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Wilde, Dickens, Blyton, Tolkien, Schulz… toma clásicos
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Wilde, Dickens, Blyton, Tolkien, Schulz… toma clásicos

Los clásicos son una solución ideal para las editoriales. No hay que pagar derechos –a no ser que estemos ante clásicos contemporáneos-, mantienen una demanda constante

Los clásicos son una solución ideal para las editoriales. No hay que pagar derechos –a no ser que estemos ante clásicos contemporáneos-, mantienen una demanda constante y dan lugar a lucimiento editorial, porque en este caso más que nunca el valor añadido es la calidad de la edición. Así, cada año por estas fechas varias casas editan nuevas versiones de la Canción de Navidad de Charles Dickens. En 2008 Blume y Mare Nostrum han realizado su apuesta mas, aunque sea una edición de la pasada temporada, el grueso volumen de Edhasa Cuentos de Navidad de Charles Dickens se mantiene en lo alto pues, además de la célebre novela gótico-navideña, incluye los otros relatos pascuales del gran novelista inglés del XIX, Las campanas, El grillo del hogar, El hechizado y La batalla de la vida, acompañados de ilustraciones originales de la época.

 

La historia de Evenezer Scrooge se ha convertido, tras siglo y medio de reediciones, adaptaciones y variaciones, en el relato canónico navideño, tanto como en cine ¡Qué bello es vivir! , y el Londres victoriano el escenario predilecto tras la nívea Laponia y el árido Oriente Próximo. Su hábil combinación de realismo social y elementos góticos, sumado al mensaje moral y a los personajes trazados por Dickens, en lo que sigue siendo inigualable son algunas de las razones de su éxito.

Ya en el siglo XX, dos de los autores británicos más leídos, Enid Blyton y J. R. R. Tolkien aportaron sus ya clásicos navideños. El creador de la Tierra Media y el grimoso Gollum recopiló las Cartas de Papá Noel, quien, seguro admirador del sudafricano, le dejaba a sus hijos junto con los regalos el 25 de diciembre. En ellas el bonachón navideño relata el día a día en su mágico taller de juguetes, junto con hechos maravillosos como la guerra con los trasgos picapleitos que vivían bajo su casa. Blyton, madre literaria de los famosos Cinco, o los Siete Secretos, que tanto han tenido que ver en la crianza de los futuros devoralibros de tantas generaciones, dirige a los más pequeños de la casa sus cuentos en los que hadas y jueguetes comparten la Navidad con los niños. Mientras, cruzando el charco nos encontramos con otro clásico anglosajón, ahora del cómic: Charlie Brown y su perro Snoopy, los personajes creados por Schulz, cuyas mejores tiras navideñas recopila La Galera en Es Navidad, Charlie Brown.

No sólo de Navidad vive el hombre

La propuesta de estas fechas de Rey Lear es El ilustre cohete de Oscar Wilde, un delicioso relato sobre lo pernicioso de la vanidad, con toda la ironía del ilustre irlandés. La edición, ilustrada por Miguel Ángel Martín, cuenta con una nueva traducción a cargo de Catalina Martínez Muñoz –que se ha atrevido con acierto a cambiar el título, anteriormente vertido como El famoso cohete-. No parece Wilde el más apropiado para una diatriba moral sobre los quebrantos de la vanidad. O quizá porque sabía bien de lo que hablaba le salió este cuento tan redondo en el que, con motivo de la boda entre el hijo del rey y una princesa rusa se van a tirar fuegos artificiales; entre ellos, el cohete está convencido de que la boda es en su honor, y no está dispuesto a cambiar de opinión. Ni oye, ni ve ni entiende: su vanidad le ha vuelto completamente sobre sí mismo, y deberá pagar por ello. Wilde encandila con una narración sencilla e imaginativa, con moraleja como todo buen cuento, en la que los petardos y voladores cobran vida, charlan con animales y las princesas, blancas como el lirio, vienen de las nieves.

La pequeña editorial madrileña tiene también en las librerías una espléndida edición de los Cuentos de hadas de Charles Perrault, según la edición ilustrada por Laforge que encontrara, en una librería de viejo parisina, Luis Alberto de Cuenca. Son los cuentos originales, no las versiones descafeinadas posteriores, y conservan toda su fuerza literaria y moralizante. Igualmente cruentos eran los cuentos de los hermanos Grimm. Cuentos que no tenían miedo a mostrar a los niños la crueldad de un mundo que, de todos modos, ya era así. Espuela de Plata edita algunos de ellos en El rey Rana.

Pocos personajes literarios han calado tan hondo en el imaginario colectivo como Pinocho, si bien siempre se remite a la versión Disney, pasando de puntillas sobre el mucho más complejo y valioso relato original de Carlo Collodi. Kalandraka ofrece una espléndida edición ilustrada por Roberto Innocenti que reproduce la Toscana del siglo XIX donde se desarrollara la historia del niño de madera. Gracias a los sabios pinceles del florentino, Premio Andersen 2008, el clásico de Collodi revive, recupera su lustre, su mágico realismo. Una joya que todos deberíamos tener en nuestros estantes.

Los clásicos son una solución ideal para las editoriales. No hay que pagar derechos –a no ser que estemos ante clásicos contemporáneos-, mantienen una demanda constante y dan lugar a lucimiento editorial, porque en este caso más que nunca el valor añadido es la calidad de la edición. Así, cada año por estas fechas varias casas editan nuevas versiones de la Canción de Navidad de Charles Dickens. En 2008 Blume y Mare Nostrum han realizado su apuesta mas, aunque sea una edición de la pasada temporada, el grueso volumen de Edhasa Cuentos de Navidad de Charles Dickens se mantiene en lo alto pues, además de la célebre novela gótico-navideña, incluye los otros relatos pascuales del gran novelista inglés del XIX, Las campanas, El grillo del hogar, El hechizado y La batalla de la vida, acompañados de ilustraciones originales de la época.