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Historia

El submarino que pudo cambiar la historia: una indiscreción terrible

Corría 1898, un año aciago para España, y éramos un imperio menguado; extenuado tras cuatrocientos años de agotadora lucha en el marco de los cuatro puntos cardinales

Submarino construido en 1888 por Isaac Peral (Fuente: iStock)

A veces la patria es un presidio.

Zenk.

Hace años, en esta misma columna sabatina, escribí una frase introductoria que, a cuento de lo que hoy voy a relatar, vino a mi memoria. Dice así:

"En aquel tiempo, hacían furor las corrientes positivistas y evolucionistas que dividían el escenario geopolítico en dos partes muy simples; las que arreaban de lo lindo a los pequeñajos y las que sufrían estoicamente las agresiones de estos. El tiempo y su justicia eterna, hacían el resto, sustituyendo en la elemental ecuación de esta ley a los más débiles por los más fuertes".

Al otro lado del Atlántico, un esmerado e ingenioso marino perteneciente a la Real Armada; intentaba materializar un sueño que le perseguía desde la infancia; el ejército le daría las herramientas y financiación necesarias para sacar adelante aquel sueño largamente macerado. Isaac Peral era un hombre extraordinariamente delgado y de porte elegante. Su mente era un laboratorio de ideas sofisticadas; una especie de Leonardo da Vinci actualizado. Era 1888, cuando el inventor del primer sumergible propulsado por baterías hacía su aparición en el escenario de la alta tecnología del momento. Su invento revolucionó la navegación de forma tan rotunda que pudimos decir que en el tiempo de la I y II Guerra Mundial, Alemania pudo ganar la guerra con los cientos de sumergibles que puso en acción; y España, en una ucronía posible, la Guerra de Cuba.

Durante el año 1885, un episodio aparentemente banal hizo que Isaac Peral, ayudado por el almirante Pérez y Lobo, impulsaran toda la velocidad que se pudiera imprimir al proyecto. Las islas Carolinas, próximas a la divisoria del Ecuador en el océano Pacífico (Micronesia), pretendían ser anexionadas por los alemanes. Afortunadamente, no se llegaría a las manos, pero sí se le daría razón al refrán aquel que dice "el que se fue a Sevilla...". Hay que añadir que en ese momento la guarnición que custodiaba la isla principal (Ponape) no llegaba a una veintena de olvidados y desaliñados barbudos. Asimismo, se hace necesario recordar que Las Carolinas habían sido descubiertas un mes de agosto del 1526 por los españoles Diego de Saavedra y Toribio Alonso de Salazar, que levantaron una sólida pero pequeña fortificación en San Bartolomé, Taongui. Posteriormente, Alemania, tras la derrota de España en Cuba, compraría por 25 millones de pesetas el conjunto de islas ya con capital en Palao.

Imagen del submarino creado por Isaac Peral (Fuente: iStock)

Pero no debemos de olvidar que corría 1898, un año aciago para España, y éramos un imperio menguado; extenuado tras cuatrocientos años de agotadora lucha en el marco de los cuatro puntos cardinales. Éramos una nación envejecida, anciana, curtida en la travesía de los hechos de la historia, una nación que había impresionado al mundo y que había dado lo mejor de sí misma.

Pero mientras el metódico ingeniero naval Isaac Peral seguía con su futurista proyecto; no podemos olvidar que Estados Unidos era entonces, y es hoy, una joven nación de voracidad ilimitada como la historia ha demostrado. Su pavorosa facilidad para volatilizar mexicanos, indios y cualquier oponente que se le pusiera enfrente, era notoria, y a la luz de los acontecimientos y mirando por el retrovisor, podríamos considerar que aquello fue un genocidio sin paliativos. Cuando se materializó su actual geografía como potencia entre las potencias, comenzaron a propagar su demoledora filosofía de depredadores. La agresión prefabricada ha sido un canon de actuación en los conflictos a los que se ha enfrentado Norteamérica con otros adversarios. Al tiempo, la indolencia crepuscular de un imperio aquejado por la edad; hacía estragos en la capacidad de reacción y en la prevención debida.

"Un ministro de Marina al que le faltaba un gramo para el kilo, en un acto de flagrante incompetencia, publicaría en el periódico 'La Gaceta' ni más ni menos que los planos del submarino"

Entretanto, Isaac Peral viajaba por Europa para conseguir los materiales necesarios para alimentar su osado proyecto; ópticas alemanas, torpedos eyectados por buques de superficie, baterías en Francia y todo; bajo la discreta cobertura de un fabricante de material militar buscando licencias. Todo era muy sensato y bien planificado por ambos; el ministro y el ingeniero naval. Pero...

Un ministro de Marina al que le faltaba un gramo para el kilo, en un acto de flagrante incompetencia, publicaría en el periódico 'La Gaceta' ni más ni menos que los planos del submarino del ingeniero Isaac Peral. Para añadir algo más de surrealismo al tema, cuando el sumergible era botado en Cádiz, lo más florido de los embajadores y militares de alto rango de Europa estarían presentes en la botadura y pruebas de la avanzada nave. Un secreto de Estado de esa magnitud era expuesto a los ojos de todo quisque.

Y si hemos de poner un poco de cordura en el caldo, decir que, el almirante Dewey, el retador de Cervera, fue lapidario en su sentencia (sic): “Si España hubiese tenido allí un solo submarino torpedero como el inventado por el señor Peral, reconozco que yo no habría podido mantener el bloqueo de Santiago ni veinticuatro horas”.

España ... ¿Quo vadis??

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