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Las cosas han cambiado mucho

Me gasté un dineral en ir a Estados Unidos y no me dejaron subir al avión para volver a España: lo peor es que también podría pasarte a ti

Una experiencia personal me ha llevado a averiguar que miles de personas se aprovechan de las reglas del 'overbooking'. Hecha la ley, hecha la trampa

Cada vez hay personas que se toman mejor lo de sufrir las consecuencias del 'overbooking'

Lo recuerdo como si fuese ayer. El martes 14 de julio de 2015 tomé un vuelo del Aeropuerto Internacional de San Francisco, California, con rumbo a Zúrich, Suiza. Había pasado varios meses estudiando inglés y ya era el momento de volver a Málaga y de retomar la vida donde la dejé. Sin embargo, una aerolínea de cuyo nombre no quiero acordarme, tenía otros planes pensados para mí.

De lo primero que me percaté fue de que mi vuelo se retrasó más de una hora sin motivo aparente en San Francisco. Esto hizo que llegase a Zúrich apenas una hora antes del despegue del avión que me llevaría a Málaga. Era poco tiempo para llegar a la puerta de embarque, pero lo veía posible. Así que corrí por las instalaciones del aeropuerto como alma que lleva el diablo. Finalmente, lo conseguí, aunque me encontré con una sorpresa.

En la puerta de embarque vi a una azafata muy (poco) amable rodeada de un grupo de siete u ocho personas. Lo único que conseguí entender fue la palabra “overbooking”. Cuando el ambiente se relajó, explicó que no había asientos disponibles en el avión y que nos dirigiésemos al mostrador de la compañía para que nos ofreciesen una alternativa. Yo había comprado el pasaje hacía más de un año y sobra decir que me costó un ojo de la cara.

Una solución poco satisfactoria

Aunque protesté y protesté, un guardia de seguridad me dejó claro que no iba a subir al avión de ninguna de las maneras. Así que fui al mostrador de atención al cliente de la aerolínea, donde me dieron dos opciones: viajar a Málaga ese mismo día previa escala en Estocolmo y en Lisboa, lo que me iba a suponer una inversión superior a las 36 horas, o pasar esa noche en un hotel de Zúrich (a gastos pagados, eso sí) y tomar un vuelo directo al día siguiente.

Evidentemente, elegí la segunda opción. Un taxi contratado por la aerolínea me llevó hasta el alojamiento, que estaba bastante lejos de la ciudad y no era gran cosa. Así que descarté la idea de hacer un poco de turismo por la ciudad y me conformé con pasar la noche tratando de recuperarme del jet lag. Al día siguiente me recogió un taxi y me llevó de nuevo al aeropuerto. Un poco tarde, pero a tiempo al menos.

La historia no acaba aquí. Al acudir al mostrador de facturación, una trabajadora del aeropuerto aún más simpática que la del día anterior me explicó que mi maleta superaba el límite de peso y que no la podía cargar en la bodega del avión sin pagar un suplemento de 100 francos suizos (unos 103 euros al cambio). Ahí ya sí que monté la pataleta. ¿El resultado? La compañía me ofreció subir el equipaje gratis, pero a cambio de no presentar una reclamación. Quería llegar a mi casa después de la odisea y acepté. Craso error.

La verdad es que no puedo imaginar a nadie que quiera pasar por lo mismo que pasé yo. Sin embargo, sí que hay personas dispuestas. Lo descubrí gracias al vídeo de TikTok que he compartido más arriba. En él se puede escuchar a una azafata ofrecer 3.500 dólares y alojamiento en un hotel a quienes acepten bajarse del avión para que otra persona ocupe su plaza. Sucedió antes del despegue de un vuelo de Delta destinado a conectar las ciudades de Boston y Roma.

La clave está en la paciencia

Lo que se puede apreciar en las imágenes no es un caso puntual. Según la revista Fortune, entre los meses de enero y marzo de este año, 23.699 pasajeros de Delta se ofrecieron como voluntarios para renunciar a sus asientos a causa del overbooking. Todos ellos recibieron compensaciones económicas de entre 2.000 y 4.000 dólares, noches de hotel gratuitas y billetes para el siguiente vuelo a su destino.

