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renovador del color en la imagen

Gonzalo Juanes, el fotógrafo que retrató con enorme frescura a la burguesía de la calle Serrano en 1965

La exposición, comisariada por el también retratista Chema Conesa, muestra a uno de los mejores fotógrafos de su generación: supo modelar el color como muy pocos

Calle Serrano de Madrid. Fotografía tomada en noviembre de 1965. (Gonzalo Juanes)

Desde una terraza, con una Leica dispuesta a todo, Gonzalo Juanes fue capaz de capturar un instante del Madrid más acomodado y disfrutón de la década de los sesenta. Una mañana de domingo, sentado, con los cuerpos a media altura, Juanes hizo algo que con el tiempo se ha considerado avanzado y moderno. Ahora una exposición recuerda aquel momento, también su historia, que estuvo ligada a la del grupo AFAL, y cómo se convirtió en un pionero y en un renovador del color en la fotografía.

Sin perder de vista su condición de aficionado y autodidacta, aunque sin dejar de ser crítico. "Su inteligencia, sensatez y sensibilidad le concedieron en el grupo un cierto hálito de fotógrafo y erudito colega", dice Chema Conesa, comisario de la muestra que puede verse hasta este fin de semana en la sede de Canal, en la calle Santa Engracia.

"La fotografía debe ser sencilla, de modesta apariencia, intencionadamente de tono menor. Un simple documento en el que se intenta captar un fugaz momento de lirismo", se puede leer en uno de los muros, que recoge unas declaraciones de Juanes. Y así es como se muestran muchas de estas series fotográficas, que desde la década de los sesenta y hasta su muerte, en 2014, pueden disfrutarse en Madrid. La exposición tiene algo de iniciático e íntimo, pues las fotografías de Juanes van en busca de esos momentos, en los que el fotógrafo parece un elemento más de lo que está retratando.

Calle Serrano. Madrid, noviembre de 1965. (Gonzalo Juanes)

"Resaltaría que su trabajo demuestra cómo un aficionado insistente, coherente y con fe en lo que hace puede crear una obra interesante", destaca Conesa, que reivindica la labor sincera de Juanes y la coherencia de todo su trabajo. "Además, Juanes fue un adelantado en el uso del color en la fotografía, especialmente en los años 60, cuando el color empezaba a explorarse seriamente".

Un domingo de octubre en Serrano

La serie de Serrano consta de poco más de 20 instantáneas. En ellas aparece la juventud de la época, aquella gente burguesa que transitaba por el barrio de Salamanca, disfrutaba del copeteo en las terrazas, y se mantenía ajena a cualquier preocupación. "Estas fotos no solo tienen importancia por cómo están hechas, sino por su contenido. Es el primer trabajo que retrata a la burguesía madrileña en un momento en que otros fotógrafos se enfocaban en temas más dramáticos o marginales, como los barrios pobres de La Barceloneta", cuenta Conesa, que considera esta serie verdaderamente única.

Mientras sus compañeros de AFAL se centraban en el neorrealismo con contrastes fuertes de blancos y negros, Juanes utilizaba el color para retratar de manera casi naif a una sociedad burguesa que otros fotógrafos no abordaban. "Estas fotos capturan una parte de Madrid y de España que no había sido popularizada y ofrecen una perspectiva única de esa época", continúa contando Conesa. Aunque a veces Juanes no valoraba estas fotografías tanto como otros temas, su trabajo en Serrano es esencial para entender la diversidad y profundidad de su obra.

Hay algo peculiar en estas fotos, algo diferente. Algunas capturan las miradas de la gente a su alrededor, "lo cual es curioso porque él dejó de hacer retratos debido a su timidez". Juanes decía que no soportaba la tensión de intentar obtener una imagen personal de alguien frente a su cámara. "En estas fotos de Serrano, sin embargo, no son retratos estrictos, sino disparos cándidos de alguien que, sin aparente dirección, fotografía lo que ve", describe Conesa de un trabajo único, en el que podemos adivinar las vestimentas de aquel año, 1965, los peinados, las bebidas que se tomaban, hasta los cigarrillos que se fumaban.

