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EN MALASAÑA

La paradoja de los repartidores en Madrid: manejan comida todo el día, pero no tienen luego para ellos

Cada vez se ven más 'riders' en las 'colas del hambre' que se forman frente a la Hermandad del Refugio para recibir un plato de comida y entregar los pedidos sin dolor de tripa

Uno de los repartidores en la 'cola del hambre' de la Hermandad del Refugio. (L.F.)

En la Corredera Baja de San Pablo, en el madrileño barrio de Malasaña, todas las tardes se forma una 'cola del hambre' de más de 200 personas. Los turistas que pasan por la zona se quedan observándola con curiosidad. La gente que espera pacientemente no va a entrar a ver un espectáculo en el Teatro Lara, que está a pocos metros, ni forma parte de una convención de hipsters que peregrinan al nuevo lugar de moda del barrio. Las personas que están allí esperando contrastan con la imagen cool del barrio. Están allí a la espera de un plato de comida que ofrece el comedor social de la Hermandad del Refugio y Piedad todos los días a las 19.00 horas.

En los últimos meses, cuentan los vecinos de la zona, la cola cada vez es más grande. "Hay días que le da la vuelta a la manzana", asegura uno de ellos, que la contempla todos los días desde su balcón. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, entre quienes forman parte de esta cola han empezado a destacar unos hombres con grandes mochilas de color amarillo y naranja a sus espaldas. Son repartidores de Glovo y Just Eat que, entre pedido y pedido, aprovechan para buscar su propia comida.

"Me ayuda a quitar el hambre", asegura Alejandro, de 23 años. Llegó desde Venezuela hace un mes y le está costando adaptarse. Un día, sus compañeros repartidores le contaron que si acudía a las 19.30 horas, en la cola le iban a dar un bocadillo y fruta. "Desde entonces, vengo cuando puedo. La comida está buena y me da energía para seguir trabajando", asegura. Dedicar su día a repartir comida con el estómago vacío ha sido para él todo un desafío. "El bocadillo me ayuda a aguantar", dice mientras que la cola avanza este miércoles.

Detrás de Alejandro está Santiago, de 22 años. También es venezolano y viene a pedir comida porque está en un grupo de WhatsApp con más de 20 miembros, todos ellos repartidores de Glovo. Se ponen de acuerdo para dejar sus bicicletas durante unos minutos, coger combustible y seguir tirando.

"Llegué a la cola porque un día mis compañeros me trajeron a comer aquí, mira, mira, ahí acaban de llegar todos", dice apresurado señalando a un grupo de repartidores que están dejando sus bicicletas al otro lado de la acera. Ya forma parte de su rutina. Deja la aplicación encendida y, si le llega un pedido por la zona, lo agarra. "Intento comer lo más rápido posible o me llevo lo que sobra para el camino", dice.

Unos minutos más tarde, uno de los repartidores de la cola volverá a pasar por la misma calle, solo que esta vez será para entregar un pedido de Poke a la altura del comedor social, en un portal cercano.

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El comedor social está a 200 metros de la Gran Vía, dentro de la sede de la Hermandad, al lado de la Iglesia de San Antonio de los Alemanes, que también les pertenece. El lugar fue fundado por el jesuita Bernardino de Antequera en 1615 y explican en su página web que desde que Madrid empezó a crecer, uno de los objetivos de la hermandad siempre ha sido atender a los enfermos y a las personas que viven en la calle. Para ello, crearon "la ronda de pan y huevo", en la que los hermanos recorrían las calles para dar pan a los hambrientos.

Desde ese entonces, han ofrecido más de 78.362 comidas. Abren sus puertas todos los días, menos el domingo, de 19.00 horas a 20.00 horas y no ponen ninguna condición para recurrir al comedor. "Servimos cenas calientes a los necesitados. Tenemos una capacidad para 90 personas", aseguran los voluntarios.

La comida usualmente consiste en un guiso con fritos, fiambres, o huevos cocidos, fruta, pan y un vaso de leche o chocolate caliente. "Al resto de personas que se presenten y que no encuentren cabida por la capacidad del comedor, se les ofrece una bolsa con bocadillo doble de fiambre o queso, paquete de galletas, fruta y vasos de leche caliente", dicen. El número de personas que atiende diariamente el comedor es de 200 a 300.

Los repartidores no tienen tiempo para sentarse a comer un plato caliente, por eso se conforman con llegar a las 19.30 horas y coger el bocadillo que les ofrecen. Al final, son ellos los que están encargados de llevar cientos de cenas unas horas después a las casas de los madrileños. Ahí está su paradoja.

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