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Ruiz Zafón, Eslava Galán, Glez: Planetazos
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Ruiz Zafón, Eslava Galán, Glez: Planetazos

EL JUEGO DEL ÁNGEL Autor: Carlos Ruiz Zafón. Páginas: 667 Precio: 24,50 €. Comprar libroDirá el DRAE, en una futura edición, que un planetazo es un “bombazo editorial de

El juego… habla de la faceta mercenaria del escritor quien, quizá, alquile su pluma al editor más inadecuado, al de mirada más opaca, al más sospechoso. La vanidad, la ambición y una morbosa curiosidad impulsan a David Martín, autor de novelas de misterio, a protagonizar una turbulenta historia que parece surgir de su propia bibliografía. La narración progresa enhebrando retales del imaginario literario colectivo, sin traicionar las previsiones ni las expectativas del lector, con un pulso narrativo que aprieta pero no ahoga, mostrando el autor sus mejores virtudes –es un gran arquitecto de historias y gestor de misterios, así como un magnífico creador de atmósferas– pero también las peores –es un mal estilista, pedante cuando quiere ser poético, que abusa de imágenes inasibles, como la radio “del tamaño de un pequeño meteorito”–. Así pues, únanse al fenómeno, echen las neuronas a dormir y disfruten de esta vibrante novela.

Lo que Eslava relata es la intrahistoria de la España de la Cruzada y del Movimiento, mostrando cómo la historia oficial condiciona la vida de los sufrevivientes, hasta que la presión internacional obligó al superviviente –este sí– Paco el Rana a iniciar un proceso de apertura que dio por finalizada la etapa de la autarquía, el hambre y el estraperlo, decididos protagonistas de este relato tanto como el Chato Puertas o Teófilo González, Serrano Súñer o Francisco Franco. Eslava revive aquella década, llevando al lector al tren Erika y a la barbería El Siglo donde los chistes son siempre políticamente incorrectos, sin ocultar la quiniela premiada del Generalísimo (p. 380) ni su ‘photoshop’ (p. 178), y elogiando el genio español del gasógeno y la tortilla de patatas sin huevo ni papas.

La novela narra el intento de regicidio del anarquista Mateo Morral, así como la investigación del brutal teniente Beltrán; los personajes, a excepción de la Chelo o Morral, son esperpentos mirados con mayor irreverencia conforme más próximos están de la cúspide social –“mitología condenada a la fatalidad”–. Por su parte, el teniente Beltrán es un personaje de gran presencia, aunque no se libra de la caricatura ni de la justicia poética de Glez, que toma partido por el libertario catalán aunque no tanto por sus camaradas, a excepción de José Nakens y algún otro, más desgraciado. El narrador imita la parla castiza, gotea algunos guiños metaliterarios y, aunque construye una estructura clara y eficaz, agrega cinco capítulos aclaratorios totalmente innecesarios.

El juego… habla de la faceta mercenaria del escritor quien, quizá, alquile su pluma al editor más inadecuado, al de mirada más opaca, al más sospechoso. La vanidad, la ambición y una morbosa curiosidad impulsan a David Martín, autor de novelas de misterio, a protagonizar una turbulenta historia que parece surgir de su propia bibliografía. La narración progresa enhebrando retales del imaginario literario colectivo, sin traicionar las previsiones ni las expectativas del lector, con un pulso narrativo que aprieta pero no ahoga, mostrando el autor sus mejores virtudes –es un gran arquitecto de historias y gestor de misterios, así como un magnífico creador de atmósferas– pero también las peores –es un mal estilista, pedante cuando quiere ser poético, que abusa de imágenes inasibles, como la radio “del tamaño de un pequeño meteorito”–. Así pues, únanse al fenómeno, echen las neuronas a dormir y disfruten de esta vibrante novela.