Rellenamos con agua los huecos de una cubitera, la dejamos dentro del congelador durante un par de horas y ¡voilà! Ya tenemos hielo con el que enfriar nuestros refrigerios. O, si lo preferimos, podemos salir de casa y comprar una bolsa ya preparada en el supermercado que, por ejemplo, podamos usar para mantener fría la comida y la bebida dentro de una nevera portátil.
Sin embargo, conseguir hielo no siempre ha sido tan fácil. Especialmente, en un lugar tan caluroso como el desierto de Oriente Medio. Sin embargo, hace 2.500 años, los persas desarrollaron una técnica que, hoy en día, solo puede calificarse como increíblemente ingeniosa. Esta tecnología se plasmó en unas construcciones llamadas yakhchāl. Algunas de ellas todavía se conservan dentro del territorio de Irán y Tayikistán y se pueden visitar.
Uno de los 'yakhchāl' mejor conservados del mundo (X/@Lifeofassyrian)
La palabra yakhchāl significa, literalmente, “pozo de hielo”. Consistía en una estructura de adobe con forma de cúpula que podía alcanzar los 18 metros de altura. Bajo ella se encontraba un espacio subterráneo de hasta 5.000 metros cúbicos, donde se almacenaba el hielo. Las paredes de este espacio, construidas con un mortero especial llamado sarooj, eran gruesas y resistentes al calor, lo que aseguraba la conservación del hielo durante meses.
El sarooj estaba compuesto de una mezcla específica de arena, arcilla, claras de huevo, espadaña, pelo de cabra y ceniza. Esta combinación hacía que las paredes fueran impermeables y capaces de mantener las bajas temperaturas durante el día. La refrigeración en el yakhchāl se lograba mediante el enfriamiento por evaporación.
Las frías noches del desierto
Pero ¿cómo se producía el hielo? Durante las noches de invierno, el agua se almacenaba en estanques poco profundos y el intenso frío hacía posible que se congelara. Luego, el agua en estado sólido era trasladada al yakhchāl, donde las bajas temperaturas subterráneas y el diseño de la cúpula ayudaban a mantenerla así durante mucho tiempo.
Todo este proceso es explicado de forma detallada en el vídeo anterior, que ha sido publicado en YouTube por la plataforma GENIAL (@GENIALBrightSideSpanish). Sin embargo, va un paso más allá al explicar el “sistema de captadores de viento” (bādgir) que poseían los yakhchāl.
Los bādgir permitían la circulación de aire frío dentro de la estructura. Esto ayudaba a reducir aún más la temperatura interior, creando un entorno ideal para la conservación del hielo. La cúpula también tenía una abertura en la parte superior, cubierta con mármol translúcido, que permitía la entrada de luz sin dejar escapar el aire frío, contribuyendo a la eficiencia del sistema.
Lo más sorprendente de todo es que los yakhchāl no solo eran accesibles para las élites de Persia. Su construcción era tan económica que hasta las personas con menos recursos podían beneficiarse de esta tecnología. El agua se transportaba a través de qanāts, es decir, sistemas de canales subterráneos que la llevaban desde manantiales lejanos hasta estas construcciones, lo que garantizaba un suministro constante.
Hoy en día, algunas de estas estructuras todavía pueden encontrarse en los actuales territorios de Irán y Tayikistán. Sin duda, antiguos vestigios de la sofisticada ingeniería persa que demuestran cómo los antiguos habitantes del desierto eran capaces de usar su ingenio para idear soluciones sostenibles y eficientes capaces de satisfacer sus necesidades diarias.