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El legado de Amparo Baró está a salvo
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la matriarca de una gran generación de actrices

El legado de Amparo Baró está a salvo

Fue una obra de mujeres fuertes, con marcada personalidad y carisma con la que la actriz volvió a las tablas. 'Agosto' fue su retorno y su testigo teatral

Foto: 'Agosto' se estrenó en el Teatro Valle-Inclán en 2011
'Agosto' se estrenó en el Teatro Valle-Inclán en 2011

Fue una obra de mujeres fuertes, carismáticas y llenas de fantasmas la que volvió a subir a Amparó Baró a las tablas tras más de una década de sequía escénica. Una de esas casualidades planetarias que redondean un círculo perfecto con nombre de mes: Agosto, y de mujer: Violet Weston. Laobra deTracy Letts, que puso en escena Gerardo Vera en el Teatro Valle-Inclán, no sólo supuso el regreso de una de las grandes actrices de raza del teatro español, sino que fue una vuelta con sentido, éxito y un merecido reconocimiento.

Por ese 2011 Amparo era Sole y Sole era Amparo. El gran público la adoró por el fuerte carácter, la socarronería y las collejas de su alter egoen la televisiva serie 7 vidas, que protagonizó junto a Blanca Portillo, Toni Cantó, Javier Cámara o Paz Vega, aunque ya llevaba más de cuatro décadas siendo un rostro habitual en las pantallas de televisión y, sobre todo, del teatro. Por esoAgosto, su potencia dramática y ese cartel genealógico que compartía con Carmen Machi, Alicia Borrachero e Irene Escolarno pudo suponer para la actriz mejor vueltaa casa. Actrices que han aprendido el oficio junto a ella y que son el testigo directo de una forma de entender el teatro basado en la raza y la personalidad.

La propia actriz, fallecida ayer a los 77 años a causa de un cáncer, reconocía entonces la importancia que tuvo Agosto en su carrera. Esa inolvidablematriarca feroz, devorada por el cáncer, las pastillas y malísima llamada Violet Weston fue un retorno en forma deregalo. "No es que quierahacerla, es que necesito hacer Agosto”, explicaba antes del estreno. Para ella era la ocasión perfecta para retirarse de los escenarios por la puerta grande. "A lo mejor esto es lo último que hago. No me importaría no volver a hacer teatro", decía a pesar de que nunca habló de retirada. Acertó, a su pesar, ya queestaba preparando una obra con Gerardo Vera para volver a los escenarios en septiembre de este año.

El director cuenta a El Confidenical que iban a preparar Maria Kowalska, de Jesse Heisenberg, para estrenarla en el Arriaga de Bilbao junto a Alejo Saura. La obra, que le llevó al hospital en Navidad el propio director,narra la historia de una superviviente del gueto de Varsovia. "Se emocionómuchísimo y me dijo que no podía haberle dado mejor regalo. Era un proyecto de futuro y ella necesitaba eso", asegura el director.

"Fue una de las referencias del teatro de toda una época. Una muestra de inteligencia, de talento y de riesgo desde sus comienzos en Barcelona de la mano de Adolfo Marsillach hasta la producción de Agosto", recuerda un consternado Vera con una mezcla de "dolor profundo y de satisfacción" por los momentos compartidos. "Fue un placer dirigirla y ver cómo abarrotaba el teatro día a día dando por última vez una muestra histórica delo que una actriz puede hacer en un escenario".

Quizás esto haga que Agosto hoy crezca más todavía (si es posible) en la memoria de los espectadores. Suduelo interpretativo con Carmen Machí, que daba vida a su hija Bárbara en la función, es de los que no se pagan con dinero. Tanto que esta obrase ha convertido en una de esas que aunque no hayas visto, presumes de haberlo hecho. Un milagro teatral lúcido, intenso y provocador por el que ganó los premios Max, Valle-Inclán, Ceres y Fotogramas de Plata. Y los recogió, a pesar de que era poco dada alas alfombras, los focos y los flashes.

Machi y Portillo, sin ningún género de dudas las dos herederas naturales de esa personal impronta que tenía Baró en las tables, ayer estaban "conmocionadas" y "profundamente impactadas" para hacer declaraciones, aseguraron a este periódicos sus representantes.Irene Escolar, la siguiente heredera de ese árbol genealógico de grandes actrices del teatro español, compartió con ella escenario enAgosto. Interpretaba a su nieta, un papel que se acercaba mucho a la realidad porque Baró y su abuela Irene Gutiérrez Caba eran grandes amigas. "Fue lo más cercano que he estado de trabajar con mi abuela", asegura Escolar.

Define emocionada a Baró como "una de las mejores actrices del país". "Es difícildescribir lo que sentí trabajando con ella, pero hoy es importante hacerlo porque fueunade las experiencias que no olvidarénunca. Ver trabajar a Amparo, cómo creaba los ensayos, su generosidad, su sencillez. Siempre estaba en su lugar, prácticamente nopercibías que estaba allí. Lo hizo tan fácil", describre Escolar, que recalca por encima de todo su generosidad. "Hizo todo porque yo estuviera cómoda en nuestras escenas. Le impotaba que mi trabajo luciera y eso es una gran lección", rememora para contar ese abrazo que se daban abuela y nieta y en el que Baró la giraba para que el público viera su cara. "Es una anécdota pero demuestra cómo era".

