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“La vocación es una cuestión de clase”
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JAVIER GOMÁ INAUGURA LA FERIA DEL LIBRO CON UNA REFLEXIÓN SOBRE LA INSPIRACIÓN LITERARIA

“La vocación es una cuestión de clase”

Ansiedad. Durante veinte años deseó destapar el tarro de las esencias de la vocación que había acumulado a lo largo de todo ese tiempo. Lecturas e

Foto: “La vocación es una cuestión de clase”
“La vocación es una cuestión de clase”

Ansiedad. Durante veinte años deseó destapar el tarro de las esencias de la vocación que había acumulado a lo largo de todo ese tiempo. Lecturas e ideas, intentos y bocetos. Años esperando la seguridad de la madurez, la confirmación de un proyecto vital con el que ponerse en contacto con los demás. Con Necesario pero imposible (Taurus) remata Javier Gomá (Bilbao, 1965) la tetralogía en la que ha tocado todos los temas universales del ser humano, desde el amor a la angustia. Su última visión es lanzar una vieja pregunta ignorada: en qué condiciones la individualidad del ser humano continúa más allá de la muerte. La Feria del Libro le invitó a cortar la cinta con un discurso sobre la vocación literaria, por la que le preguntamos.   

¿Cómo es su proceso creativo?

Mi último libro, Necesario pero imposible, finaliza con un corolario que se titula Raptado por las musas. Ensayo sobre la vocación literaria. Con este libro completo un ciclo de cuatro obras, ¿qué me ha impulsado a coronar todo el proyecto con una reflexión sobre la vocación literaria? La curiosidad por tratar de responderme y de ofrecer una respuesta a la gente a la pregunta por qué dedicar las mejores horas del día, los mejores días del año y los mejores años de tu vida a algo que nadie te ha pedido.

¿Hay algo más allá de la vocación literaria?

La vocación literaria es una subespecie. En la vocación literaria yo distingo entre visión y misión. Respecto a la visión: la experiencia de nuestros sentidos, que siendo de nuestros sentidos, curiosamente, no nos proporciona el sentido de nuestra vida, sino cosas complementarias, fragmentarias e inconexas. Es un puzle de mil piezas, en el que cien están colocadas de manera desordenada. Hay una promesa de ver el cuadro entero, pero finalmente nunca se cumple esa visión. La persona que tiene vocación intuye el puzle con las mil piezas puestas, ve el tema del puzle antes de componerlo. Es una oferta de sentido, una promesa de felicidad.

Y entonces…

Pasamos de la visión a la misión. La misión es la siguiente: si no le doy fijeza a esta visión, ésta se disolverá en el gran caudal de la vida. La vocación literaria es crear un objeto que dará estructura, sistema y perduración a ese puzle intuido mediante la imaginación. Es una visión poderosísima. Si el objeto que escoges es un lienzo, eres un pintor; si el objeto es un pentagrama, eres un músico. Si tu pulsión busca para dar permanencia a un objeto literario, pues eres escritor.

¿Y el filósofo?

La vocación filosófica está dentro de la vocación literaria, porque si un filósofo no tiene esa visión puede ser un magnífico profesor, editor, traductor de filosofía, pero nunca un filósofo.

Seguro que tiene una definición para el filósofo.

Un filósofo se parece a un científico en que los elementos de trabajo son los conceptos, pero un filósofo se diferencia esencialmente de un científico en que los conceptos que expresa en ese texto no son verificables. Kant, Platón, Heidegger tienen la legitimidad propia de lo estrictamente literario, que es el consenso. Nadie conoce que Platón haya sido verificado, pero Platón sigue siendo una persona leída porque ha desarrollado mediante las técnicas literarias un lenguaje que sigue seduciendo, conmoviendo y convenciendo.

¿Cuál es la vocación del filósofo?

Definir la emoción. Pero sólo es un tema de estrategia. La emoción originaria eso es lo que te convierte en una persona con vocación. El filósofo tiene una gran visión. Además, es el creador de un lenguaje que debe persuadir de que ahí hay sabiduría, porque no hay experimento que diga si es verdadero o falso.

¿Es posible que la vocación dependa del contexto social?

