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SITUACIÓN LÍMITE

Cien camas por habitación y cuatro baños para 200: así viven los menores migrantes en Canarias

Los trabajadores de los centros que acogen a los niños que llegan a las islas desde África estallan por las condiciones en las que viven, en plena polémica por el reparto entre comunidades: "No quiero participar en esto"

Esta es la estampa en uno de los centros que acogen a los migrantes en Canarias. (Cedida)

El día a día en los más de 80 centros de acogida en Canarias se ha convertido en un caos. En mitad del debate por el reparto de 347 menores migrantes a otras comunidades, que ha acabado con la ruptura de los gobiernos entre PP y Vox en cinco regiones y el rechazo de Junts y ERC a que vaya ninguno a Cataluña, hay casi 6.000 niños bajo la tutela del Gobierno insular. Ante la presión migratoria y la ausencia de infraestructuras, las carpas ya están en el puerto de Lanzarote. El objetivo es albergar a quienes, en adelante, vayan llegando. Una medida que no se descarta en el resto de islas.

La Asociación Quorum Social 77 es una de esas ONG que gestiona 27 centros para menores en Canarias. En sus instalaciones contabilizan 2.294 menores que llegan a bordo de una embarcación tras más de 10 días de travesía. Solo conocen a los voluntarios de la organización: son su única familia aquí. La presidenta de la organización, Delia García, atiende a El Confidencial a las puertas de un macrocentro en Tenerife que acoge a 238 jóvenes.

No es el más grande de todos: atienden cinco en total. "Tenemos uno de 300 niños y hemos llegado a 360 en una misma instalación", explica. En su interior, se desata el caos. Se trata de un centro colombófilo, inaugurado en 2007, y que se ha reconvertido en centro de acogida para dar cobijo a los menores que llegan a las costas canarias. "Entre litera y litera, por ley, debe haber un mínimo de metro y medio, esto no se está cumpliendo", afirma la presidenta. El hacinamiento es real y los niños duermen casi amontonados.

El drama no acaba ahí. Muchos no dejan de preguntar por sus familiares. La historia que hay detrás es más dura que las condiciones en las que pueden vivir. "En una de las últimas embarcaciones que arribaron a El Hierro llegaron 10 niños, todos completamente destrozados; dos de las niñas, con apenas 6 años, tuvieron que ver cómo morían sus padres e incluso lanzaban sus cuerpos por la borda", comenta García.

"No quiero cruzar esa puerta y ver la cara de frustración. No quiero seguir siendo partícipe de esto". Es el grito desesperado de quien afirma que con esta crisis "nos estamos deshumanizando". García admite que no logran llegar a tanta gente como les gustaría ni atender, de manera individualizada, las necesidades de unos niños que son "héroes y heroínas". "Nos olvidamos de que firman un contrato con la muerte al subirse a un cayuco y cruzan la ruta mortífera canaria para cumplir sueños. Tenerlos en estos apartaderos está constituyendo la mayor frustración que se puede imaginar", incide.

Cuatro o cinco baños para 200 personas

Una extrabajadora de este centro, que prefiere mantener el anonimato, confirma lo dicho por la directora. "Las condiciones en las que viven los chicos no son óptimas, hay más de 100 camas por habitación e incluso sus escasas pertenencias las ponen debajo de la cama porque no tienen ni un solo lugar habilitado". Además, añade que "vaciaron todo el centro para meter camas y, por ejemplo, donde están las duchas, es una nave pequeña que tiene redes en el techo, del antiguo palomar, y apenas hay luz; habrá dos bombillas, pero hay baños que no tienen luz ninguna, únicamente una puerta industrial", añade.

Según su testimonio, solo hay cuatro o cinco aseos para más de 200 personas, por lo que "se forman colas sencillamente para hacer necesidades fisiológicas". "Es tal la masificación, y la comida que se cocina es para tantas personas, que muchas veces está cruda y los niños pueden pasar algunos días sin comer", lamenta.

En cuanto a la actitud de los chicos, comenta que, en su caso, los trataba "con amor y cariño, que es lo que están buscando, porque muchas veces los propios trabajadores les tratan con indiferencia y menosprecios". En resumidas cuentas, lamenta la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran: "No tienen zapatos, únicamente van con cholas y, cuando se les rompen de tanto caminar o de jugar a fútbol, van descalzos hasta que les dan otras".

Centros "escondidos"

Algo que llama la atención nada más acercarse a un macrocentro de Canarias es la petición de los trabajadores: "Que no aparezca la localización, por favor". García explica que están empezando a sufrir ataques xenófobos y racistas: "Etiquetar y decir dónde está la ubicación de los centros es darle alas a aquellas personas que los lanzan".

Sin ir más lejos, recuerda que hace apenas una semana tiraron piedras contra los cristales del centro ante la presencia de los niños. También lo hacen por la noche, cuando nadie les ve. "Ya es lo que nos faltaba, como no teníamos poco con la saturación, la frustración y la tristeza, ahora padecemos estos ataques", concluye.

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