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El triunfo del 'gentleman' latino y liberal
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PRIMER NOBEL DE LITERATURA CON 'ACENTO' ESPAÑOL DESDE 1990

El triunfo del 'gentleman' latino y liberal

El Nobel fue un premio para dos países, Perú y España, para una lengua, la española, y para una industria editorial, la hispana de los años

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El triunfo del 'gentleman' latino y liberal

El Nobel fue un premio para dos países, Perú y España, para una lengua, la española, y para una industria editorial, la hispana de los años 70, que  dio la oportunidad  a Vargas Llosa de convertirse en una primera figura literaria. Pero, al contrario de lo que muchos comentaristas afirmaban, también ha sido un premio para una opción política, el liberalismo. Circulaba por el entorno cultural la idea de que el posicionamiento ideológico del escritor peruano le iba a impedir, al igual que a Borges, recibir algún día el Nobel. Sin embargo, tales razonamientos pasaban por alto un elemento clave, ya que el argentino vivió en una época que no podía acogerle, mientras que Vargas representa plenamente a la suya. Que le premiasen, más que forzar una voluntad que se resistía, la de Academia Sueca, era cuestión de encontrar el momento adecuado. Y ello, por varias razones.

Vargas Llosa es uno de los mejores representantes del intelectual mediático contemporáneo. Frente a los inmediatamente precedentes, los que provenían de la izquierda francesa, figuras públicas que debían su éxito al un ámbito académico para el que confeccionaban volúmenes redactados en lenguaje críptico, Vargas Llosa cuenta con un perfil mucho más popular y atractivo. Es un gran narrador, goza de notable prestigio, es autor de gran claridad expositiva y carece de grandes pretensiones teóricas. Vargas sabe cómo contar historias y cómo exponer ideas, y aplica esa habilidad no a la construcción de una gran visión del mundo, sino a la intervención pragmática en asuntos concretos. Es, por tanto, un intelectual idóneo para los medios, especialmente los escritos, ya que suele aunar prestigio y favor de un público cultivado.

En segundo lugar, y frente a otros intelectuales provenientes de la izquierda que se pasaron al neoliberalismo, Vargas refleja en su persona una suerte de evolución correcta. La radicalidad que aparecía en aquellos trotskistas que acabaron por crear el neoconservadurismo estadounidense, también impregnó las atmósferas hispanas, y muchos de quienes cambiaron de acera ideológica conservan esa convicción ciega en sus ideas, aun cuando estas tengan ahora otro contenido. Vargas se aleja de ese perfil, y no porque sus creencias sean menos firmes (es un liberal muy convencido de las bondades del liberalismo en el plano económico), sino porque muestra también un aire de modernidad que le distancia sustancialmente de algunos de sus correligionarios. Vargas tiene ese aire de gentleman latino, de bon vivant, de hombre moderado en lo cultural, de liberal templado, que le genera las simpatías más dispares. Así, su discurso de recepción del Nobel no sólo fue celebrado por los medios más afines, sino que algunos ideológicamente opuestos (al menos sobre el papel), como Prisa, lo celebraron con gran algarabía.

Además, Vargas Llosa representa a la perfección las ideas imperantes en nuestra época. El autor de El sueño del celta destaca por su defensa de la libertad frente a quienes, desde el plano político, pretenden constreñirla. Por eso ha sido llamado la conciencia liberal de América Latina, en tanto su notoria oposición a Castro, Chávez, Morales y demás dirigentes de izquierdas no es más que la lógica consecuencia de su combate contra quienes pretenden controlar la economía, poner en pie sociedades burocratizadas y ordenar la vida cotidiana, libertad de expresión incluida. Y esa actitud de resistencia contra el poder político que aparece en los textos de Vargas, esa insistencia en que tal poder debe ser frenado y controlado, es una de las ideas centrales de nuestra época, en especial en lo que se refiere a dejar el paso libre a las instancias económicas.

Si sumamos los tres factores, el intelectual, el personal y el ideológico, constataremos que pocos personajes contaban con más posibilidades que Vargas Llosa para ser reconocidos con un premio como el Nobel. Tras el Cervantes y el Príncipe de Asturias, era uno de los pocos galardones que le faltaba. En su casa está.

 

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El Nobel fue un premio para dos países, Perú y España, para una lengua, la española, y para una industria editorial, la hispana de los años 70, que  dio la oportunidad  a Vargas Llosa de convertirse en una primera figura literaria. Pero, al contrario de lo que muchos comentaristas afirmaban, también ha sido un premio para una opción política, el liberalismo. Circulaba por el entorno cultural la idea de que el posicionamiento ideológico del escritor peruano le iba a impedir, al igual que a Borges, recibir algún día el Nobel. Sin embargo, tales razonamientos pasaban por alto un elemento clave, ya que el argentino vivió en una época que no podía acogerle, mientras que Vargas representa plenamente a la suya. Que le premiasen, más que forzar una voluntad que se resistía, la de Academia Sueca, era cuestión de encontrar el momento adecuado. Y ello, por varias razones.

Mario Vargas Llosa