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Predomina la indiferencia

¿Qué legado dejarán los Juegos? París quiere desmentir la maldición de las sedes olímpicas

Para lograr un gasto inferior al de Tokio o Río de Janeiro, los organizadores de la cita olímpica en la capital francesa apostaron por construir infraestructuras temporales y centrar las inversiones perennes en la periferia de la capital

Foto: Enric Bonet.

"Ya no reconocemos París. Tengo la sensación de que han puesto a sus habitantes en jaulas para permitir a los atletas que paseen tranquilamente". Maxime, de 27 años y que trabaja como promotor inmobiliario, no se muerde la lengua a la hora de expresar su malestar con el excepcional dispositivo de seguridad para acoger los Juegos Olímpicos. Aunque algunas pruebas ya empezaron —por ejemplo, el fútbol o el rugby 7—, la cita olímpica dará el pistoletazo de salida oficial este viernes por la tarde con la ceremonia inaugural. Por primera vez en la historia de las Olimpiadas modernas, el acto se celebrará en el aire libre con un desfile de los atletas en 80 barcos por el río Sena.

Promete ser todo un espectáculo televisivo. Toda una demostración de belleza de la monumental París, que no acogía unos Juegos desde 1924. Sin embargo, la ambiciosa ceremonia inaugural, que abarcará un perímetro de seis kilómetros, tiene una cara B. Para que sea una realidad, las autoridades acordonaron desde el 18 de julio una amplia zona. Allí instalaron hasta 44.000 vallas y afearon con una sobredosis de metal una de las ciudades más bellas de Europa. Han cortado la circulación, tanto para peatones como vehículos privados, desde el puente de Austerlitz hasta el de Mirabeau. El centro de la capital ha quedado desierto a la espera del acto de apertura, en que están previstos unos 326.000 espectadores.

“El ambiente me recuerda al que había durante la pandemia del covid-19”, lamenta Maxime, mientras toma una cerveza con un amigo en una terraza situada enfrente del Museo del Louvre, en un lugar fronterizo con la zona gris en que está prohibida la circulación. “Trabajo en las oficinas de una empresa en Trocadéro —enfrente de la Torre Eiffel y donde la circulación también está cortada— y me pidieron que hiciera teletrabajo o vacaciones durante el periodo de los Juegos”, explica su compañero Romain, de 25 años. Como muchos parisinos, se irá de la ciudad durante las más de dos semanas en que durarán los Juegos. Un éxodo veraniego que ha contribuido a un ambiente más tranquilo de lo previsto.

Predomina la indiferencia entre los franceses

“Esperábamos que hubiese muchos clientes durante los Juegos, pero en realidad no entra casi nadie en la tienda. La cifra de negocios cayó un 90% en la última semana y a una de mis dependientas le pedí que se quedara en casa”, reconoce Pratima Patel, de 49 años y propietaria de una tienda de souvenirs cerca de la Plaza de la Concordia. Ese monumental lugar se ha visto afectado por las medidas de seguridad por la ceremonia inaugural, pero también porque celebran allí las pruebas de BMX, break dance y básquet 3x3.

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Presentada inicialmente como una gran “fiesta popular”, el acto inaugural vio su aforo rebajado por motivos de seguridad. De los dos millones de espectadores previstos inicialmente se pasó a 600.000 y finalmente a poco más de 320.000 (100.000 de ellos con entradas y el resto con invitaciones). Esto alimentó la reputación de unos Juegos poco accesibles para el ciudadano medio. Cerca de un 40% de los franceses afirman sentir indiferencia —es la primera opción— respecto a las Olimpiadas y un 37% tiene una visión negativa, según sondeos recientes.

Al contrario de una mejora clara de la actividad imaginada durante este verano olímpico, muchos hoteleros o comerciantes se han quejado de unos números inferiores a lo normal en este periodo vacacional. Hasta el punto de que el Gobierno francés ha prometido la creación de una comisión para indemnizar a los más afectados. “Todos veremos el viernes por la noche como habrá valido la pena”, aseguró el martes por la noche el presidente francés, Emmanuel Macron, en una entrevista para las cadenas France 2 y France Info.

Foto: Enric Bonet.

“Hemos hecho todas las comprobaciones en materia de seguridad. Se ha efectuado un trabajo inmenso desde hace meses”, destacó el jefe de Estado sobre el excepcional dispositivo de seguridad. Hasta 45.000 policías y gendarmes, 20.000 agentes de seguridad privada y 18.000 soldados estarán desplegados para garantizar la seguridad en París durante la ceremonia del viernes, pero también durante el resto de los Juegos, que concluirán el 11 de agosto.

Evitar atentados, como los ocurridos en Múnich 1972 o en Atlanta 1996, representa el mínimo común denominador para que sea un evento exitoso, cuyos únicos protagonistas resulten los deportistas. Pero tanto Macron como la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, no se conforman solo con eso: quieren que los Juegos dejen un legado, como ya sucedió con la anterior edición de hace un siglo que contribuyó a transformar la ciudad. ¿Pero qué herencia pueden dejar las Olimpiadas en una localidad como la capital francesa, considerada como la más turística del planeta? No está nada claro.

¿Los Juegos sirven para cambiar las ciudades?

