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Ljubica Hajduka, la artista rescatada del olvido
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Ljubica Hajduka, la artista rescatada del olvido

Como todos los que llevan un artista dentro deseando expresarse, la croata Ljubica Hajduka (Zagreb 1922-Madrid 1998) mostró desde muy joven una inclinación especial hacia la

Foto: Ljubica Hajduka, la artista rescatada del olvido
Ljubica Hajduka, la artista rescatada del olvido

Como todos los que llevan un artista dentro deseando expresarse, la croata Ljubica Hajduka (Zagreb 1922-Madrid 1998) mostró desde muy joven una inclinación especial hacia la belleza. Cuando le preguntaron lo que pensaba de la vida cuando era joven, ella no dudaba en contestar: "Creo que sólo contemplaba la belleza y procuraba cerrar los ojos ante aquello que resultaba feo y desagradable". Así lo recuerda su hija Wanda en un libro titulado Los colores de la vida, en el que se acerca al lector a una pintora cuya obra se movía entre lo naíf y lo abstracto, algo cercana a Marc Chagall en los movimientos expresivos de sus personajes y en sus temas, muy familiares y relacionados con el mundo rural.

A lo largo de sus páginas descubrimos a una artista con especial inclinación hacia el retrato y con una coherencia digna de los creadores más reseñables. Pero sobre todo, y gracias a los textos incluidos, conocemos el mundo interior de una pintora y escultora apoyada en la figura de su padre, Julio, que le inculcaría su amor por la naturaleza, y la de su abuela Matilda, que la motivó e hizo sentir verdaderamente especial, algo que labró su carácter.

El libro también incluye cartas que escriben sus hijos, nietos y amigos en las que poco a poco se va dejando al desnudo la personalidad de esta mujer, detallista en cosas como el hecho de pintar en oro o plata los zapatitos con los que empezaban a caminar sus hijos, algo que siguió haciendo con los de sus nietos. Pero su mundo familiar e íntimo fue abandonado brevemente para dedicarse al drama de la guerra en su país. A partir del año 1991 su obra quiere ser un reflejo de su aversión a la cruenta guerra que está fracturando su país, del que se encontraba lejos, pero nunca dejó de amar. De hecho, no pudo cumplir el sueño de exponer su obra completa en la capital croata, en su querido Zagreb.

En España a partir de los 60

A lo largo de estas páginas conocemos la trayectoria artística de Hajduka, principalmente sus influencias, entre las que se encuentran la de uno de sus profesores en Zagreb, Krsto Hegedusic, el fundador del movimiento Naíf y del grupo Terra,. Pero aunque empezó a pintar allí en Croacia, entonces Yugoslavia, la mayor parte de su obra la realizó en España, en donde vivió a partir de los años 60. Además de en Viena y París, fue precisamente en Madrid donde tuvo lugar una de sus exposiciones.

Con una rápida mirada al conjunto de obras reproducido queda patente el intimismo con el que retrata los rostros, siempre con la mirada perdida en diversas ensoñaciones que invitan al espectador a perderse con ellos. Pero también conquistan sus paisajes, cercanos a la abstracción y a veces poblados por pequeños personajes casi disipados pero integrados en el medio natural a la manera de Corot. Sus colores, alegres y llamativos en sus primeros años, adquieren frialdad con la llegada de la guerra del 91, en la que lo que le sigue importando es la impronta que los sentimientos dejan en los rostros, en este caso los de dolor, como en el muy reseñable lienzo Stop de War II.

Con este libro se recupera del olvido a una artista de enorme sensibilidad volcada en reflejar su mundo familiar a través de unos elocuentes y poderosos retratos con vocación de imagen inmarcesible. Porque tal como nos recuerda la frase que su hija recoge al principio del libro: "La belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte"

Como todos los que llevan un artista dentro deseando expresarse, la croata Ljubica Hajduka (Zagreb 1922-Madrid 1998) mostró desde muy joven una inclinación especial hacia la belleza. Cuando le preguntaron lo que pensaba de la vida cuando era joven, ella no dudaba en contestar: "Creo que sólo contemplaba la belleza y procuraba cerrar los ojos ante aquello que resultaba feo y desagradable". Así lo recuerda su hija Wanda en un libro titulado Los colores de la vida, en el que se acerca al lector a una pintora cuya obra se movía entre lo naíf y lo abstracto, algo cercana a Marc Chagall en los movimientos expresivos de sus personajes y en sus temas, muy familiares y relacionados con el mundo rural.