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Veinte días para construir una nueva "mayoría Von der Leyen" y repescar a Meloni

La alemana empieza a construir una mayoría para superar la votación del 18 de julio y trabaja ya en cómo reconstruir la confianza con la primera ministra italiana Giorgia Meloni

Giorgia Meloni y Ursula Von der Leyen, durante la cumbre del G7 celebrada en Italia. (EFE/Ettore Ferrari)

En 2019, el nombre de Ursula von der Leyen apareció por sorpresa como la nominada para presidir la Comisión Europea. Cinco años después, la alemana es una de las personas más poderosas de Europa y ha logrado cómodamente ser nominada de vuelta para ser reelegida al frente del Ejecutivo comunitario. Pero la UE de hoy está más fragmentada y es más difícil de manejar que la de hace un lustro, con una mayoría centrista dentro de la Eurocámara más delgada y débil. Von der Leyen y su equipo lo saben.

La alemana y sus principales asesores han pasado ya los últimos días de rondas en el Parlamento Europeo. Saben que van a tener que ir voto a voto, eurodiputado a eurodiputado. No se fían de los bloques. Sí, socialdemócratas (S&D), Partido Popular Europeo (PPE) y liberales de Renew Europe (RE) suman suficientes eurodiputados como para ser confirmada para el cargo el 18 de julio, pero en la Eurocámara no existe una clara y fuerte disciplina de voto, por lo que en el Berlaymont saben que va a haber mucha fuga de votos. Necesitan un margen de eurodiputados de fuera de esa coalición para poder afrontar la votación con garantías.

El equipo de Von der Leyen no veta a nadie. Se van a reunir con todos los grupos que le pidan un encuentro. Y eso incluye también a los ultraconservadores de los Conservadores y Reformistas (ECR), el grupo en el que se enmarcan partidos como Vox, Ley y Justicia (PiS) polaco o los Fratelli d’Italia de Giorgia Meloni. La alemana va a tener que hacer un equilibrio complejo. El 9 de junio, Los Verdes se abrieron a formar parte de la "mayoría Von der Leyen II", es decir, el bloque que le apoye en los próximos cinco años.

Pero para muchos sectores del PPE, partiendo del propio presidente del grupo, el alemán Manfred Weber, los ecologistas no son gente de fiar. Algunos, incluso, consideran una línea roja pactar con ellos. Este sector popular europeo prefiere que Von der Leyen encuentre esos votos de margen de seguridad por el lado derecho, es decir, pescando en los sectores menos radicales de ECR.

El problema es que Von der Leyen está entre la espada y la pared. Si se apoya en Los Verdes puede sufrir fugas dentro del PPE, pero si se apoya en ECR entonces la sangría le llegará por el lado izquierdo de su mayoría, por S&D. Esta misma semana la alemana se ha reunido con la líder de los socialdemócratas europeos, la española Iratxe García, que le ha dejado clara cuál es su línea roja: nada de acuerdos con la extrema derecha.

¿La solución? Discreción e intentar aprovechar que el voto es secreto para que no se airee demasiado, al menos antes de la votación, qué apoyos ha cerrado en los días previos a la elección.

El factor Meloni

Todo el mundo sabe que Meloni no ha quedado satisfecha con cómo se han elegido los altos cargos de la Unión Europea. En la decisión final sobre su nombramiento, la italiana se abstuvo en el caso de Von der Leyen y votó en contra de la elección de los otros dos altos cargos: el socialista António Costa como presidente del Consejo Europeo y la primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, como Alta Representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad.

Hay distintas interpretaciones en Bruselas sobre cómo leer la abstención. Algunos consideran que eso reduce la posibilidad de que ahora Meloni negocie con Von der Leyen. Pero esa no es la visión que tienen en el Berlaymont. Precisamente la abstención se ve como el movimiento más lógico en el marco de la negociación. La italiana está señalando que sus 24 eurodiputados de FdI pueden perfectamente votar en contra de Von der Leyen si es necesario, pero que eso no tiene por qué ser inevitable. Roma ha puesto precio a enterrar el hacha: quiere una cartera de peso, económica, y a ser posible una vicepresidencia. En el equipo de la alemana dan por hecho que Italia tendrá un buen puesto, aunque subrayan que más por el peso del país que por Meloni. Esa es la versión oficial.

La extraoficial es que Von der Leyen tiene una visión de la política europea en la que el Berlaymont debe estar alineado con las ideas y lógicas de las grandes capitales: Berlín, París, Roma, Madrid y Varsovia. Para ella es clave tener buena relación con sus líderes, porque ve a la Comisión Europea no como un órgano político autónomo que debe impulsar su propia agenda dentro de un entorno en el que los Estados miembros son un actor importante pero no hegemónico. Para ella, la Comisión es un facilitador y un ejecutor de los consensos que van surgiendo entre los grandes países europeos. Y, por lo tanto, una ruptura con Meloni sería catastrófica.

La buena noticia para la alemana es que el cabreo de la primera ministra italiana no es con ella: es con los seis negociadores que han cerrado el paquete de los altos cargos, representantes de los socialistas, los populares y los liberales. Especialmente con los socialistas, el español Pedro Sánchez y el alemán Olaf Scholz, que son los que han vetado conversaciones con ella como representante de ECR. Meloni sabe que desde 2022 Von der Leyen la ha mimado, ha ayudado a su proceso de normalización europea, ha tenido en cuenta muchas de sus iniciativas en asuntos prioritarios para Roma como la inmigración y, lo más importante para la primera ministra, nunca ha interferido en la política nacional.

Meloni sabe que su aislamiento y humillación no ha sido cosa de Von der Leyen. Y ese puede ser un buen primer paso para reconstruir el eje Roma-Bruselas que conviene a las dos políticas. A la italiana, porque la presidenta de la Comisión Europea es fundamental a la hora de mostrar de puertas hacia dentro que es aceptada fuera de Italia. A la alemana, no solamente porque necesita de la primera ministra por su manera de entender el poder en Europa, sino también porque es la llave para comunicarse con un nuevo sector de líderes europeos reaccionarios que están empezando a hacerse fuertes en el Consejo Europeo.

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