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No a los 'chupetes digitales': el peligro de dar a tu hijo el móvil para calmar una rabieta
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No a los 'chupetes digitales': el peligro de dar a tu hijo el móvil para calmar una rabieta

Un nuevo estudio confirma que recurrir a los dispositivos móviles o tablets para desviar la atención del pequeño acaba afectando muy negativamente a la gestión de la frustración en su vida adulta

Foto: Foto: iStock.
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Las típicas rabietas que consisten en llorar, arrojar objetos, gritar o mostrarse completamente iracundo es algo normal y completamente típico en niños de entre 18 meses y 5 años de edad. Estas son especialmente engorrosas si se dan en un espacio público, como un autobús, en el supermercado o en mitad de la calle. Surgen como respuesta a un malestar emocional por algo que no le sale bien o una decisión contraria a sus intereses (por ejemplo, cuando le negamos algo que quiere o desea). Como no puede transmitir su fastidio, disgusto o simplemente desacuerdo mediante el lenguaje verbal, recurre a la violencia o la llamada de atención irreverente para que le hagamos caso.

Seguramente, en más de una ocasión, hayas echado mano de algún dispositivo digital (teléfono móvil o tablet) para intentar distraer su atención durante la rabieta y conseguir que se calme. Esto, según un estudio publicado recientemente en la revista Frontiers in Child and Adolescent Psychiatry, puede ser muy útil a corto plazo, porque efectivamente es bastante efectivo de cara a conseguir que el niño pare, pero a largo plazo puede llegar a ser especialmente dañino para el control y regulación de sus emociones, lo que podría redundar en problemas a la hora de gestionar la frustración en su vida adulta.

Los primeros años de vida son determinantes para que el niño aprenda la autorregulación de sus emociones y las respuestas afectivas, mentales y conductuales que ofrece a distintas situaciones. En este sentido, aprenden lo que se conoce como control esforzado, el cual tiene que ver con el temperamento y consiste en que el niño responda de forma deliberada y no automática a una situación concreta. Este control esforzado se aprende solamente a través el entorno, lo que deja especial responsabilidad de transmitirlo a los padres, sus máximas figuras de autoridad durante esta etapa.

"A corto plazo, desvían la atención del problema, pueden ser reconfortantes y calmar al niño, pero deben evitarse igual"

Un grupo de investigación de Hungría y Canadá realizó un cuestionario en 2020 a más de 300 padres de niños entre dos y cinco años para evaluar el uso del teléfono móvil por parte de sus hijos. Inspirados por otros estudios que ya descubrieron los efectos negativos de estos "chupetes digitales", después de un año de seguimiento refrendaron la tesis de que dar un smartphone o una tablet al niño cuando sufre una rabieta disminuía su capacidad de control esforzado, mostrando peores habilidades en el manejo de la ira o la frustración.

Efectos negativos a largo plazo

"El niño no aprenderá a regular sus emociones negativas si los padres le ofrecen regularmente un dispositivo digital a su hijo para calmarlo o detener una rabieta", asegura Veronika Konok, autora principal del estudio e investigadora en la Universidad Eötvoös Loránd, en un comunicado a la prensa. "Esto le conducirá a problemas más graves de regulación emocional en su vida adulta". Como bien asegura, "las rabietas no se pueden curar con dispositivos digitales, los niños tienen que aprender a manejar sus emociones negativas por sí mismos".

"Si los padres hacen uso del teléfono todo el tiempo, el niño desarrollará la idea de que están por todas partes y que son imprescindibles"

Es especialmente difícil no echar mano de los dispositivos, ya que están en todas partes. Konok, en una entrevista concedida a este diario con motivo de la publicación del estudio, asegura que los padres deberían predicar con el ejemplo. "Si los padres hacen uso del teléfono todo el tiempo, el niño desarrollará la idea de que están por todas partes y que son imprescindibles en la vida de los adultos", explica. "Son los padres quienes deben establecer los límites", remarca la investigadora, refiriéndose a que también debería interponerlos con su propio uso del teléfono.

Del mismo modo, Konok advierte que hacer uso de la televisión o de la videoconsola producirá resultados parecidos; de hecho, tradicionalmente está peor visto concederle el acceso a juegos para detener una rabieta. "A corto plazo, desvían la atención del problema, pueden ser reconfortantes y calmar al niño, pero deben evitarse igual", asegura la autora a El Confidencial, reconociendo que es más fácil que utilicen el teléfono móvil que la televisión o los videojuegos porque "están más a mano".

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Hay muchas formas de conseguir instaurar el control esforzado en el pequeño al margen de los teléfonos móviles. Los psicólogos expertos en educación infantil ven primordial evitar que el niño se salga con la suya. Si interioriza que si arma un escándalo puede conseguir lo que quiere, acabará generalizando esta conducta, y luego será más difícil corregirla en un futuro.

Lo más recomendable es ignorar la rabieta e intentar desviar la atención del niño en cualquier otra cosa, evitando enfadarte para crear más tensión, algo en lo que coincide Konok. "Es importante evitar situaciones que puedan ser más frustrantes para el pequeño", concluye. "El padre o la madre deben guiar al niño a través de situaciones difíciles, ayudándole a reconocer sus emociones y gestionarlas. La autorreflexión es uno de los requisitos para la autorregulación, y en los primeros años de vida, los padres deben ayudar a los niños con este proceso, como por ejemplo reflejando en sí mismos las emociones del niño". Con ello se refiere a que si el niño llora, los padres reconozcan ese malestar, actuando como si ellos también estuvieran llorando o preguntándole, en caso de ser más mayor, por qué está así. "Con el tiempo, el niño interioriza estos procesos, llegando a un punto en el que es capaz de reflexionar sobre sus propias emociones y consolarse a sí mismo".

Las típicas rabietas que consisten en llorar, arrojar objetos, gritar o mostrarse completamente iracundo es algo normal y completamente típico en niños de entre 18 meses y 5 años de edad. Estas son especialmente engorrosas si se dan en un espacio público, como un autobús, en el supermercado o en mitad de la calle. Surgen como respuesta a un malestar emocional por algo que no le sale bien o una decisión contraria a sus intereses (por ejemplo, cuando le negamos algo que quiere o desea). Como no puede transmitir su fastidio, disgusto o simplemente desacuerdo mediante el lenguaje verbal, recurre a la violencia o la llamada de atención irreverente para que le hagamos caso.

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