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Con poco dinero en el bolsillo y una buena cortina de agua en la calle, el ocio se pasa en el hogar, y con un libro

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Con poco dinero en el bolsillo y una buena cortina de agua en la calle, el ocio se pasa en el hogar, y con un libro en las manos. Esto parecen los editores esperar que ocurra con esta crisis que se nos está viniendo encima, aunque habrá que esperar algo más para ver si las expectativas de la pasada Feria del Libro se cumplen o no.

Se congratulaba el pasado mes de junio Teodoro Sacristán, director de la Feria del Libro de Madrid, con el aumento de las ventas, "como mínimo" como el año anterior, sin que se notara la crisis que ya entonces comenzaba a mostrar sus primeros atisbos. Con igual optimismo ha afirmado el editor Jorge Herralde, en una entrevista a Efe, que “el libro tiene un valor de ‘refugio’, los libros no son caros pese a la ‘eterna cantinela’. Además, el auténtico lector necesita leer”.

No obstante, al margen de las románticas consideraciones del fundador de la prestigiosa Anagrama, según CEGAL (Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros) en su recientemente presentado Observatorio de la Librería en España, “el año 2007 muestra un mercado del libro muy maduro con un crecimiento interanual muy bajo en ventas en términos constantes” lo cual, siendo aún positivo, no es tan halagüeño como lo esperado por Sacristán y Herralde.

Mientras tanto en Francfort se apuesta por el libro electrónico, un formato cada vez más cómodo y que cuenta con una variedad enorme de soportes. Al ordenador se añaden el recientemente presentado Readius, primer gadget específicamente diseñado para la lectura de libros digitales, las videoconsolas portátiles, las PDA o los teléfonos móviles. Pero la digitalización del libro, si bien parece suscitar el interés del público, también provoca el recelo de los editores, pues el riesgo para su modelo de negocio es evidente. No olvidemos que el pirateo prácticamente ha aniquilado el mercado de juegos para PC.

¿Un refugio barato? Un buen libro, como Los hombres que no amaban a las mujeres, con sus casi setecientas páginas y un precio de 22,5 €, puede ocupar un buen puñado de tardes. Una entrada de cine, a 9 €, apenas reporta un par de horas de placer. Además, carece de reutilización y de la posibilidad de intercambio, algo a lo que el libro está más que acostumbrado, aunque como dice el proverbio, “tal es la suerte de todo libro prestado: que es perdido a veces y siempre estropeado”.

A seis euros de media una copa, y con las previsibles consecuencias médicas, se impone pues dejar vacío el bar y desierto el centro comercial –el gasto en ropa ha caído un 5,3%– y disfrutar de la butaca de orejas, la manta de cuadros y las recomendaciones literarias de El Confidencial, mirando las calles frías y húmedas y esperando, como el Conde de Montecristo, tiempos mejores.

Con poco dinero en el bolsillo y una buena cortina de agua en la calle, el ocio se pasa en el hogar, y con un libro en las manos. Esto parecen los editores esperar que ocurra con esta crisis que se nos está viniendo encima, aunque habrá que esperar algo más para ver si las expectativas de la pasada Feria del Libro se cumplen o no.

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