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'Megamix Brutal': En RTVE no saben hacer un documental

Fascinante temática noventera para una serie llena de amateurismo y manipulación

Una imagen de 'Megamix Brutal'.

Siempre se habla de que en RTVE hay grandes profesionales, pero cuesta creerlo viendo Megamix Brutal. Se trata de una docu-serie de tres capítulos producida por el ente público junto a Jordi Évole y a una cosa llamada 3Cat. Todo lo que está mal en la serie, no cabe otra que adjudicárselo a los grandes profesionales de la televisión pública española. Está mal casi todo.

La serie recorre mi parte favorita de la historia del mundo, es decir, los años 90. Desde finales de los 80, se puso en el mercado un disco/cedé denominado Mix o Megamix, que reunía toda la música popular perfectamente olvidable del año y la mezclaba con efectos sonoros delirantes para completar una hora de música y poner a bailar a la juventud. La empresa que tuvo esta idea, y que se forró con ella, era Max Music.

Cada año, o incluso con más frecuencia demoníaca, Max Music y Blanco y Negro (su competidor) producían cosas como Caribe Mix, Bolero Mix, Max Mix 5 o Jurassic Mix, e iban quemando etapas en la música de baile, según iban cambiando las modas. Empezaron con el Italodisco y el Eurobeat y acabaron con Duro de pelar (1996), de Rebeca.

Max Music eran dos socios, que sabían de música más o menos lo mismo que cualquiera que no sepa nada de música. Su negocio estaba en la falta de gusto y, sobre todo, en la falta de escrúpulos, pues piratear canciones, no pagar a los Djs y timar a unos y a otros y hasta sobornar policías era lo que se les daba realmente bien. Megamix Brutal, sin duda, celebra su delincuencia, les parece muy graciosa.

Su negocio estaba en la falta de gusto y, sobre todo, en la falta de escrúpulos

Con todo, la línea cronológica del Mix, en su fuerza de arrastre, nos habla de una época y de unos hitos históricos. Cuando pusieron una bomba a José María Aznar, editaron Bombazo Mix. Cuando estaban de moda los dinosaurios, tocó Jurassic Mix y Dinosaurios Mix. Hubo un Mix del Rambo que salía en Esta noche cruzamos el Misisipi (1995-1997), de Pepe Navarro, y un Mix de Crónicas Marcianas, de Javier Sardà. Básicamente, la basura podía mezclarse a la perfección con cualquier otra basura, y toda aquella discografía no es sino una muestra aplastante de cultura basura sin igual.

Manipulación

En el primer episodio de Megamix Brutal uno nota ya que hay poca pericia. Singularmente, el guion y el montaje son detestables. Como uno ha visto The Jinx, pero también (es española) Sapo S.A., entre decenas de docu-series más, se da cuenta enseguida de que RTVE se ha quedado en Informe Semanal y en el macramé televisivo. Se busca de fidelizar a la audiencia con un secuestro que en algún momento nos relatarán, pero la insistencia en lo increíble que fue ese secuestro no hace sino sabotear el anzuelo. Las imágenes de época se mezclan con dramatizaciones prescindibles, muchas veces ridículas, y hay más ocurrencias que ideas efectivas y más autocomplacencia en la picaresca de los empresarios que sociología ilustrativa del periodo.

Pero se puede ver, Megamix Brutal se puede ver incluso en su torpeza narrativa.

En el episodio dos, sin embargo, entra la manipulación. Se retrata la Ruta del Bakalao como un paraíso de la juventud que el gobierno (no se dice que socialista) quiere prohibir a toda costa, simplemente por maldad. Escuchamos al narrador, Fernadisco, afirmar: “Los millones de jóvenes que se suman a la Ruta del Bakalao valenciana y al fenómeno máquina catalán…” ¿Millones de jóvenes? ¿Millones, seguro?

Se elige sin duda por casualidad a Pérez Reverte (entonces presentador en Código 1) para ilustrar cómo la televisión aborrecía las juergas juveniles bakalas, y se escucha de nuevo a Fernandisco afirmar lo siguiente: “A mediados de 1993, las imágenes de jóvenes bailando en párquines a la luz del día, el consumo de las drogas de diseño y la expansión de una música creada para bailar sin límite aterrorizan a la opinión pública”.

Ya ven: en los años 90 nada daba más miedo que un párking lleno de jóvenes bailando a la luz del día ¡Bailar sin límite! ¿Dónde se habrá visto?

Todo esto es mentira.

Lo cierto es que varios jóvenes murieron de sobredosis debido al consumo de éxtasis y eso sí creó alarma y no pocos debates, por ejemplo en el programa de Jesús Hermida. Era mítico el asunto de que las botellas de agua costaba mil pesetas en las discotecas (unas diez veces su precio normal), debido a la necesidad de hidratación a que abocaban las pastillas y al riesgo de un “golpe de calor”. Los padres no estaban aterrorizados porque sus hijos bailaran mucho, sino por encontrárselos muertos a la mañana siguiente en una cuneta.

Viendo Megamix Brutal, cualquiera diría que la Ruta del Bakalao fue la nueva generación del 27, y el gobierno de entonces, Franco matándolos a todos.

Otro asunto fascinante es la catalanidad del documental. Casi todos los entrevistados hablan en catalán, lo que no deja de ser curioso cuando en los cien discos de mezclas que grabaron seguramente nunca pusieron una canción en catalán. Menos lobos.

Viendo 'Megamix Brutal', cualquiera diría que la Ruta del Bakalao fue la nueva generación del 27

Además, me entero treinta años después de que la música española de los años 90 procedía íntegramente de Cataluña. La serie ensalza constantemente la industria musical catalana, cuando en la propia serie se nos dice que estaba compuesta por truhanes y sinvergüenzas, al punto de que uno diría que los años 90 los protagonizaron estos discos delirantes, llamados todos igual. No, los años 90 eran Los planetas, El último de la fila o Héroes del silencio, muchos grupos de muchos lugares de la península (recuerden el Xixon Sound) y en modo alguno un monólogo de discográficas catalanas. Es como decir que dos compañías de comida rápida representaron la gastronomía de una país durante una década. No, representaron la mala comida durante una década.

La evolución de Max Music es, desde luego, ejemplar. Se alió con Crónicas Marcianas y finalmente con Operación Triunfo. Todo fue dinero, “sobres por aquí y sobres por allá”, engaños a los artistas y enriquecimiento personal. “¿Todo vale para conseguir el éxito? Casi todo vale para conseguir el éxito”, afirma uno de los fundadores de la discográfica.

Lejos de retratar estas prácticas lindantes en el gangsterismo con la gravedad que merecen, RTVE y su Megamix Brutal las celebran y, desde luego, conmemoran. Todo el mundo está encantado de haber hecho mala música, mucho dinero y mucho daño a quien no se dejaba corromper.

En este sentido, Megamix Brutal es más un documental sobre los pelotazos que podían darse en los años 90 que sobre nada ni remotamente parecido a la cultura. Si no fuera así, daría un poco de vergüenza ver por un lado al productor anglosajón Rick Rubin, y su discurso y su obra y su dedicación innegociable al arte musical en los 90, y, por otro, en nuestro país, a Max Music.

Daría toda la vergüenza del mundo.

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