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Shakespeare y la doma de mujeres
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Shakespeare y la doma de mujeres

Con La fierecilla domada son tres ya las obras de William Shakespeare representadas en Alcalá. No hay duda que el de Stratford-upon-Avon tiene una ubicuidad avalada

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Shakespeare y la doma de mujeres

Con La fierecilla domada son tres ya las obras de William Shakespeare representadas en Alcalá. No hay duda que el de Stratford-upon-Avon tiene una ubicuidad avalada por la omnipotencia del aparato propagandístico anglosajón, al margen claro está de sus indudables valores artísticos y dramáticos. La comedia dirigida por Mariano de Paco Serrano es una de las más divertidas del autor inglés, en la que pone en los diálogos todo su ingenio y agudeza para despertar la sonrisa en el espectador.

El tema de la obra, la 'mujer bravía' que debe ser domada, sometida -como se entere la ministra Aído...- es característico del diecisiete, pero también de antes -hay precedentes en El conde Lucanor y se pueden encontrar en casi cualquier civilización pretérita-. No obstante, me gustaría apuntar una diferencia entre esta obra y otras de nuestro teatro en las que las féminas son rebeldes y los varones, en esas sociedades tan firmemente patriarcales, se empeñan en doblegarlas. No creo reventar el final a nadie si digo que, al final de La fierecilla... Catalina es domada y se convierte en la esposa más dócil que imaginarse pueda. Mientras, en la oscura, atrasada e inquisitorial España, la mujer bravía, especialmente en el teatro de Lope, suele ser indoblegable. Esta temporada hemos visto un ejemplo en la inauguración de este mismo Festival, en La noche de San Juan, en la que la acción termina con la reivindicación de las féminas. Y baste, no sigamos por esta vereda.

Esta versión la interpretan rostros conocidos. Alexandra Jiménez, tras pasar por Los Serrano y otras series de televisión, va teniendo sus papeles en teatro y este protagonista, aunque con final agridulce, puede considerarse su consagración. Al fin y al cabo, es Shakespeare. En cuanto a Carla Hidalgo, es una 'artista' inquieta, que se atreve a todo en el espectáculo pero que aún tiene que demostrar que es más que un bello rostro. Las tablas, el saber estar y la experiencia, son en este montaje patrimonio de José Manuel Seda. Este trío es el principal lazo para enganchar a un público que ya ha respondido a esta historia que se ha representado una y mil veces, incluso en cine y por grandes maestros como Franco Zeffirelli -La mujer indomable-.

Un Calderón devoto de Freud

Hasta al viernes, en el Claustro del Colegio del Rey, Cámara Negra representará un auto sacramental calderoniano (Comprar entradas), desprovisto de lo sacramental. Su interpretación tiende a lo psicológico, con un juego entre Tótem (la cruz) y Tabú (el incesto) que parece irle bien a una obra que exhibe lo avanzado y complejo del pensamiento calderoniano, demostrando que es el dramaturgo más profundo de nuestro teatro clásico.

No es, sin embargo, el auto sacramental un género que hoy se represente con asiduidad. Su temática, como ocurre en esta versión, debe ser reinterpretada para tener una esperanza razonable de que el público responda. ¿Quién le pondrá el cascabel a este gato? El riesgo de Carlos Álvarez-Ossorio, director, por haber elegido este texto y no otro más complaciente merece ya, de inicio, un aplauso. Y, luego de ver la obra, un aplauso más cómplice pues el trabajo de Álvarez-Ossorio es una buena muestra de que no se necesitan grandes despliegues, ni grandes presupuestos, para lograr una representación redonda, casi sin fisuras, en la que todos los elementos están bien engarzados.

Basta pues con el talento de un grupo reducido de personas para llevar a cabo este auto sacramental con solvencia. Los cuatro actores, bien, con algunos excesos de Paco Luna y una interpretación brillante de Néstor Arnas, modulada y muy física. La escenografía, muy sencilla, se reduce a una tarima escalonada y una cruz, y dos espadas como único atrezo. El intento de desarrollar toda la obra en ese espacio hace difíciles algunas transiciones, pero la potencia visual de ese sacro madero erguido en medio de la negrura compensa esta falla. El vestuario de Soojin Chung, muy bien, apunta matices del carácter de los personajes, bien sea el rojo de la pasión de Julia o la severidad monacal de Curcio.

No es una obra fácil ni trata temas lisonjeros, pero el buen trabajo de Arnas y la gran dirección de Álvarez-Ossorio, unido al formidable texto de Calderón, hacen de esta una representación que ningún aficionado al clásico debería perderse -además, ¿cuántos autos sacramentales se representan?-.

No sólo de teatro vive el hombre

También necesita alimentarse de otros productos culturales. En los Multicines Cisneros se exhiben hoy dos películas sobre dos mujeres valientes. A las 18:30 Anne Hathaway se mete en la piel de la gran autora de Emma en La joven Jane Austen en la que se convierte en un personaje de una de sus propias novelas. Más tarde, a las 21:00, Natalie Portman y Javier Bardem se meterán en un buen berenjenal a las órdenes de Milos Forman: Los fantasmas de Goya es una película que ha recibido palos muy duros de la crítica, aunque la presencia de la guapa actriz israelí y el papel, breve, de Stellan Skarsgard como Goya deben ser suficiente atractivo.

Un poco antes, a las 18:30, los niños complutenses se encontrarán en la Casa Natal de Cervantes las 101 mejores poesías de la lengua castellana desordenadas, y junto con Legolas Colectivo Escénico y su imaginación todavía libre de prejuicios y ataduras compondrán un nuevo ripio que será "el poema 1001 de los peores poemas escritos en lengua castellana". La inscripción cuesta sólo dos euros.

Con La fierecilla domada son tres ya las obras de William Shakespeare representadas en Alcalá. No hay duda que el de Stratford-upon-Avon tiene una ubicuidad avalada por la omnipotencia del aparato propagandístico anglosajón, al margen claro está de sus indudables valores artísticos y dramáticos. La comedia dirigida por Mariano de Paco Serrano es una de las más divertidas del autor inglés, en la que pone en los diálogos todo su ingenio y agudeza para despertar la sonrisa en el espectador.