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Un buen libro, del derecho y del revés
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Un buen libro, del derecho y del revés

Acostumbra Caja Madrid a premiar obras con una intención renovadora o, cuando menos, con vocación de originalidad. No es casualidad que el acuerdo de publicación sea

Acostumbra Caja Madrid a premiar obras con una intención renovadora o, cuando menos, con vocación de originalidad. No es casualidad que el acuerdo de publicación sea con Lengua de Trapo, editorial dada a lo excéntrico, que si bien no siempre es sinónimo de excelencia, en este caso sí encontramos reunidas ambas características. Llama la atención de este VI Premio de narrativa Caja Madrid, a primera vista, que sea un libro doble, que se pueda leer en dos sentidos. Las dos partes en que se divide el texto, que confluyen hacia un mismo lugar literario, no se suceden la una a la otra sino que, como en la poesía caligráfica o figurativa, adoptan la forma de una moneda o una cinta de audio -pues hay que dar la vuelta al libro para continuar la lectura, para leer la otra cara-, aunque es más evidente en el ojo de la cerradura de las páginas 133-136 -de la "primera o segunda parte"- o en el desvanecimiento del personaje en la página 97 -también de la "primera o segunda parte"-.

Esta excentricidad en la forma también sucede en el contenido. Cuando topa con Mr. Yebrouth, en el desierto de sonora, el lector sufre una sacudida porque este personaje parece infringir las reglas de la novela, que hasta ese momento era una road-roman en la que el aviador británico se aparece como demasiado excéntrico, contrastando su presencia burlesca con el tono general de la novela no como un desahogo, sino como una discordancia. Sin embargo, a partir del capítulo décimo las reglas del relato han cambiado. El realismo sucio se troca en cuento de hadas, que en principio se puede achacar al topos, el desierto, dado al espejismo, y a la abstinencia de un personaje del que sabemos era adicto a la cocaína. Pero no es así; la tranformación es radical y a partir de entonces no se recuperará el tono realista del comienzo -de la "primera o segunda parte"-.

Las historias del "hombre que el 11 de septiembre no tomó el desvío que le habría llevado a las Torre Gemelas" -donde trabajaba- y del "desertor" son historias paralelas. Ambas son una huida del presente hacia el pasado con el que se tiene alguna deuda, y su huida se convierte en viaje -como viajero es el autor, Miguel Ángel Maya, entre otras cosas- y, ya que no puede ser una road-roman será road-tale o la etiqueta que se le quiera poner, una novela narrada con una pizca de delirio y un juego metaliterario que se encarna en el “omnisciente impostor enamorado” (p. 64, 2ª), un narrador que escribe con un propósito que no queda nada claro, si es enamorar a Laura, la locutora argentina, o vengarse de ella, pues sabe que la novela le hará daño. Como narrador, se comporta como omnisciente pero desconoce gran parte de las vicisitudes de sus personajes, introduce elipsis por ignorancia y, con la confusa frontera entre lo real y lo imaginado, se convierte en el personaje principal de la novela.

Aparece, junto a este omnisciente ignorante una novela fantasma en la que aparecerían las claves de la novela, junto con el testimonio de Laura, cuyos teléfono y dirección de correo electrónico ofrece el narrador para que el lector -de papel, aquél a quien en narrador se dirige, el voyeur- contacte y rellene los huecos de la novela. Y eso es porque el omnisicente ignorante no tiene credibilidad, porque los testimonios recogidos no son válidos pues "los personajes literarios que lo conocieron no tienen el más mínimo crédito" (p. 132, 2ª) aunque sí lo deben tener los delincuentes 'reales' que lo conocieron. Ello señala una estratificación de la ficción en capas sucesivas de realidad que dan profundidad y riqueza a la novela. Sin embargo, el juego no deja de parecerlo y resulta más ingenuo que conseguido. La novela, pues, tiene más valor como empeño que como logro, aunque permite atisbar a un narrador con mucho talento e imaginación y dotado de una rara sabiduría de perdido.

LO MEJOR: El capítulo 13, en el que personajes secundarios de malas novelas cobran vida.

LO PEOR: A pesar de la variedad de las situaciones, se termina haciendo rutinaria.

Acostumbra Caja Madrid a premiar obras con una intención renovadora o, cuando menos, con vocación de originalidad. No es casualidad que el acuerdo de publicación sea con Lengua de Trapo, editorial dada a lo excéntrico, que si bien no siempre es sinónimo de excelencia, en este caso sí encontramos reunidas ambas características. Llama la atención de este VI Premio de narrativa Caja Madrid, a primera vista, que sea un libro doble, que se pueda leer en dos sentidos. Las dos partes en que se divide el texto, que confluyen hacia un mismo lugar literario, no se suceden la una a la otra sino que, como en la poesía caligráfica o figurativa, adoptan la forma de una moneda o una cinta de audio -pues hay que dar la vuelta al libro para continuar la lectura, para leer la otra cara-, aunque es más evidente en el ojo de la cerradura de las páginas 133-136 -de la "primera o segunda parte"- o en el desvanecimiento del personaje en la página 97 -también de la "primera o segunda parte"-.