Una vida forjada en el teatro

"He tenido suerte desde el principio de mi carrera, porque he empezado con los mejores, he trabajado con los mejores, me han dirigido los mejores", decía Amparó Baró en 2011. Y no le faltaba razón. Desde que se quedó prendadade los escenarios con 14 años cuando descubriójunto a su hermano la magia del teatro, la actriz suma más medio centenar de títulos. Debutóen las tablas ante el gran público con El burlador de Sevilla y convidado de piedra en 1955 pero su primer oportunidad le llegó dos años más tarde cuando tuvo que sustituir a Amparo Soler Leal en Las preciosas ridículas, de Molière,y compartir escenario con Marsillach. Fue el impulso perfecto paraconvertirse en una de sus musas.

El gran salto en Madrid lo dio conLa Calumnia (1961), de Lillian Hellman, dirigida por Cayetano Luca de Tena. Con quien también le llegó el reconocimiento conEl cianuro ¿solo o con leche? (1963), de Alonso Millán y junto a grandes como Mari Carmen Prendes o Ana María Vidal(arriba).

En 1965 formó su propia compañía teatral,con la que representó obras comoLos buenos días perdidos, deAntonio Galay dirigida por José Luis Alonso y junto a Juan Luis Galiardo, Mary Carillo y ManuelGaliana, oAntígona, deSófocles.Tras dos años de aventura empresarial,llegaron obras comoLa casa de chivas, de Jaime Salom, un éxitazo ambientado en la Guerra Civil que llegó a las 7.000 funciones;La venganza de don Mendo, de Pedro Muñoz Seca dirigida porGustavo Pérez Puigy junto aManolo Gómez Mur, Jaime Blanch o Julia Caba Alba (arriba);La dama boba, de Lope de Vega oIsabelita la Miracielos, de Ricardo López Aranda, que protagonizó junto aVicente Parra y Tele Pavez.

En los años 80 llegó uno de sus papeles más reconocidos por la crítica: su Nora de Casa de muñecas, de Henri Ibsen, que estrenó en 1983 en el Teatro Bellas Artes de Madrid junto a José María Pou, Asunción Balaguer, Joaquín Kremelo una jovencísimaMaría Adánez. De hecho, fue el primer trabajo de la actriz hace ya 33 años. Ayer, frente a los recortes de prensa que le guardaba su padre y a los que ha acudido al conocer la muerte de Amparo Baró, Adánez recordaba que fue un exitazo de crítica y de público. "Estuvimos en cartel del 18 de septiembre al 8 de mayo, fueron 150 representaciones y 27.496 espectadores", contaba a este periódico.

"Fue mi primera incursión en el teatro y tengo un recuerdo precioso. Era una actriz de raza, de talento, una todoterreno, que es algo imprescindible para ser actriz de teatro", afirma deteniendo su recuerdo en el sentido del humor de Baró, a quien se refiere como una madre teatral.

"Siempre se trabaja mejor con los mejores"

Baró siguió firmando grandes interpretaciones hasta que dejó las tablas en 1998 tras hacerLa opinión de Amy, de David Hare, en el Teatro Fígaro junto a Fernando Delgado o Ángeles Martín. Pero antes destacaron sus papelesenLas mujeres sabias, de Molière que protagonizó junto a Pou, Gracita Morales o Ana Gracia a las órdenes deMiguel Narros;Un marido de ida y vuelta, de Jardiel Poncela y dirección de Marta Recadero;Materia reservada, de Hugh Whitemore en versión de Pou;El poder de la mandrágora,de Peter Shaffer junto aMaría Fernanda D’Ocón; oSiempre en otoño, de Santiago Moncada que se estrenó en el Teatro Reina Victoria en 1993 y donde compartió escenario conJulia Gutiérrez Caba e Irene Gutiérrez Caba.

Las tres eran grandes amigas y en esa función consolidaron una gran complicidad que les acompañaba hasta hoy. Julia Gutiérrez Caba recuerda el privilegio que supuso compartir escenario con su hermana Irene y con Amparo Baró en esta obra. Aunque ya se conocían porque habían trabajado con Jaime de Armiñán en televisión, Siempre en otoño fue especial porque durante las representaciones fue cuando aparecieron los primeros síntomas de la enfermedad de su hermana. "Siempre hemos conservado un nexo muy fuerte desde esa etapa. Tuve la inmensa suerte de trabajar con dos grandes actrices. Amparo fue una gran actriz de una calidad incalculable", asegura. La actriz resume con una descriptiva frase cómo fue trabajar con ella: "Siempre se trabaja mejor con los mejores".

Gutiérrez Caba, representante de esa estirpe degrandes maestrasdel teatro de la añada de los años 30 junto a su hermana, Baró o Analía Gadé, asegura que en verdad "tuvimos la suerte de viviruna etapa en la que teatro significaba tanto, las funciones sellenaban de público y sedaba muchotrabajo.Ahora las cosas han cambiado mucho por variados motivos, pero en esa época hubo una gran generación".

Fue una obra de mujeres fuertes, carismáticas y llenas de fantasmas la que volvió a subir a Amparó Baró a las tablas tras más de una década de sequía escénica. Una de esas casualidades planetarias que redondean un círculo perfecto con nombre de mes: Agosto, y de mujer: Violet Weston. Laobra deTracy Letts, que puso en escena Gerardo Vera en el Teatro Valle-Inclán, no sólo supuso el regreso de una de las grandes actrices de raza del teatro español, sino que fue una vuelta con sentido, éxito y un merecido reconocimiento.

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