Diría que hay una parte que es estructural. Donde haya grupos de hombres alguno tendrá esa visión y ese anhelo por la perduración a través de un objeto. Pero es cierto que la cristalización de eso cambia históricamente. No es lo mismo una época en la que el literato podía ser al tiempo un mago y hechicero y sacerdote, que una época como la nuestra, en la que las funciones se han especializado y secularizado, se han tecnificado. Nadie esperaría que un literato como Pitágoras fuera sanador.

Bueno, ahora los escritores ponen copas.

[Risas] Me refiero a funciones curativas.

Sí, claro, ponen bebidas espirituosas.

[Risas] Bueno, a lo mejor sí. Pero creo que los escritores hemos perdido algo de funciones mágicas.

¿Pero el escritor puede darle dignidad a su propio fin y al de los demás?

Noto con toda claridad el deseo profundo e irresistible, y rapiñador, de darle a esa visión una consistencia. Es una visión para ti mismo, pero sobre todo para ponerla a disposición de los demás. De manera que el éxito social te puede gratificar a corto plazo, pero te garantizo que no es lo más importante.

¿Y qué lo es?

Crear un objeto fiel a la visión y que esté expresado de una manera didáctica, seductora y que transmita ese convencimiento y emoción que está en el origen de la visión. Yo estoy contento porque he tenido una amplia recepción con Necesario pero imposible, pero por lo que realmente estoy contento es porque haya llegado al lector.

¿El producto final de la vocación del escritor, es decir el libro, es un desecho de sus ideas y de su imaginación?

En mi caso no. Hay muchas cosas que se dicen con las que yo no estoy de acuerdo. Lugares comunes. Por ejemplo, cuando tanta gente presume de que más que escritores son lectores.

Muchos escritores, empezando por Borges.

No lo entiendo. Yo quemaría todos los libros que he leído si ese fuera el precio que tuviera que pagar por haber escrito los que he escrito. No creo que mis libros sean importantes, pero lo que he visto necesito contarlo. Todo lo que he leído desde los 16 años era instrumental para desarrollar y darle forma a mi visión.

Así que no es algo espontáneo.

Es algo que se madura durante muchos años, en mi caso 20.

¿Un filósofo es presa de su vocación?

No me gustaría ser de esos autores que se repiten. Por ejemplo, Heidegger tuvo una visión y la plasmó muy bien en Ser y tiempo. Y a partir del año treinta hasta su muerte en los setenta se convierte en un charlatán. Conserva el lenguaje enfático de la visión, pero no tiene nada que decir.

Esa fue una vocación aprovechada por el mal.

Claro, a Heidegger le apetecía el poder político. Tu vocación te puede dar influencia social.

¿La vocación es un don?

Cuando le has dedicado lo mejor de tu vida a algo eso es una anomalía y un empobrecimiento vital. Los que hemos tenido vocación lo hemos experimentado como un empobrecimiento vital, porque la vida  te ofrece ser mil cosas y esto sólo te deja ser una. ¿Y las otras 999? No las cultivas igual.

Pero eso es lo que le ocurre a cualquiera.

Con tanta especialidad no. A alguien normal le pueden gustar las chicas, el futbol, bailar, la lectura, salir por las noches, bailar samba… El que tiene una vocación sólo quiere dar salida a eso porque es muy dominante. Organizas tu vida para favorecer el alumbramiento. A cambio del empobrecimiento tienes una extraordinaria concentración de energías, porque no estás disperso. Esa concentración te ayuda a desarrollar mucho oficio.

¿No se agotan esas energías?

Puede ocurrir que la vocación se manifieste y que lo básico ya lo haya escrito, pero tengo mucho oficio. El riesgo es seguir con el oficio sin tener mucho que decir y generar gracias sólo al oficio productos literarios… convertirte en un productor.

¿La vocación es una cuestión de clase?

Ansiedad. Durante veinte años deseó destapar el tarro de las esencias de la vocación que había acumulado a lo largo de todo ese tiempo. Lecturas e ideas, intentos y bocetos. Años esperando la seguridad de la madurez, la confirmación de un proyecto vital con el que ponerse en contacto con los demás. Con Necesario pero imposible (Taurus) remata Javier Gomá (Bilbao, 1965) la tetralogía en la que ha tocado todos los temas universales del ser humano, desde el amor a la angustia. Su última visión es lanzar una vieja pregunta ignorada: en qué condiciones la individualidad del ser humano continúa más allá de la muerte. La Feria del Libro le invitó a cortar la cinta con un discurso sobre la vocación literaria, por la que le preguntamos.