Calle Serrano. Madrid, noviembre de 1965. (Gonzalo Juanes)

Esta falta de pretensión, esa captación del momento sin componer demasiado, le da a la fotografía una frescura y dinamismo especiales: "No son técnicamente perfectas, pero son increíblemente auténticas, reflejando su cercanía a la escena, algo que él siempre buscaba evitar para no ser etiquetado como fotógrafo".

La serie es más valiosa aún, porque luego se marcharía de Madrid y haría otras series, más alargadas en el tiempo. "En esta exposición he incluido seis o siete nuevas fotos para cerrar un poco el ciclo de ese trabajo. Hay otras fotos, pero no son tan interesantes; se levantó e hizo algunas caminando por Serrano, pero no tienen la misma fuerza", indica Conesa.

Las fotos de la terraza en Serrano tienen una veracidad y una sugerencia que a uno le hacen querer saber más sobre las personas que aparecen en ellas, sobre qué piensan y de qué hablan: "Gonzalo nunca buscó afirmar nada con sus fotos; sus imágenes son sugerencias de algo vivo que está pasando, dejando al espectador completar la comunicación".

Color de Kodachrome

Conesa explica que aunque hoy nos parezca completamente normal el uso del color, en esos años Juanes fue un precursor. En esa época, los profesionales comenzaron a utilizar el color porque las impresiones en periódicos, revistas y libros ya podían hacerse con calidad. La cuatricromía se convirtió en algo común, y tuvieron que adaptarse a trabajar en color.

Esto implicaba un cambio en la composición y el contenido de las fotos, ya que el color no se comporta como el blanco y negro. "La gestión del color se volvió algo determinante, y Juanes lo manejó de una manera única y adelantada para su tiempo", cuenta Conesa, que para enseñar la potencia lumínica de Juanes ha aprovechado ha decidido emplear ampliaciones de diapositivas. "Es como si una diapositiva de 35 milímetros se hubiese ampliado. Es un papel fotográfico llamado Duratrans, que debe ser retroiluminado", responde.

Descenso del Sella. Ribadesella, agosto de 1965. (Gonzalo Juanes)

"Viví el nacimiento del color en carne propia", recuerda Conesa, que trabajo durante muchos años en El País, donde se trabajaba, imprimía y publicaba en blanco y negro. "Pero con la creación de los suplementos dominicales, tuvimos que empezar a trabajar en color. Antes, utilizábamos películas como Tri-X en blanco y negro, pero ahora teníamos que usar diapositivas en color, que son mucho más exigentes en términos de iluminación y diafragma".

En blanco y negro, casi todo se podía corregir en el laboratorio, pero en color, la diapositiva tenía una latitud muy pequeña. "Si te equivocabas por un diafragma y medio, la foto era impublicable". Esto obligó a los fotógrafos a ser mucho más precisos técnicamente, especialmente en prensa, donde los hechos siempre han sido más importantes que el contenido estético.

La fotografía subjetiva

Gonzalo Juanes, como le gusta indicar a Conesa, utilizaba el color de forma natural. Para él, la fotografía era una pasión y una afición, no un medio para ganar dinero. Trabajaba como perito industrial para una multinacional francesa y tenía un sueldo estable. Su trabajo nunca buscó resultados económicos, no ganó dinero con ella, salvo quizás alguna excepción.

"Su compromiso era intelectual. Se alineó con el discurso del grupo AFAL y la necesidad de renovar la fotografía de la época", dice Conesa, que apunta cómo en ese momento la fotografía era vista como una disciplina menor comparada con la pintura. Las influencias de la Bauhaus y el movimiento europeo que consideraban la fotografía como un arte independiente con su propia dialéctica no habían llegado plenamente a España.

