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Navega más rápido y profundo

El submarino nuclear soviético hecho de titanio que supera a cualquiera de EEUU

La Marina estadounidense no tiene ningún rival que pueda hacer sombra al Sierra II, el cazador de submarinos estratégicos norteamericanos nucleares del que sólo se construyeron dos unidades en los años 80

El submarino de ataque soviético Sierra II, fabricado en titanio.

La carrera armamentista de la Guerra Fría dio lugar a increíbles avances tecnológicos en todas las áreas. El régimen comunista de la Unión Soviética produjo máquinas increíbles, muchas absurdas, otras desastrosas y alguna realmente imbatible y sin igual en el arsenal de los EEUU. El Sierra II es una de estas últimas, un submarino soviético nuclear de ataque formidable que todavía hoy en día patrulla los fondos oceánicos a la caza de los submarinos estratégicos estadounidensese y que la Marina de los Estados Unidos no puede igualar gracias a un elemento sobre el que Moscú tiene un monopolio casi total: el titanio.

Este cazador marino, designado como Proyecto 945A Kondor por los soviéticos y como la clase Sierra II por la OTAN, fue desarrollado específicamente para buscar y destruir los leviatanes nucleares americanos, el pilar clave de la tríada atómica norteamericana. Su capacidad para operar a mayor velocidad y profundidad que sus homólogos estadounidenses era la clave de su superioridad. Una ventaja producto de su casco fabricado íntegramente en titanio, una elección de material que proporciona numerosos beneficios sobre los cascos de acero comúnmente utilizados por otros submarinos.

Según Brent M. Eastwood —experto en amenazas emergentes, exoficial de infantería del Ejército de EEUU y analista militar del ‘think tank’ norteamericano Foreign Policy Research Institute— "el titanio es más fuerte que el acero pero pesa la mitad. Es más caro, de tres a cinco veces más que el acero. El titanio es más resistente a la corrosión del agua salada. Puede soportar más presión durante inmersiones más profundas, hasta los 670 metros".

La combinación de resistencia a la presión, la corrosión y su peso reducido permitió que el Sierra II lograra métricas de rendimiento que los submarinos estadounidenses no podían igualar.

Una máquina formidable

El casco de titanio del Sierra II también reduce el nivel de ruido, un factor esencial en las sigilosas operaciones de los submarinos. El Sierra II es más difícil de detectar que sus contrapartidas soviéticas y estadounidense, proporcionando una ventaja estratégica en la batalla por el control del océano.

La resistencia del casco de titanio no sólo es efectiva contra la presión de la profundidad sino también contra los ataques de torpedos, lo que le dota de mayor capacidad de supervivencia en combate.

Uno de los problemas de la clase Sierra II está en el recubrimiento de baldosas para la absorción de las ondas de sónar a su superficie de titanio, como se puede ver en los huecos que muestra el submarino en esta fotografía.

Como el resto de submarinos modernos rusos, el Sierra II utiliza propulsión nuclear, alimentado por un reactor de agua presurizada OK-650. Esto le permite mantener una alta velocidad con un alcance operativo que cubre todo el planeta para realizar misiones de larga duración sin salir a la superficie. Ésta es una capacidad crítica para su misión fundamental de caza de los submarinos estratégicos de Washington.

La historia del Sierra II

Durante la Guerra Fría, el gran adversario de la Marina de los Estados Unidos eran los submarinos soviéticos de la clase Akula. Pero tanto la clase Los Ángeles como los Seawolf norteamericanos podían mantenerles el pulso sin problema.

El Sierra II nació de la necesidad de superar de forma incontestable a las naves estadounidenses. Su historia comenzó con el Proyecto 945 Barrakuda (o Sierra I en nomenclatura OTAN). El primero de los Sierra I fue el K-239 Carp, que comenzó su construcción en julio de 1979 y se botó en agosto de 1983. El Carp fue seguido por el K-276 Kostroma, que entró en servicio en septiembre de 1987. Pero los soviéticos necesitaban más y decidieron crear una nueva versión con titanio además de introducir varios cambios de diseño para mejorar sus características en combate.

Vista aérea de proa a estribor de un submarino de ataque con propulsión nuclear de la clase Sierra II. (Departamento de Defensa de los EEUU)

El Sierra II fue diseñado para contrarrestar las amenazas de la US Navy con una velocidad superior, mayor profundidad de buceo y capacidades de sigilo. Según Robert Jensen —historiador naval y experto en tecnología militar soviética— es "más rápido y llega más profundo, con mayor resistencia y más y mejores armas que los Alfas (Akulas)”.

El resultado fue el B-534 Nizhniy Novgorod y el B-336 Pskov que, afortunadamente para los norteamericanos, la Unión Soviética, son las únicas unidades de la clase Sierra II. Ambos siguen activos en la flota rusa después de tres décadas. El Pskov pasó por una revisión y actualización de 2011 a 2015 y la OTAN sabe que el Novgorod participó en ejercicios navales en octubre de 2019.

Pero, como apunta Jensen, “hoy en día, el Sierra sólo es recordado por aquellos interesados en los submarinos de ataque soviéticos".

Un punto débil inevitable

La razón es que, a pesar de las ventajas de la Sierra II, la maltrecha industria comunista no pudo producir más de estos submarinos debido a los retos e insalvables costes de la fabricación de sus cascos de titanio.

El titanio es un material mucho más caro en comparación con el acero, con un precio de hasta tres o cinco veces más. La carga financiera de la adquisición y el procesamiento de titanio era demasiado grande para una Unión Soviética que entró en barrena con la caída del muro de Berlín.

El submarino de la clase Sierra II Pskov (izquierda) y el submarino de clase Oscar II Orel.

Trabajar con titanio implica procesos complejos e intensivos con mano de obra experta, como explica Eastwood: "Moldear titanio para hacer un casco es una hazaña. La soldadura es difícil y el más mínimo error durante la fase de soldadura puede hacer que el titanio sea frágil y menos fuerte", haciendo que el submarino no sea seguro para inmersiones profundas y puede resultar en fallos catastróficos. Esta complejidad no solo aumentó el tiempo de producción sino que también requirió mano de obra altamente calificada y una infraestructura tecnológica avanzada. La dificultad de soldar titanio representaba un riesgo significativo.

La década de 1980 y principios de la década de 1990 trajo la gran crisis económica que acabó con la Unión Soviética y culminó con su disolución en 1991. El coste de fabricación del Sierra II era insostenible y, además, las prioridades estratégicas cambiaron, llevando a una reevaluación de los beneficios frente a los costes de producir más submarinos Sierra II, lo que terminó en la cancelación del programa.

Debido a su limitado número, los Sierra II no marcan la diferencia pero, aún así, el Nizhniy Novgorod y el Pskov continúan siendo un testimonio del legado de la legendaria ingeniería submarina soviética y siguen siendo una amenaza formidable, al acecho en las profundidades, esperando a los submarinos nucleares estratégicos de la US Navy si alguna vez llegamos a la temida guerra nuclear mundial.

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