinas que a día de hoy nos resultan tan útiles y familiares, como la psicología.

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