La fotografía en aquella época se juzgaba por su belleza, formalidad y tonalidad, con criterios estéticos muy cercanos a la pintura. Esto llevó a lo que se conoce como "salonismo": grandes exposiciones fotográficas que se celebraban en primavera o verano, organizadas por diversas agrupaciones especializadas. En estas exposiciones se premiaba la belleza clásica, sin ninguna novedad o historia significativa.

Romería, agosto de 1967. (Gonzalo Juanes)

"El grupo AFAL y la generación que surgió con figuras como Català-Roca de Barcelona, Miserachs, Ontañón, y otros como Masats y Oriol Maspons, comenzaron a pensar que la fotografía debía ser moderna y abordar los problemas de la sociedad del momento", describe de aquel periodo. "Este movimiento coincidió con el nacimiento del neorrealismo italiano y su enfoque en el contenido de las películas y la importancia del blanco y negro.

La fotografía buscaba su propio lenguaje, uno que pasara por la personalidad del fotógrafo". La fotografía dejó de ser solo una forma de mostrar paisajes o bodegones bellos y se convirtió en un medio para expresar la intencionalidad y subjetividad del autor.

Juanes era apreciado en el Grupo AFAL por su capacidad de reflexión y su habilidad para explicar sus pensamientos. "Por eso he incluido opiniones que él tenía sobre algunos fotógrafos de su época, que eran clarividentes, mucho antes de que estos fotógrafos hubieran triunfado. Sus análisis precisos están en las cartas que él escribió", dice, señalando algunas de estas citas que están impresas en las paredes de la exposición, y a las que tuvo acceso gracias al archivo que hay de AFAL en el Museo Reina Sofía.

La expresividad de William Klein

"Su amigo Gabriel Cuallado, que era el único con recursos económicos, viajaba y traía libros de fotografía que aquí no llegaban. Estos libros se discutían en tertulias con amigos del grupo", apunta Conesa de un Juanes que intentaba estar al día de todo lo que se hacía en su época. Son los años en los que descubre a William Klein. En aquel momento, Juanes estaba luchando entre la técnica necesaria para una buena fotografía y la falta de expresividad que sentía que esto implicaba.

Descenso del Sella. Ribadesella, agosto de 1965. (Gonzalo Juanes)

"Descubrió a William Klein, quien rompía las reglas tradicionales de la composición y ganaba expresividad sin preocuparse demasiado por la técnica. Esto le ofreció a Juanes una nueva perspectiva", comenta. Juanea comenzó a experimentar con la fotografía en color en situaciones de poca luz, lo que daba como resultado "algunos tonos de un bello magenta que el ojo humano no ve, pero que la fotografía captura". Buscaba que la expresividad estuviera por encima de la técnica y que siempre pasara algo en sus fotos.

"Por ejemplo, una madre aconsejando a su hijo en una esquina de la foto mientras un padre se lo lleva de la mano en el parque de Santa Isabel de Gijón. Por eso persigue a los niños en el parque, mientras juegan con candidez, porque los niños ignoran al fotógrafo, que es lo que a él le gusta".

La debacle de la cuenca minera

Gijón va a ser otro de los protagonistas de su obra. Allí viviría gran parte de su vida. Acude a fiestas populares y manifestaciones de obreros para fotografiar a gente en su actividad, pero sin hacer retratos, intenta que la gente no sea consciente de que es fotografiada: "Sus fotografías reflejan a un aficionado muy coherente con su forma de sentir. Está interesado en lo que sucede a su alrededor, pero con tintes muy personales, siendo un hombre exigente consigo mismo, a menudo sombrío, preocupado por la muerte y la debilidad del ser humano".

Sus fotografías son de un enorme lirismo, pero sin dejar de reflejar su tiempo. "Durante la crisis de Gijón, se dedicó a fotografiar la ciudad y fue criticado por mostrar solo lo más feo de Gijón", señala Conesa. "Él quería hablar subliminalmente de ese Gijón oscurecido por la crisis industrial". Juanes quería ser sincero y coherente con lo que tenía delante. Lo mismo era un grupo de jóvenes en Serrano que la decadencia industrial de la cuenca minera. Un fotógrafo singular.

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