Es noticia
Todo lo que al final no ocurrió en 1780: podría haber cambiado Europa para siempre
  1. Alma, Corazón, Vida
Historia

Todo lo que al final no ocurrió en 1780: podría haber cambiado Europa para siempre

Los habitantes de las zonas costeras, conocedores de que las mejores tropas estaban combatiendo en la guerra de la Independencia norteamericana, huían hacia el interior

Foto: Isla de Wight (Fuente: iStock)
Isla de Wight (Fuente: iStock)

“Nada corre tanto como la calumnia, nada se lanza con más facilidad, se acoge con más presteza y se difunde tan ampliamente.”

Marco Tulio Cicerón.

Los años 1779 y 1780 pasarán a la historia como un momento en el que Gran Bretaña tuvo que replegarse ante la más que probable posibilidad de aniquilación existencial. Ya sea por la precariedad de medios ante los frentes que debía de sostener, por las telarañas de sus arcas tras la Guerra de Independencia norteamericana (1776), por el ataque al que sometió la marina española a su logística (con la obra maestra del Doble Convoy y su director de orquesta, don Luis de Córdova), o, por qué no también, por la proverbial tacañería de su rey Jorge III, que, tras perder las colonias americanas y una parte sustancial de sus inversiones en la Bolsa de Londres, no quiso poner medios propios de su inmensa fortuna para recuperar el tono del reino.

Por aquel entonces, la marina real británica (Royal Navy) esta replegada en las aguas territoriales para prevenir la amenaza de una invasión hispano-francesa. Era el tiempo del Directorio, una entidad administrativa decadente y desprestigiada para cuando Napoleón dio su golpe de Estado. Rápidamente, bloqueó el comercio con la isla e hizo suyos los planes de invasión. Como todos los tiranos, el pequeño Bonaparte tenía sus taras y, entre ellas, una obsesión enorme por vapulear ingleses. Y se preparó para ello...

Foto: Pascual Cervera y Topete (iStock)

Desde Dieppe, al norte de Normandía, hasta Cherburgo, más al sur, en la Península de Contentin; se da un escenario espectacular por su brutal belleza. Parece que los dioses en un día inspirado se esmeraron en su diseño, pero también es un espacio que ha sido incapaz de drenar la memoria de la enorme cantidad de sangre derramada en cientos de batallas a lo largo de los siglos.

Anglos, normandos, vikingos, ingleses, franceses, alemanes, norteamericanos; se han batido en esos enormes arenales. De estos pagos salió Guillermo el Conquistador para darles un buen varapalo a los anglos en Hastings (1066). Años más tarde, un otoño de 1415, en un día con todas las inclemencias convocadas; la aristócrata caballería francesa sería atrapada por el fango voraz y una inmisericorde lluvia de flechas de los arqueros ingleses. En Azincourt; Eduardo V de Inglaterra se encontró con la fortuna de frente.

Pero antes de que los vanos intentos de Napoleón por hollar suelo inglés dieran algún fruto; los castellanos, con Pero Niño y el almirante Bocanegra en distintos momentos, se habían hartado de dar cera en incendiar Plymouth, Wight, Bray e incluso el puerto de Londres; Gravesend, que fue reducido a cenizas. ¿Pero qué fue lo que no ocurrió en aquel momento del año 1780 y que podía haber cambiado la historia de Europa?

placeholder Luis de Córdova (Wikimedia)
Luis de Córdova (Wikimedia)

Pues bien. Luis de Córdova, iba acompañado de un pusilánime almirante francés que solo hacía que atusarse la gola y mirar al personal por encima del hombro. Este figurín procedía de una familia de rancio abolengo con tierras y fortuna abundantes. Durante años, venía haciéndose una reputación a base de un marketing engrasado por sus holgados bolsillos; esto es, propalar su imagen de avezado marino cuando en realidad no había conocido bañera desde tiempos inmemoriales. Perfumado sí estaba.

Los habitantes de las zonas costeras británicas, conocedores de que las mejores tropas estaban combatiendo en la guerra de la Independencia norteamericana; huían hacia el interior de la isla en desbandada. La combinada hispana – francesa había desalojado a la escuadra inglesa del Canal de la Mancha, dejando el terreno expedito.

"En esos días se perdió una oportunidad de oro para acabar de una vez por todas con los malvados anglos"

A pesar de los exhortos de Córdova para desembarcar a la marinería y asestar un golpe de gracia a los británicos, Guillot, que así se llamaba el “narciso”, era renuente a tan arriesgada solución. El francés se conformaba con capturar la isla de Wight y el español quería ”morder”. Mientras tanto, un entero ejército francés, al mando del general Doumouriez (este tenía un poco más de testosterona y era más aseado), esperaban impacientes en las costas de Normandía a ser desplazados a la isla de enfrente. Su conducta, la del francés, sentaría precedente, pues 25 años más tarde, otro melifluo marino de andar por casa, haría lo mismo en los prolegómenos de la Batalla de Trafalgar; esto es, no hacer lo correcto ni escuchar las voces experimentadas.

El caso es que, en medio de estas vacilaciones del francés, el destino, caprichoso siempre, arremetió iracundo contra la tropa. Malaria y peste, peste y malaria, se conchabaron para generar una pupa importante a los intereses de los continentales. En esos días se perdió una oportunidad de oro para acabar de una vez por todas con los malvados anglos. El tan deseado golpe definitivo de Napoleón; quedó en agua de borrajas.

A lo largo de cerca de cinco siglos, Inglaterra y después Gran Bretaña, sufrirían hasta una docena de asaltos e invasiones por parte de Castilla y más tarde, de la monarquía española. Como los gatos, parece ser que tienen siete vidas; y si la cosa se pone muy fea, llaman a sus primos para que les echen una mano.

“Nada corre tanto como la calumnia, nada se lanza con más facilidad, se acoge con más presteza y se difunde tan ampliamente.”

Historia de España