París quiere romper con la maldición de las últimas sedes olímpicas. Tokio en 2021, Río de Janeiro en 2016 o Atenas en 2004 invirtieron grandes cantidades de dinero público para construir infraestructuras deportivas con una utilidad limitada a posteriori. Para evitar ese efecto, los impulsores de la actual edición apostaron por infraestructuras temporales. Muchas de ellas han sido construidas al lado de lugares emblemáticos de la capital, como el Campo de Marte enfrente de la Torre Eiffel o los jardines del Palacio de Versalles, donde se celebran las pruebas de hípica. Esta estrategia ha contribuido a rebajar la factura final: de los 15.400 millones de euros que costó la edición de Tokio —un récord en la historia de los Juegos— se ha pasado a unos 11.000 millones.

“Me parece un error hacer de la herencia el centro de estos Juegos, ya que este evento deportivo no fue creado con esta finalidad”, afirma el historiador del deporte Michael Attali, profesor en la Universidad de Rennes II, en declaraciones a El Confidencial. “Hay la creencia de que los eventos deportivos pueden cambiar la vida de la gente, pero esto no siempre es verdad”, añade este experto en esta compleja cuestión del legado olímpico. Pone el ejemplo de Londres 2012, cuyos organizadores se pusieron como objetivo utilizar las Olimpiadas para luchar contra la obesidad, pero ese objetivo se vio frustrado.

En el caso de París, la socialista Hidalgo ha querido darle un toque “social” y “ecológico” al macroevento. Por un lado, la aspiración “social” se debe al hecho que han construido las principales infraestructuras perennes, como la Villa Olímpica, en el departamento de Seine-Saint-Denis (periferia norte de la capital), el más pobre de la Francia metropolitana. Por el otro, la “ecológica” refleja la voluntad de que sean unos Juegos menos contaminantes que los anteriores y haber aprovechado la cita para invertir una gran cantidad de dinero público en mejorar la calidad del río Sena. Así permitir que allí se celebren las pruebas de triatlón y natación en aguas abiertas.

El Ayuntamiento también aspira a que los parisinos puedan bañarse a partir del verano del año que viene en el neurálgico río, donde está prohibido desde 1923. “Hasta dentro de dos o tres años no sabremos realmente si se ha conseguido convertir el Sena en un lugar apto para ello”, considera el historiador Paul Dietschy, especialista en temas deportivos. Pese a toda la inversión realizada, la calidad del agua sigue dependiendo de una meteorología imprevisible.

Foto: Enric Bonet.

Además, Hidalgo ha intentado asociar los Juegos con la transformación verde de la ciudad. Pero algunos de los cambios más icónicos en este sentido, como la peatonalización de los muelles del Sena, tienen poco que ver con el evento. Y la ampliación de las líneas de metro y cercanías en el marco del Gran París no se verá culminada hasta 2030.

El 80% del dinero público, invertido en la 'banlieue'

“El gran puntal de estos Juegos es que varias pruebas se celebran en lugares con un escenario increíble (en Concordia, Versalles, al lado de la Torre Eiffel…), pero no creo que dejen una gran herencia”, asegura Leo, de 28 años y que trabaja en el barrio Pleyel de Saint-Denis, uno de los más afectados por el gran acontecimiento. Allí se encuentra la Villa Olímpica. Situado en esta localidad periférica al norte de la capital francesa, el bautizado como 'Village des athlètes' está compuesto por 82 edificios y unas 3.000 viviendas. Unos 14.000 deportistas se hospedan en esos bloques construidos en apenas siete años con una arquitectura funcionalista, poco deslumbrante, pero con un bajo impacto medioambiental.

Una vez concluyan los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, la Villa Olímpica se convertirá en un nuevo barrio residencial en una zona que sufre por la escasez de apartamentos en buenas condiciones. Destinarán el 25% de esos pisos a vivienda social. Algo parecido sucederá con el llamado 'Village des médias', donde se hospedan una parte de los periodistas acreditados en Dugny, otra localidad de la Seine-Saint-Denis. Justo enfrente del estadio de Francia en Saint-Denis, construyeron una piscina olímpica donde se disputarán las pruebas de salto acuático y natación sincronizada.

Foto: Enric Bonet.

“El 80% del dinero público invertido en los Juegos se ha destinado a la Seine-Saint-Denis”, afirma Shannon Seban, presidenta de Renaissance en este departamento (provincia). Según esta concejal municipal y dirigente del partido de Macron, “mientras los Juegos son criticados en el centro de París, en el 93 (código postal de esta zona de la “banlieue”) la gente tiene una visión mucho más positiva sobre ellos”. Dando un paseo por Saint-Denis, uno se da cuenta de que la realidad resulta más compleja. “Cuando tenemos la oportunidad de acoger una cita como esta, tenemos que aprovecharla”, defendía Richard Bikusa, de 63 años, que participó en la construcción de la Vila Olímpica.

Sentado en una terraza al lado de la Basílica de Saint-Denis, el miércoles por la noche estaba mirando en una pantalla del móvil el debut de la selección francesa de fútbol masculina contra Estados Unidos. Ellos eran los únicos pendientes de ese partido. “No sentimos que haya un gran fervor olímpico”, reconocía Bikusa. Quizás la ceremonia inaugural del viernes cambiará las tornas en una Francia en que predomina el escepticismo y el pesimismo.

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