Robin Hood en Las Vegas
Lo suyo sería odiar a Louis Leterrier. Al menos eso es lo que pide el cuerpo. Salido de la cantera de Luc Besson, ese grupo de
Lo suyo sería odiar a Louis Leterrier. Al menos eso es lo que pide el cuerpo. Salido de la cantera de Luc Besson, ese grupo de directores franceses hollywoodizados y especializados en cine de acción fast food para audiencias globales, Leterrier se estrenó con una sucesión de olvidables filmes de tortazos francoestadounidenses: Transporter (2002) y Transporter 2 (2005), protagonizadas por Jason Statham y Danny the Dog (2005), con Jet Li. El siguiente paso natural eran los blockbusters 100% americanos, como El increíble Hulk (2008), cuyo éxito en taquilla le otorgó un cómodo lugar en la liga de los presupuestos disparatados. Entonces perpetró esa carísima insensatez llamada Furia de titanes (2010), remake de un filme de 1981 sobre el mito griego de Perseo.
El problema de Furia de titanes no era tanto que fuera muy mala, se estrenan muchas películas así todos los años, sino que ha pasado a la historia del cine contemporáneo como la cinta que dejó tocado al 3D. Recordemos: el brutal éxito de Avatar (James Cameron, 2009) pilló a Hollywood con el pie cambiado: con un montón de blockbusters listos para estrenar, pero no previstos en 3D. Para colmo, Avatar y Furia de titanes compartían protagonista: Sam Worthington. Tocaba aprovechar el tirón jugando la carta de la manipulación en posproducción. La chapucera conversión tridimensional de Furia de titanes rompió la magia del espectador con el formato. Matar a la gallina de los huevos de oro para poder vender unas cuantas entradas más caras. Lo de siempre, vamos.
Motivos más que de sobra, por tanto, para odiar a Leterrier. Pero es que el muchacho se hace querer. Escuchen lo que dijo durante la promoción en EEUU de su nuevo filme, Ahora me ves, que se estrena hoy en nuestros cines. “El 3D de Furia de titanes era apresurado y horrible. Fue famoso por eso. Nada funcionaba. Fue solo una excusa para robarle el dinero al espectador. Soy un buen tío e intenté pelear para evitarlo, pero no es mi película… Hice todo lo que estuvo en mi mano, pero no fue la mejor experiencia de mi vida. No estuve protegido, me sentía en medio de una manada de lobos”. Como ven, los productores siempre tienen la culpa.
Ya puestos, el director francés también cargó contra su debut hollywodiense, El increíble Hulk, cuya conversación de arranque con los productores recordaba así: “‘Oh, bienvenido, bienvenido. Grandes noticias, Louis. Tenemos una fecha de estreno. Es dentro de un año’. Y yo: ‘Fantástico, vamos allá. ¿Dónde está el guion?’, a lo que me contestaron: ‘En realidad, ese es el problema, no tenemos un guion’”. Nueva chapuza en marcha. Conclusión: no hace falta decir que las películas de Leterrier son malas porque ya se encarga él de corearlo a los cuatros vientos.
Así que había curiosidad por saber qué sería capaz de hacer el director francés sin los condicionamientos comerciales que imponen los blockbusters. Si sería capaz de hacerse una carrera en Hollywood moviéndose en los presupuestos intermedios.
Lo suyo sería odiar a Louis Leterrier. Al menos eso es lo que pide el cuerpo. Salido de la cantera de Luc Besson, ese grupo de directores franceses hollywoodizados y especializados en cine de acción fast food para audiencias globales, Leterrier se estrenó con una sucesión de olvidables filmes de tortazos francoestadounidenses: Transporter (2002) y Transporter 2 (2005), protagonizadas por Jason Statham y Danny the Dog (2005), con Jet Li. El siguiente paso natural eran los blockbusters 100% americanos, como El increíble Hulk (2008), cuyo éxito en taquilla le otorgó un cómodo lugar en la liga de los presupuestos disparatados. Entonces perpetró esa carísima insensatez llamada Furia de titanes (2010), remake de un filme de 1981 sobre el mito griego de Perseo.