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Historia de hamaca y tumbona
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Historia de hamaca y tumbona

España nace en el siglo XVIII con los borbónicos Decretos de Nueva Planta; hasta entonces España no era una realidad política sino geográfica, o al menos

España nace en el siglo XVIII con los borbónicos Decretos de Nueva Planta; hasta entonces España no era una realidad política sino geográfica, o al menos esto es lo que sostiene José Luis Corral en esta personal historia de España. Ya en el título afirma la perspectiva subjetiva desde la que va a narrar el azaroso camino del concepto de España, el viaje desde lo geográfico a lo político, pues esta es “una” historia de España, y debe ser subjetiva porque “la historia es una materia más propia del presente, incluso del futuro, que del pasado”. Esta forma de historiar, juzgando el pasado con parámetros del presente, será la que siga a lo largo de todo el volumen. Pretende así desmontar las historias nacionalistas, porque “confundir a propósito la geografía con la política es una de las tretas del nacionalismo […] tanto en los historiadores españolistas […] como en los nacionalistas periféricos” (p.324).

En la época prerromana, España era un crisol de tribus más o menos independientes, a excepción de los celtíberos que tenían cierta conciencia de unidad racial aunque también carecían de unidad política. Pero ni siquiera la Hispania romana fue una unidad política, sino que en el suelo ibérico siempre hubo varias provincias. La unidad de mando, política, llegaría con los godos, pero Corral insiste en que aquellos no eran “españoles” en sentido nacional o político, sino que aquél era un regnum gothotum. La idea de una Reconquista nace tan pronto como en el siglo IX, al suponer los monarcas asturianos ser herederos de los godos; el debate que ya entonces se dio en torno a la idea política de España que ello supone, lo adelanta Corral por la derecha.

Nace España

El término “España” empieza a usarse corrientemente en el siglo XVI para referirse a los territorios peninsulares de Carlos I de Habsburgo. Con Felipe II “se fue consolidando la idea de una monarquía nacional sobre unos estados plurinacionales” (p. 458), expresión semejante a la de Elliott –que habla de una “federación de reinos”-. Por fin, con los Decretos de Nueva Planta, en 1716, para Corral puede hablarse ya de una España unificada políticamente, y eso a pesar de que “Felipe [V] siguiera firmando con todos sus títulos”. España, en este momento, ha dejado de ser un concepto meramente geográfico. Se podría objetar, acudiendo al mismo autor, que el soberano no firma como “rey de España” y que las provincias vascas y Navarra, así como el Valle de Arán conservarán, y aún a día de hoy lo hacen –al menos en parte- sus propios fueros. Paradójicamente, el primer monarca que firmará sin más como “rey de España”, será José I Bonaparte, en 1808.

El volumen, que necesariamente debe ser superficial y presuroso, cae víctima de su falta de sutileza y de la burda simplificación de muchos acontecimientos históricos. No se citan teorías alternativas y no hay argumentación: el relato es superficial y conclusivo, y le falta una revisión final que purgue los numerosos, aunque pequeños, errores del texto. Corral presenta además cierta obsesión anticlerical y anticatólica, no siempre justificada. Porque si bien es cierto que en diversos momentos –ciertamente, la mayoría- de la historia de España la Iglesia ha supuesto un lastre para el desarrollo social y cultural del país, en otros fue impulsora y protagonista, como en el siglo XV, y la Iglesia española siempre ha contado con intelectuales de primer orden como San Isidoro o el padre Feijoo, y la influencia social de Las Casas en el XVI es indiscutible.

Esta es una historia para hojear en verano, que tiene en su generalidad y subjetividad su gran valor, así como su gran rémora. La extensión de los capítulos es equilibrada y el pulso del relato impele a la lectura. Pero, más allá de eso, de la lectura ociosa y desinteresada, esta historia de España tiene poco que aportar porque, aunque la tesis de Corral pueda ser pertinente, se transmite a base de aseveraciones y no de argumentación. Es valioso su empeño en distanciarse de las fórmulas habituales de escribir historia, pero a mi juicio lo hace en una dirección inadecuada.

LO MEJOR: la apuesta personal del enfoque.

LO PEOR: la valoración diacrónica de los hechos históricos.

España nace en el siglo XVIII con los borbónicos Decretos de Nueva Planta; hasta entonces España no era una realidad política sino geográfica, o al menos esto es lo que sostiene José Luis Corral en esta personal historia de España. Ya en el título afirma la perspectiva subjetiva desde la que va a narrar el azaroso camino del concepto de España, el viaje desde lo geográfico a lo político, pues esta es “una” historia de España, y debe ser subjetiva porque “la historia es una materia más propia del presente, incluso del futuro, que del pasado”. Esta forma de historiar, juzgando el pasado con parámetros del presente, será la que siga a lo largo de todo el volumen. Pretende así desmontar las historias nacionalistas, porque “confundir a propósito la geografía con la política es una de las tretas del nacionalismo […] tanto en los historiadores españolistas […] como en los nacionalistas periféricos” (p.324).