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  1. Alma, Corazón, Vida

UN ENFOQUE ÚTIL

El ingrediente secreto en la educación para que tu hijo prospere (y disfrute)

Cada vez más estudios respaldan la teoría de lo muy necesario que es despertar esta reacción en los niños, en contraposición a obligarles a rendir académicamente o apuntarles a actividades extraescolares a ciegas

Foto: iStock.

La mayoría de los grandes genios de distintas disciplinas reconocen haber vivido momentos en su vida trascendentales que les ayudaron a salir adelante o a saber dirigir su carrera. No hace falta tampoco ser un genio; todos, en cierto modo, hemos tenido experiencias que nos han influido para ser las personas que queríamos ser. En la mayoría de los casos, esos instantes de autoconocimiento venían precedidos de una fuerte sensación de fascinación por algo, ya fuera un paisaje, una obra artística o algo tan simple pero maravilloso como observar células a través de un microscopio (los más científicos) o los cambios de los alimentos cuando los cocinamos (los que acabaron siendo cocineros).

En muchos casos, las percepciones en torno a la educación que esperamos dar a nuestros hijos se van hacia lo más teórico. Es importante que estudien, se concentren y terminen los deberes, sí, pero más aún que experimenten por sí mismos la vastedad del universo al contemplar un paisaje desde lo alto o su condición de seres humanos dentro del reino natural con una visita a una granja escuela.

Todos estos acontecimientos, que en mayor o menor medida hemos atravesado y nos han atravesado en algún momento de nuestra infancia, fueron determinantes para decantarnos por una profesión, un hobby o una manera de ver el mundo. Y luego, a posteriori, muchos de estos sucesos que nos impresionaron tanto de niños acaban transformándose en pasiones que nos ayudaron a encontrar nuestro lugar en el mundo o a convivir con nosotros mismos.

"La intensidad con la que se percibe esta sensación es un factor determinante para desarrollar un sentido de pertenencia a una comunidad"

Un estudio de las psicólogas Artemisia O'bi y Fan Yang de la Universidad de Chicago ha descubierto no solo lo sumamente importantes que son estas experiencias de "asombro", como ellas lo llaman ("awe", en inglés), sino que subestimamos la capacidad de los niños para ver en ellas un gran potencial, al poderlas distinguir con facilidad de lo que se consideraría como experiencias rutinarias. "Nuestra investigación ha demostrado que los niños de cuatro a nueve años perciben y responden a experiencias inspiradoras de asombro, diferenciándolas de las cotidianas, influyéndoles en su motivación para aprender y percibirse a sí mismos", aseguran, en un reciente artículo publicado en la revista Aeon.

En realidad, se trata de una rama de investigación dentro de la psicología que está en auge. O'bi y Yang citan estudios que refrendan que fue el asombro lo que nos hizo evolucionar como especie, llevando a nuestros antepasados a sobrevivir y prosperar a lo largo de la historia. Y, por otro lado, también sentir fascinación por las cosas contribuye al desarrollo de sentimientos positivos que a su vez redundan en una mejor salud física. Ahora, cada vez se estudia más su aplicación a la docencia y a la pedagogía infantil, considerando que la influencia de pasar por momentos sorprendentes cuando eres niño acaba determinando no solo quién eres, sino también la excelencia profesional y educativa en la rama por la que te declines.

El "pequeño yo"

"Cuando los niños están ante paisajes naturales espectaculares o incluso imágenes de desastres naturales destructivos, se percibían a sí mismos como más pequeños en comparación con cómo se sentían después de ver imágenes de naturaleza cotidiana, por ejemplo, de jardines domésticos", explican las autoras. Para ellas, en estos momentos surge el "pequeño yo", incluso también entre los adultos. En muchos casos, "la intensidad con la que se percibe esta sensación es un factor determinante para desarrollar un sentido de pertenencia a una comunidad y una mayor generosidad", sostienen. Además, y como es lógico, "los pequeños se suelen sentir más motivados para explorar el mundo y descubrir cosas que les interesaban o que desconocían".

"Es normal apuntarle a actividades extraescolares casi a ciegas, por eso es importante exponerle a experiencias de asombro, para conocerle más"

Por tanto, resulta crucial en la educación del pequeño introducir estos acontecimientos especiales que no necesitan de mucho más que la atención de los padres o su voluntad para hacer un viaje a la naturaleza, mirar a través de un microscopio o enseñarle el poder sanador de la música a través de obras que puedan ser de su interés. No es conveniente obligarle, y por ello merece la pena obtener feedback cada vez que le sometamos a una experiencia que creemos que le va a producir asombro. De lo contrario, el niño se sentiría obligado y la vivencia perdería parte de su encanto. Esto se traduce que, en vez de apuntarle al conservatorio para que sea un gran músico, llevarle a un concierto de música clásica o de rock, la que él prefiera.

"A menudo, los posibles momentos de asombro acaban pasándose por alto", concluyen O'bi y Yang. En un primer momento, es normal acabar apuntando al hijo a actividades extraescolares casi a ciegas, pero "a medida que te familiarices más con sus fuentes de asombro y conozcas mejor su importancia en el desarrollo del pequeño, probablemente los niños saldrán mucho más motivados al darles prioridad a estas experiencias", en detrimento de otras mucho más serias y cotidianas, como viene a ser acabar los deberes todos los días o sacar buenas notas, las cuales también son necesarias y se pueden compatibilizar.

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