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Fin de fiesta en Alcalá
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Fin de fiesta en Alcalá

El Festival se ha terminado. Su octava edición concluyó ayer con dos montajes magníficos, El pintor de su deshonra, a cargo de la Compañía Nacional de

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Fin de fiesta en Alcalá

El Festival se ha terminado. Su octava edición concluyó ayer con dos montajes magníficos, El pintor de su deshonra, a cargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y El casamiento, del Teatro Real de Madrid. Nada mejor que dos producciones patrias, cuidadas, con vocación de excelencia para cerrar 'Clásicos en Alcalá' por este año. Un Festival que no ha decepcionado, que aunque como era inevitable ha sido irregular pero en el que se han podido ver montajes excelentes, como el Enrique IV de Pepe Sancho y estrenos de categoría como La noche de San Juan de la Joven CNTC.

Lo normal ha sido ver teatros llenos en la vieja Complutum. La Eurocopa ha tenido contadas victorias; una de las más tristes fue la noche del 19 de junio, cuando el público faltó -media entrada o poco más- a la representación de A la luz de Góngora, uno de los espectáculos mas deliciosos del programa. Pero el clásico goza de salud, es fuerte, y es capaz de alimentar numerosos festivales en toda nuestra geografía y de atraer al teatro a nuevos públicos gracias a montajes populares como el Hamlet de Juan Diego Botto o La fierecilla domada de Mariano de Paco, compuestas alrededor de rostros conocidos como José Coronado, Marta Etura o Alexandra Jiménez.

En cuanto a los estrenos, cal y arena. El Festival lo inauguró por todo lo alto la Joven CNTC con La noche de San Juan, obrita menor de Lope de Vega que supieron componer de manera esencialmente lúdica y fresca; fue desprovista del componente metateatral que la hacía distinta, pero también cachazuda y extemporánea. Luego llegó el bombazo, el cabeza del cartel, Botto y su Hamlet, que no pasó sin embargo de regular, aunque el público lo acogió bien. Su fórmula de popcorn-theatre la repitió Mariano de Paco con su Fierecilla domada, mientras que la Compañía Siglo de Oro, al tratar de versionar La vida es sueño de manera insólita, no consiguió sino estorbar lo que Calderón escribió con primor.

Este año el Festival ha apostado, con gran acierto, por una fórmula que va cobrando interés, la poesía dramatizada. Aquí se han estrenado El caballero y los músicos de palacio, sobre tradiciones medievales y Basta que me escuchen las estrellas, la vida de Lope contada a través de su propia poesía. También han recalado El dulce lamentar, sobre las Églogas de Garcilaso de la Vega; Undercastration, en torno a la figura del capón Il Senesino; o la ya referida A la luz de Góngora. Esta receta escénica se compone de teatro o poesía, música, danza, efectos visuales y sonoros de todo tipo, y cualquier cosa que a sus creadores se les pueda ocurrir, y ha dado lugar a montajes magistrales como el Viaje al Parnaso de la CNTC.

Ópera y el clásico más clásico para echar el cierre

Ayer cerró la edición con una ópera, cómica y menor, de Modest Músorgski, y un drama de honor puramente calderoniano, El pintor de su deshonra. Pocas veces baja la ópera, ese arte total, de sus excelsos escenarios, y siempre es buena noticia. El Teatro Real de Madrid ha apostado por una obrita cómica, que Musorgski compuso sobre un libreto del padre fundador de la narrativa rusa, Nikolái Gógol, el autor de La nariz o Almas muertas y uno de los genios del humor ruso. Brevísima, Tomás Muñoz ha diseñado un espectáculo ingenioso y original que hace disfrutar, especialmente en el segundo acto, hasta a quien no es aficionado.

En El pintor de su deshonra, el "gran arquitecto de teatro", tal como recuerda Eduardo Vasco, hace de su contundente título una metáfora acerca del mal que acecha a don Juan Roca, un artista incapaz de captar la belleza de su mujer, que, secuestrada por Don Álvaro, el novio que creía muerto, será la artífice de su deshonra. (Leer más. Por María José S. Mayo.)

El Festival se ha terminado. Su octava edición concluyó ayer con dos montajes magníficos, El pintor de su deshonra, a cargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, y El casamiento, del Teatro Real de Madrid. Nada mejor que dos producciones patrias, cuidadas, con vocación de excelencia para cerrar 'Clásicos en Alcalá' por este año. Un Festival que no ha decepcionado, que aunque como era inevitable ha sido irregular pero en el que se han podido ver montajes excelentes, como el Enrique IV de Pepe Sancho y estrenos de categoría como La noche de San Juan de la Joven CNTC.