"'Renacer' viene porque he podido retomar otra vez la pasión por la pintura", reconoce Javier Atela, que ha presentado su primera exposición en la madrileña Galería Carlos Moltó, tras varios años alejado de las artes plásticas. "Desde muy pequeño me dediqué a pintar y luego, más adelante, para ganarme la vida me metí en publicidad y abrí mi estudio de comunicacción corporativa para empresas". Ahora, por fin, puede volver a su primera pasión. 

Su serie de 32 cuadros pintados con técnica mixta "basada en acrílicos, barnices, carbón, lápiz, barras de óleo sobre papel y sobre lienzo" permanecerá expuesta hasta el 11 de mayo. "Ha sido un trabajo de casi dos años de dejarse llevar.  Es una vuelta al principio, no a partir de un esquema mental, sino más emocional: dejarme llevar. A base de dejar salir todo lo que iba pintando, eso me fue llevando casi hasta la infancia: me ha llevado a recordar lo que pintaba de pequeño, porque para mí fue muy importante, con Robin Bond, que era todo un referente en México".   

Atela nació en Ciudad de México en 1957 y fue pupilo de Bond. Posteriormente se formó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y en la Scuola de Belli Arti de Roma. "A la hora de ponerse delante de un papel en blanco, la mayoría de los pintores tienen una visión previa de qué es lo que quieren concebir. En mi caso, después de pasarme muchos años intentando volver a la pintura, el primer freno es la mente". 

"Javier Atela, desde lo más profundo, en una segunda pletórica juventud, brota con un imponente fluir, con un inconsciente trayecto de luz que dibuja el sentido de un viaje interior. Es una purificación de gozo y comunión que se aparta de la idea de pintura clásica, evocando en su manifestación los tres colores básicos de la puesta de sol", escribe sobre su obra su amigo Bruno Lantero. "Vinculado al expresionismo abstracto, a ese movimiento del arte contemporáneo de las últimas décadas del siglo XX que hoy sigue funcionando como referente del arte occidental, las formas de espiritualización de los cuadros de Javier Atela son a veces desgarradas, y se alejan del goce estético para aflorar con lo más personal, con la libertad más individual como camino de expresión".