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ATLETA GUATEMALTECO DE 20 KM MARCHA

El corredor solitario en medio de la plaza de la villa olímpica: "La fe hace a uno más humilde"

Mientras otros deportistas pasaban el tiempo en la tienda de la villa olímpica o en el supermercado, José Alejandro Barrondo se ejercitaba en la plaza central del recinto

José Alejandro Barrondo, en el Mundial de atletismo de 2019. (Reuters/Ibraheem Al Omari)

Carolina Marín acaba de salir de la tienda de la villa olímpica con varias bolsas. Al poco tiempo, es Fran Garrigós el que entra en el mismo espacio junto a su compañero Salva Cases. Los deportistas pasean con las bicis, toman un refresco en la cafetería y también visitan el Carrefour instalado. Pasa el tiempo y continúa el trasiego, pero una persona se mantiene en la misma postura, con un itinerario definido y pendiente de las órdenes de su entrenador, Julio Urías. Se trata de José Alejandro Barrondo (Guatemala, 1996), atleta de 20 kilómetros marcha, el único que entrena en la plaza central cumpliendo rigurosamente las series marcadas.

Bajo ese pequeño y delgado cuerpo, se esconde un chaval tremendamente educado. Así se presentó: "Me dijo el profe que querías hablar conmigo y estoy agradecido por tu interés. Cuando quieras", relata en conversación con El Confidencial, justo cuando ha finalizado las series en la plaza de la villa olímpica, donde ha despertado la atención de la mayoría de los presentes.

Barrondo se encuentra cansado tras una intensa jornada de entrenamientos y tiene pendiente una ducha. Por eso acordamos un aplazamiento de la conversación, celebrada finalmente el día de la inauguración en torno a las 11:15. A pesar de ser temprano, hace seis horas que ha entrenado. A las cinco de la mañana se ejercitó acompañado de Urías, el hombre que no se despega de él. Julio estuvo presente en Atlanta 96 en 50 km marcha y fue bronce en esa modalidad en los Juegos Panamericanos de 1995.

Les propongo un pequeño paseo y aceptan encantados, así que salimos del búnker en el que se ha convertido la villa olímpica.

Su entrenamiento, en plena plaza de la villa olímpica. (Cedida)

El interés por la gestión deportiva

"Esto es otra cosa, porque en Tokio nos dejaban la comida con bandejas en la puerta por la cuarentena. Fue una experiencia distinta. De hecho, no pude siquiera llegar de Tokio a Sapporo para las pruebas de atletismo", confiesa Urías sobre las enormes diferencia existentes con la experiencia en Japón.

París 2024 es la segunda edición a la que acude Barrondo, que se quedó fuera de Río de Janeiro 2016 por 50 segundos. "Aquello no me dolió. No me molestó ver la competición por televisión", se sincera el atleta. "Le dolieron más esos 50 segundos que no estar en los Juegos Olímpicos", replica desde el otro lado su entrenador.

Se trata de un chico que dedica su tiempo a estudiar y al deporte, con una clara inclinación por la faceta que lo ha llevado hasta París. Es estudiante de Gestión de Entidades Deportivas y no se imagina lejos de este mundo en el futuro. "Entrenador no me veo", dice con fuerte rotundidad, parándose en seco en el paseo que estamos dando. Urías saca una sonrisa con la respuesta de su pupilo.

Barrondo festeja su éxito en los Juegos Panamericanos de 2019. (Reuters/Vincent West)

Su fe inquebrantable

"A mí me encantaría ser gestor deportivo. Me gustaría ayudar desde esa posición a los deportistas, a cambiar el deporte desde dentro". Para ello, sus valores cristianos pueden ayudarle, aunque él piense que "eso es relativo, porque depende de cada persona".

Barrondo es católico confeso, de misa de domingos. Estuvo 35 días en Sierra Nevada durante su preparación, en los que tuvo tiempo para acercarse a la eucaristía a Granada. Allí comprobó que la fe es más inquebrantable en Guatemala: "Fui con Julio a la parroquia y estaba casi vacía. En nuestro país es prácticamente imposible no encontrarla llena un domingo".

Su paso por Granada fue de una concentración extrema, hasta el punto de no visitar siquiera la Alhambra. "Salimos sólo a comprar a un Mercadona y a misa. Cuando fuimos al supermercado, aprovechamos para ir al mirador de San Nicolás y verla, aunque fuera de lejos. No nos dio tiempo ni a sacar las entradas para observar su interior".

El sufrimiento de alcanzar la meta. (Reuters/Albert Gea)

El rigor en la alimentación

Se aprecia que la relación con su entrenador es extraordinaria, como si fueran padre e hijo. Barrondo tiene 28 años y hace 11 que trabajan juntos. Fue otro compañero el que lo proyectó al equipo nacional, pero el atleta se desprende en elogios hacia Julio: "Es una persona muy resiliente y me ha transmitido esta cualidad. Me enseña a superar los obstáculos".

Pasa una vez a la semana por la báscula. "No le da tiempo a engordar", dice su entrenador. El peso óptimo para la marcha está entre los 57 y 62 kilos, y a ojo parece que los cumple. "Es importante la ingesta de calorías. Nosotros no le ponemos restricciones". "Es una atención propia, porque soy yo el que tengo que cuidarme", explica Barrondo. "En Granada sólo comí pasta y arroz; son importantes los hidratos de carbono". Su comida favorita es el sack’ik de Guatemala, una receta en la que se mezcla un maíz precocido con una masa de carne.

Barrondo ha soñado con la apertura de los periódicos en caso de lograr una medalla. El rostro se le ilumina al pensar en eso. Su entrenador es tajante: "Si estamos aquí, todo es posible". Enfrente estará Álvaro Martín, gran favorito para ganar el oro.

José Alejandro quiere esperar a que resten ocho kilómetros para ver cuáles son sus opciones reales, para determinar su objetivo. E intentar que haya sorpresa. Al despedirse dice "con permiso". Pero no va a pedirlo para buscar las medallas en París.

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