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PERSEVERANCIA Y TRABAJO

El caso Polgár o cómo convertir a tres niñas anónimas en verdaderas estrellas del ajedrez

Unos padres decidieron apostarlo todo por la enseñanza del ajedrez a sus hijas, tratando de demostrar que la inteligencia no era algo innato, sino que se podía cultivar con entreno

Judit Polgár pasó a la historia del ajedrez. (EFE/Javier Carrión)

Entre los años sesenta y setenta del siglo pasado, un modesto entrenador húngaro abordó un reto de altura enfrentándose a la exclusión femenina en el mundo del ajedrez, tratando de demostrar que la inteligencia no era algo innato, sino que se podía cultivar con perseverancia y entreno. Tenía tres hijas que, desde su infancia, a partir de los cuatro años, con un metódico entrenamiento, llegarían al estrellato de este arte-ciencia. Las preparó con la clara idea de que fueran mujeres independientes con una sólida autoestima. Su sistema elástico y adaptable, nada rígido, contribuiría a un aprendizaje individual muy marcado. Y, a todo ese proceso, le añadía un fuerte respaldo a la creatividad y la curiosidad. László Polgár creía que cualquier niño podría llegar a convertirse en Gran Maestro con una enseñanza adecuada.

Como a los niños hay que premiarlos cuando se lo merecen, Klara y László los llevaban a las piscinas del hotel Gellért en la orilla derecha del Danubio en el sentido del curso del agua. Huelga decir que entre las burbujas que salían eyectadas del suelo y las pequeñas olas que expulsaba el sistema hidráulico cada tres minutos, las criaturas no nadaban, sino que volaban. Aquello era jauja. Y así hasta el siguiente domingo...

László Polgár, el padre, cobró una dimensión internacional con su peculiar método cuando sus criaturas comenzaron a ganar torneos femeninos uno detrás de otro. No era algo casual. Con una educación apropiada, más allá del género y los estereotipos, aquellas niñas desarrollaron espectaculares habilidades. Al estilo de la maestra italiana Montessori, defendía con argumentos incontestables que una educación basada en el cultivo de un talento individual atendiendo sus necesidades específicas, era la clave del éxito.

Con el tiempo, las hermanas Polgár se convertirían en jugadoras de élite a través de un experimento pionero que ha modificado la percepción con la que se entrena y aprende la magia del ajedrez. El mérito del matrimonio húngaro ha pasado a la historia con el sello de László, pero la madre, Klara, tuvo un papel fundamental en el desarrollo de las hijas. Alimentación, adiestramiento psicológico, recopilación de información libresca -Internet estaba en pañales-, y los aspectos relativos a la táctica y finales, recayeron en ella. Fue una ambiciosa apuesta de dos padres entregados a una causa común. László y Klara demostraron contundentemente que el llamado Experimento Polgár y su aplicación basada en el talento individual, obviaban el concepto de género, al tiempo que dejaba a los niños un formato de aprendizaje poco convencional y sin imperativos.

Pero donde cuajó de forma rotunda la enseñanza que aplicaron sus padres a las hijas de ambos, fue en la figura de Judit Polgár. Nacida en 1976, era -y es- la hija menor del matrimonio. Con tan solo 12 años de edad, se convirtió en la jugadora de ajedrez más joven en entrar en la selecta lista del Top 100 y, en 1991, sería la primera mujer en obtener las normas que requiere el título de Gran Maestro Internacional. En su meritoria carrera como jugadora, se enfrentaría con Garry Kaspárov en 5 ocasiones, con el resultado de 3 victorias para Kaspárov, unas tablas y una partida ganada por la húngara. Esto es para enmarcar, pues hay que recordar que Garry Kaspárov era campeón del mundo mientras ella estaba en un lugar bastante alejado en el ránking. Pero no solo le aplicó un correctivo al Ogro de Bakú, sino que ganó a una decena de campeones y excampeones mundiales, entre ellos a Anand, Spassky, Karpov, Carlsen y el propio Kaspárov, teniendo estos dos últimos un mal perder más que evidente

Cabe la posibilidad de que la mera extracción de las niñas y su separación del entorno infantil propio de esas edades pudiera parecer controvertido. Tal vez. Susan, Sofía y Judit Polgár siempre hablaron positivamente de la educación impartida por sus progenitores y asumen que sus éxitos en lo deportivo y profesional, son obra de la dedicación exclusiva con la que sus padres las educaron. Para lograr el éxito en cualquier faceta de esta vida, se necesita inspiración y motivación, además de una buena dosis de pasión sostenida ante los ataques de la realidad. Las tres hermanas y sus padres hicieron piña ante un propósito superior tal que es acceder a la magia del ajedrez por la puerta grande. Y así ocurrió.

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