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Conservación de la biodiversidad

Ni te imaginas la distancia que es capaz de cubrir esta mariposa de una sola volada

Las mayores hazañas de la naturaleza están protagonizadas a menudo por los seres más frágiles en apariencia. El extraordinario viaje de la mariposa cardera, con apenas medio gramo de peso, es un buen ejemplo

La mariposa cardera o vanesa de los cardos ha marcado un nuevo récord de distancia (Roger Vila/CSIC)

Algunos de los récords más asombrosos del reino animal están protagonizados por insectos, como por ejemplo el de la migración de las mariposas. Todos conocemos, gracias a los reportajes y documentales de naturaleza, el asombroso viaje de la mariposa monarca, que a finales de verano se desplaza desde Canadá y Estados Unidos hasta México para pasar el invierno. Sin embargo, existen muchas otras especies de lepidópteros que cada año realizan una hazaña similar o incluso mayor, sin que sean tan famosas y reconocidas.

Una de ellas es la mariposa cardera o vanesa de los cardos, una colorida mariposa diurna a la que los entomólogos clasifican con el nombre científico de Vanessa cardui. Se trata de una de las especies más abundantes y mejor distribuidas del planeta, resultando muy común y fácil de observar estos días en nuestros campos.

La mariposa viajera

Los científicos llevan años estudiando los desplazamientos de la cardera. Gracias a ello sabíamos que los mismos ejemplares de esta especie que revolotean las dehesas extremeñas entre primavera y verano son capaces de viajar más de 3.500 km hasta Benín, y otros países del África subsahariana, para pasar el invierno en los templados pastizales de la sabana tropical. En los extremos de su circuito migratorio llegan a desplazarse hasta el Magreb y el Sahel desde el norte de Escandinavia. Este desplazamiento es el ciclo migratorio más largo en insectos que se produce entre Europa y África.

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Sin embargo, lo que acaba de demostrar el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) va mucho más allá de dicha hazaña. Un equipo internacional liderado por este prestigioso centro de investigación, dependiente del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, ha logrado documentar un vuelo transoceánico de más de 4.200 km realizado por un grupo de mariposas carderas, lo que supone uno de los mayores récords jamás registrados entre los insectos.

Según el estudio, cuyos resultados se han publicado en la revista científica Nature Communications, el viaje de estas mariposas duró entre cinco y ocho días y contó con la ayuda de los vientos alisios, que contribuyeron de manera destacada a que estos pequeños y frágiles viajeros fueran capaces de culminar semejante proeza.

¿Qué hacen esas mariposas tan lejos?

La investigación surgió tras el hallazgo del entomólogo Gerard Talavera, investigador especializado en genética de poblaciones, filogeografía y genómica y adscrito al Instituto Botánico de Barcelona (IBB-CSIC), de una colonia de vanesas de los cardos en las playas atlánticas de la Guyana Francesa, en la frontera con Brasil, lo que resultaba completamente inusual.

Vanessa de los cardos (Vanessa cardui). EFE/ Ángel Medina G.

Al estudiar la diversidad genética de las mariposas localizadas en este punto de la costa norte de Sudamérica, los investigadores determinaron que los ejemplares observados en América del Sur estaban relacionados con poblaciones de Europa y África. Además también analizaron el ADN del polen que habían ingerido las mariposas antes de viajar, y resultó pertenecer a dos especies de plantas que tan solo se encuentran en el África tropical. Todo ello daba a entender que aquellos insectos de apenas siete centímetros de envergadura y medio gramo de peso no procedían del área de distribución de la especie situada al norte del continente americano, sino que habían cruzado el Océano Atlántico de una sola volada procedentes de África. Pero aún hay más.

Las alas de las mariposas preservan señales isotópicas propias del lugar donde se criaron en su fase larvaria, lo que permite determinar con bastante exactitud la región donde nacieron. Gracias a los datos aportados por el análisis de las alas de aquel grupo de carderas (en concreto de los isótopos estables de hidrógeno y estroncio), se pudo comprobar que eran europeas, nacidas muy probablemente en Francia, Irlanda o Reino Unido.

La cardera es una consumada viajera (Jane Hill/Reuters)

Como explica el investigador Clément Bataille, profesor de la Universidad de Ottawa en Canadá y coautor del artículo, eso significa que “muy probablemente su viaje pudo ser mucho más largo, iniciándose en Europa para atravesar tres continentes, lo que supone una ruta migratoria de más de siete mil kilómetros, lo que supone un hito extraordinario para un insecto tan pequeño”.

Algo más que polvo en el viento

Ante este sorprendente conjunto de datos los investigadores intentaron establecer la duración de la travesía del Atlántico y el coste energético del viaje, llegando a la conclusión de que el vuelo de las mariposas a través del océano pudo durar alrededor de una semana, sin parada alguna, y que ello solo fue posible gracias a la ayuda de vientos favorables. Este aspecto de la investigación ha permitido a los cientificos señalar la importancia de un fenómeno que podría deparar nuevas y mayores sorpresas respecto a la distribución de la biodiversidad en el planeta.

Los investigadores señalan que la capa de aire sahariano que se desplaza cada año sobre el Atlántico desde África hacia América podría estar comportándose como una auténtica autopista aérea de dispersión biológica. Los estudios revelan que esa masa de aire estaría transportando, junto a grandes cantidades de polvo, una destacable proporción de componentes biológicos, incluyendo organismos vivos como este grupo de mariposas. Un hecho demostrado que, a juicio de los científicos, debería ser estudiado con mayor profundidad pues podría dar respuesta a muchos fenómenos de bioinvasión.

Además del equipo de científicos del IBB-CSIC, en este trabajo han participado investigadores del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona y del Instituto de Biología Evolutiva de la Universidad Pompeu Fabra (IBE-CSIC/UPF), junto a un equipo internacional formado por científicos del Instituto Botánico W. Szafer (Polonia), de la Universidad de Ottawa (Canadá) y de la Universidad de Harvard (Estados Unidos).

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