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"Era una niña. Ni sabía lo que era masturbarse". Confesiones de una exadicta al porno de 21 años
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Cuando el porno sustituye a la educación

"Era una niña. Ni sabía lo que era masturbarse". Confesiones de una exadicta al porno de 21 años

La implantación de la 'app' Cartera Digital por parte del Gobierno para controlar el consumo de pornografía ha reabierto el debate en España. El Confidencial habla con un grupo de jóvenes para conocer sus experiencias

Foto: Imagen de archivo de una joven usando el móvil. (Europa Press/David Zorrakino).
Imagen de archivo de una joven usando el móvil. (Europa Press/David Zorrakino).

"¿Quién no se evade un poco cuando está estudiando? Yo lo hacía viendo porno". Nerea (nombre ficticio) tiene 21 años y estudia Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid. Cuando comenzó a consumir pornografía tenía solo 10 u 11 años. "No recuerdo el momento exacto en el que vi un vídeo porno por primera vez, pero sé que fue en primaria". Empezó por curiosidad, "ni siquiera sabía lo que era masturbarse", confiesa. Atiende a El Confidencial por teléfono, pide mantener a salvo su identidad y señala su etapa en el instituto como el momento en el que todo se empezó a torcer para ella.

“El consumo coincide con una sensación de rechazo por los chicos de mi edad”. En esos años veía a sus amigas tonteando con otros niños, escuchaba sus anécdotas y empezaban sus primeras relaciones. "¿Por qué ellas sí y yo no?". Cogió su móvil, le dio al play y ya no pudo parar.

"Tienes que ser lo que ellos quieren. Lo hacía aunque no me gustara". Aquí hace una pausa y aclara que nunca fue forzada: "Lo hacía porque yo quería". Esta joven mallorquina creció convencida de que tenía que perpetuar los estereotipos de la pornografía para “merecer” la atención de los chicos de su edad. "Sentía que yo no era nada y que era la única manera que tenía de que me reconocieran". Fue esta necesidad de aceptación social y sexual lo que le llevó a encontrar en la pornografía una manera de hacerse valer a través de su cuerpo. Con 14 años, y con "pocas y malas" experiencias sexuales a sus espaldas, "vivía haciendo una performance, enganchada a representar en la cama lo que veía en una ficción".

Lo que empezó como un consumo curioso, acabó en una obsesión. Todo su día giraba alrededor del sexo. La niña que jugaba en las playas de Mallorca acabó convirtiéndose en una adolescente rehén de su ninfomanía. "O vas a terapia, o se acabó". Su novio fue el punto de inflexión. Nerea empezó a trabajar con un psicólogo y a tomar conciencia de su enfermedad. "Me ponía a pensar en las caras que ponía cuando me acostaba con mi pareja, en imitar lo que crees que a ellos les va a gustar. Y al final, te acostumbras a verlo en tercera persona y vivir las relaciones sexuales disociando".

Convertir el porno en el "modelo" a la hora de tener relaciones no es lo mismo para un hombre que para una mujer. Las motivaciones, las consecuencias y los roles sexuales que se aprenden son diferentes. Según las estadísticas de Pornhub y Epdata, el 32% de mujeres en España ve porno con asiduidad y la mayoría lo hacen por curiosidad, frente al 68% de hombres cuyo motivo más frecuente es la masturbación.

Foto: Foto: iStock.

Sin embargo, no hace falta llegar a la adicción para calibrar el perjuicio del consumo de pornografía a edad temprana. Otros jóvenes coinciden con Nerea. "Sí, ha sido un condicionamiento muy negativo y del que ha sido difícil deshacerse. Nos sugestionamos mucho pensando en cómo nos ven desde fuera o en que el tío disfrute", admite Andrea, una joven madrileña de 20 años que, como Míriam, granadina de 23 años, consume porno por la red social X (antiguo Twitter).

Las mujeres de la generación Z no son las únicas afectadas por la falta de educación sexual y el fácil acceso al porno desde que son niñas. Mario, de 23 años, confiesa que la pornografía condicionó sus expectativas a la hora de tener relaciones, "tanto con el acto en sí como conmigo". Según los datos de Epdata, el 75,8% de los jóvenes españoles comienzan a consumir porno antes de los 16 años y su primer contacto es con 8 años. Mientras que las mujeres que consumen este tipo de contenidos antes de los 16 años son solo el 35%.

La imagen de las revistas repletas de mujeres desnudas es demasiado vintage para una generación acostumbrada a ver tríos, orgías... a golpe de clic. "Cuando ves tanto porno en Instagram te acabas convenciendo de que todo el mundo tiene sexo a diario y tú no", reconoce Pablo. La pornografía ha impactado en sus relaciones sexuales por la presión a "impresionar" y hacerlo "todo rápido". “Estás pensando en sexo a destiempo” mientras que, durante el acto, "estás más fuera que disfrutándolo" y pensando en "cómo hablará ella de mí con sus amigas".

"Jamás aparece un cuidado personal después del sexo; un abrazo, una caricia o una conversación que reconozca al otro como persona"

"A los 14 años ya hay unas expectativas que no puedes cumplir". Nerea defiende que "el problema del porno no es el porno", sino que una sociedad tan hipersexualizada como la actual, "no va de la mano de una educación sexual".

Cuestionada por la aplicación del Gobierno para restringir el acceso de menores a la pornografía, Nerea lo tacha de "parche". Ella, ya exadicta al porno, sigue poniendo el acento en la falta de educación y aclara: "No se trata de esconder las relaciones sexuales, sino de dejar claro que hay cuidado después (del sexo). Nunca aparece un abrazo, una caricia o una conversación que reconozca al otro como persona y no solo como un cuerpo".

"¿Quién no se evade un poco cuando está estudiando? Yo lo hacía viendo porno". Nerea (nombre ficticio) tiene 21 años y estudia Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid. Cuando comenzó a consumir pornografía tenía solo 10 u 11 años. "No recuerdo el momento exacto en el que vi un vídeo porno por primera vez, pero sé que fue en primaria". Empezó por curiosidad, "ni siquiera sabía lo que era masturbarse", confiesa. Atiende a El Confidencial por teléfono, pide mantener a salvo su identidad y señala su etapa en el instituto como el momento en el que todo se empezó a torcer para ella.

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