Conviene recordar que el overbooking nació cuando las aerolíneas se dieron cuenta que, de media, entre el 10 % y el 15 % de los pasajeros no se presentaban en la puerta de embarque a la hora marcada. Por ello, empezaron a vender sistemáticamente un 10 % más de las plazas máximas permitidas por sus aviones. El problema viene cuando la estadística no se cumple y se personan más viajeros de los que pueden volar.

En un principio, las compensaciones económicas ofrecidas por las aerolíneas eran muy bajas o, directamente, inexistentes. Es más, en caso de que los pasajeros se negasen a renunciar a sus asientos, podían obligarles por sorteo o, incluso, llamando a la policía. Varios casos se han hecho virales en redes sociales y medios de comunicación en general por mostrar las malas artes de las aerolíneas en este tipo de situaciones.

Todo esto obligó a las autoridades a tomar medidas. En Estados Unidos, el Departamento de Transporte (DOT) fija indemnizaciones de hasta el doble del precio del pasaje por retrasos sin justificar de hasta dos horas. La suma puede ascender hasta los 1.550 dólares si se excede esa cifra. Sin embargo, cuando son decenas de personas las afectadas, las aerolíneas se ven obligadas a “subastar” las renuncias, motivo por el que llegan a cifras mucho más altas. Al fin y al cabo, retrasar el vuelo por culpa del overbooking podría salirles mucho más caro, ya que conllevaría el pago de cientos de indemnizaciones.

Dentro de la Unión Europea, estas compensaciones no son tan atractivas. En concreto, el reglamento CE 261 prevé indemnizaciones de entre 250 y 600 euros por overbooking, en función de si el recorrido del vuelo no llega a los 1.500 kilómetros o excede los 3.500 kilómetros. Aun así, cuando se producen situaciones de subasta en las puertas de embarque o en el mismo interior de los aviones, se están ofreciendo sumas muy superiores a esa cifra máxima.

Puede ser un buen negocio para los afectados

En cualquier caso, una indemnización como las especificadas anteriormente puede hacer que el overbooking no resulte un mal trago tan desagradable como el que pasé yo. Sin embargo, hay personas que han ido un paso más allá y están tratando de explotar esta fórmula como modelo de negocio. Al menos, con el objetivo de sacarse un dinero extra con el que pagarse las vacaciones. Lo explica Sam Jarman en unas declaraciones recogidas también por Fortune.

“Me dedico a compartir trucos que a la gente les interesa, y todo lo relaciones con vuelos les encanta”, afirma el influencer, que se especializa en crear contenidos financieros a tiempo completo. Además, cuenta que todo empezó cuando lo expulsaron de un vuelo por overbooking y recibió una recompensa considerable. Tras eso, no dudó en presentarse voluntario cada vez que tuvo la oportunidad.

Por su parte, Clint Henderson, director de la revista de viajes The Points Guy, asegura que esta práctica se está produciendo porque “los usuarios tienen la sensación de que las aerolíneas les estafan”, puesto que “los vuelos comerciales cada vez son más caros e incómodos”. También hace hincapié en que “no es una buena noticia para la industria de los viajes” que en TikTok y en el resto de redes sociales “se compartan trucos para aprovecharse de las reglas del overbooking”.

Hay varias formas de aprovecharse de estas reglas, pero esta es la más sencilla. Los usuarios compran billetes con mucha antelación, cuando por norma general están más baratos que cuando restan pocos días para el despegue. Especialmente, para vuelos transoceánicos, que son los que suponen un mayor gasto para las aerolíneas y sobre los cuales suelen vender más pasajes de los realmente disponibles.

Después, reservan un alojamiento con cancelación gratuita para sus vacaciones o se esperan hasta el último momento. Finalmente, se presentan en el mostrador de la compañía como voluntarios en caso de overbooking. Y es que, en muchos casos, ni siquiera llegan a subir al avión o a personarse en la puerta de embarque. Es cuestión de paciencia y de tener suficiente tiempo disponible.

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